Feiticeira nunca duerme. O muy poco, al menos. El sábado nos espabilamos porque queríamos comprobar de primera mano el invento ese del barco patrocinado por una famosa marca de licor. Pues nos subimos. Ahí estaba Rrucculla jugando con el pitch y pitufeando música trap y demás rarezas, King Cayman derrochando electricidad blues-punk y Kaixo haciendo botar el barco a tope de autotune. Un pequeño showcase de moderneo en un agradable paseo por la ría y que fue una buena forma de comenzar la jornada final.
Al festival llegamos a tiempo de Los Bengala, un dúo zaragozano de rock. Básicos, divertidos y con punto canalla, nos animaron con temas en castellano, que quieras que no es algo bastante insólito en un festival de este cariz. Luego no había otra cosa que Saint Motel. Supongo que para la banda es una suerte que el público se vea «obligado» a verles y así captar nuevos fans, pero para quienes no nos decían mucho sobre el papel, tampoco lo hicieron sobre el escenario con su pop de aires lounge y disco.
Después teníamos una competición garajera entre The Orwells y The Parrots, pero por llevar la contraria nos fuimos a ver al duo del momento en el trap, Dellafuente & Maka. Parece claro que por la brecha que abrió C.Tangana el año pasado, han penetrado en el Bilbao BBK Live otros artistas de esta nueva generación de la música urbana. Si Bejo y el citado Kaixo ya tocaron en la programación gratuita, ahora les tocaba el turno a los granadinos que se distinguen por haber incorporado flamenco y bachata al género del autotune. Puede que el BBK no sea «su festival» (todavía) pero su audiencia es joven, numerosa y fiel, de modo que tuvieron un notable lleno de fans entregados. Y también había mucha gente crecidita interesada por el fenómeno. Ganaron en los temas más oscuros y profundos, en aquellos en los que el flamenco de Maka (por cierto cualquiera diría que el rol protagonista lo lleva él) luce más y fueron la muestra de que las cosas se están revolviendo en la música. ¿Es el trap el nuevo indie? Pues no lo sabemos, pero preferimos siempre variedad a que un festival se llene de grupos que quieren ser como The Killers o Kings of Leon, que para el caso es todo lo mismo.
Brian Wilson FOTO: Rock In Focus
Después, cambio de tercio total para ver a Brian Wilson con sus luces y sombras. Se trata de un buen show, con 12 personas sobre el escenario para cubrir toda la complejidad sonora del pop que la genial cabeza de Wilson engendró en su día. Pero es imposible no plantearse si el anciano músico está ahí por su entera voluntad. El maestro se apoya vocalmente en el resto de la banda especialmente Matt Jardine, hijo de Al Jardine, el otro Beach Boy que se mantiene fiel. También presenta los temas, canta como puede y hace que toca el piano, aunque entre tal maraña instrumental no podemos asegurar que realmente su instrumento suene. En fin, abrió el concierto con una buena selección de temas de su mítica banda entre las que destacó, claro, «I Get Around». Y sólo unas 7 canciones adelante en el repertorio empezó a sonar «Pet Sounds» en estricto orden para despedirse con «Good Vibrations». No es un concierto legendario y a todos nos hubiera gustado ver a Wilson en pleno uso de sus facultades, pero el repertorio bien merece ser reivindicado e idolatrado en eventos de este calado.
Blonde Redhead. FOTO: Dena Flows
A continuación, Blonde Redhead no lo pusieron fácil en la carpa. Ambientes gélidos, ritmos repetitivos e hipnóticos, reverb al máximo… uno de esos conciertos de entrar o no. Bastante gente se dio por vencida, nosotros optamos por quedarnos y la cosa acabó dando sus frutos. Peor sería aguantar a Two Door Cinema Club, una banda que nunca entendimos y ahora menos. No sólo ya pasaron unos años desde su éxito, sino que sus canciones suenan clónicas entre sí demostrando una más que dudosa valía compositiva. Quizá como castigo divino, llegó la tormenta. Lo malo es que castigar, lo que se dice castigar lo hicieron al público y a Bobby Gillespie (Primal Scream), pues una mayoría de gente optó por refugiarse en la carpa mientras The Lemon Twigs pasaban por allí. Es cierto que se encontraron una cantidad de público con la que probablemente no soñaban, pero no especialmente atento a su música sino a si paraba de llover o no.
Así las cosas, minutos antes de comenzar Die Antwoord el aspecto del escenario principal era desolador. Poca gente, un barrizal y algun que otro charco de considerable tamaño. Cualquiera hubiera dicho que mucha gente se batió en retirada ante la climatología adversa. Pero no, para cuando la muy freak banda sudafricana salió a escena, ya estaba la zona de nuevo hasta arriba de gente deseosa de fiesta. La pareja, acompañada por su DJ Hi-Tek y sos bailarinas, propuso un espectáculo integral, pero caótico, como de ellos se espera. Las pantallas mostraban retazos de videoclips, fotos y visuales que incidían en dibujos animados de vaginas y penes, así como alusiones a la droga de diseño. Hubo gente entregada de continuo pero sin duda fue la dupla «Baby’s On Fire» y «I Fink You’re Freaky» la más celebrada y con razón porque en lo musical tampoco es que la pareja tenga muchas bazas.
Die Antwoord FOTO: Tom Hagen
Aún quedaban djs pero para muchos terminaría así otra edición del festival y sería el momento de mirar cuánto quedaba en el cashless. Porque lo cierto es que entre los céntimos perdidos en el limbo digital debido a los precios con céntimos y a que sólo se devolvía a partir del euro y medio, nos atreveríamos a decir que se va un dinero nada desdeñable. A eso le tenemos que sumar el euro de comisión de la devolución y la posibilidad de que el vaso se te pierda (2,50 de fianza). En resumen, el cashless funciona bien para este festival y evitó colas, pero se deberían pulir algunas prácticas que dan qué pensar.
Otro aspecto a pulir sería el asunto de los horarios. Si bien la edición de este año ha contado con atractivos suficientes, esa extraña distribución orientada a que quien toca en el escenario principal no tenga solapes pese a haber 3 escenarios libres, nos ha dado los momentos más sosos del festival. No lo entendemos, sobre todo al ver el contraste con solapes triples en otras franjas, de grupos que podrían atraer a un mismo tipo de público.
Por lo demás, podemos decir que pese a contar con un cartel de menos relumbrón que el citado Mad Cool, el Bilbao BBK Live salió reforzado de esta lucha. Aunque parte del por qué también obedezca a las tristes noticias que nos llegaron de Madrid, con una muerte laboral incluida.
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