Nueva edición del Bilbao BBK Live, una cita grande para una ciudad pequeña y, en consecuencia, celebrada en un recinto que hace años dejó de dar más de sí. Por eso mismo, no nos debía preocupar, al menos desde el punto de vista del público, la coincidencia en días con el gigante Mad Cool madrileño y sus bazas como Foo Fighters o Green Day que excedían claramente el tirón per se de los cabezas bilbainos. No obstante, las cosas no son siempre lo que parecen y el que parecía el cabeza más «segurola» de esta edición, los repetidores Depeche Mode, fueron quienes menos público atrajeron en una primera jornada marcada por la comodidad en el recinto.
Organizativamente vimos más baños y más gente en las barras, quedando las colas generalmente relegadas a los puestos de comida en hora punta. El controvertido sistema cashless funcionó bien, hay que reconocerlo. Aunque también es de recibo señalar que si el sistema sólo permite recargar dinero en múltiplos de 50 céntimos, poner precios tipo «Cerveza 4,20» resulta un tanto sospechoso. Este y otros detalles los analizaré en las conclusiones de la última jornada del festival, de momento vayamos ya a la música.
Ya sabemos lo accidentada (en tiempo invertido) que es la subida al Bilbao BBK Live dada su montañosa ubicación. Esto nos impidió llegar a la prometedora Rrucculla, pero sí en cambio pudimos ver a Vulk, post-punkers bilbainos que están encontrando un fiel público entre la juventud local. Tienen la música y la actitud y ahora, con el endorsement de ese creador de tendencias que es Jägermeister parecen listos para subir de liga en el panorama estatal. Una pena que coincidieran con sus primos de estilo Cabbage, éstos más alocados y punkis y menos solemnes. Antes, el pop psicodélico de Rufus T. Firefly sonó agradable y expansivo, demostrando que en un festival tan orientado al público británico como éste, aún hay hueco para disfrutar de talento local o estatal y nosotros siempre apostaremos por él.
Empezaba la hora de los reclamos. Cage the Elephant sonaron como unos Hives más poperos, tanto en sonido como en actitud, con un vocalista muy entregado. Pero como no nos dicen gran cosa, decidimos explorar una franja algo limitada por el sonido del pop escasamente original que domina estos últimos años. Sundara Karma eran algo así como unos Killers con toques de Arcade Fire y los populares The 1975 no estaban en nuestro radar. Terminamos en el electropop profundo de Austra que nos salvó un poco del «indiepatriarcado» que asola los festivales de pop.
Depeche Mode. FOTO: Tom Hagen
Y como quien no quiere la cosa nos plantábamos en Depeche Mode. Personalmente no era fan de la repetición de la veterana banda británica en el festival y me explico antes de que los fans se me echen encima: su actuación previa en el festival fue de muy alto nivel. Unos años más tarde y un disco bastante soso bajo el brazo que dejaría su marca irremediable en el setlist, las papeletas para una ligera decepción estaban repartidas. Y así fue, Depeche Mode estuvieron bien, pero les costó arrancar bastante y los momentos que debían ser emotivos fueron anodinos esta vez. Por supuesto la cosa fue salvada a golpe de hit, como “Everything Counts”, “Stripped” o «Walking in my Shoes», por no citar las dos canciones que hasta el festivalero más casual quería oir.
Después tendríamos a unos Spoon algo desubicados de hora y escenario, pues su música más bien repelió a los amantes de la fiesta. No obstante derrocharon clase con ese indie impregnado de matices soul que hubiera sido mucho más disfrutable en otro contexto. A continuación, intentamos revivir con el electroshock de IDLES, ruidosa banda británica que presentaba un debut largo lleno de post-punk cabezón y noise, algo así como un cruce entre Sleaford Mods y Metz con trasfondo irreverente. Quedaba patente su condición de perros verdes dentro del cartel del festival ya en lo musical, pero lo fue del todo cuando empezaron a hacer risas a costa de Justice (con quienes coincidían) o The 1975. Terminaría el asunto con una carpa llena para ver el electropop algo petardo de Gus Gus.
IDLES. FOTO: Dena Flows
En definitiva, una primera jornada con buenos conciertos en la que tal vez lo peor fuera una distribución algo caótica de escenarios y estilos que provocó una suerte de montaña rusa de picos y valles de calidad e intensidad.
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