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Two Gallants – We Are Undone

Two Gallants - We Are Undone portada
ATO, 2015
Productor: Karl Defler
Banda: Adam Stephens y Tyson Vogel

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6.5

El dúo de San Francisco, Two Gallants, están de vuelta casi tres años después de su última referencia. “We Are Undone”, que será editado por ATO Records en EEUU, y por Fargo Records en Europa, supone el quinto trabajo en formato largo para la pareja que forman Adam Stephens y Tyson Vogel, y sin entrar de momento en muchos detalles, ya adelanto que está lejos del equilibrio mostrado en su anterior y notable “The Bloom and the Blight”. Alejados casi de forma definitiva del folk de herencia punk e indie que lo pudo emparentar en ciertos momentos con Conor Oberst, su asentamiento en el oscurantismo nos lleva hasta un punto en el que sus lamentos pierden algo de gracia.

Y eso que el disco despega con una primera pieza que, además de dar nombre al disco, augura cambios que parecen sentarle genial al dúo. Con un arranque blusero que los separa como decíamos de su faceta más folk, no tardamos en reconocer la personalidad del grupo en cuanto arranca el quejido lastimero de Stephens. Sencilla en su estructura repetitiva, “We Are Undone” es un auténtico trallazo que si bien abre nuevos caminos, también de muestras de olvido de otros. La segunda pieza, “Incidental”, se presenta como puro indie rock pesado de corte noventero que bien podría pasar por un tema de Dinosaur Jr, o de los más actuales The Men o California X. La cosa sigue por buen camino con “Fools Like You”, que irónica y juguetona, vuelve a incluir ese notorio manto de distorsión que ya en “The Bloom and the Blight” formó parte de su sonido de forma casi omnipresente. Eso sí, aquí el gracioso deje lo-fi del pasado ha dejado paso, para bien y para mal, a una producción más pulida.

Con un trío inicial trepidante, hasta aquí la cosa denota cambios en el sonido del grupo pero estos invitan a ser optimistas. Será con “Invitation to the Funeral” cuando los galanes bajan algo el pistón acunándonos mediante un oscuro piano hacia un ritmo casi cabaretero que será quién presida el tema. El uso del piano como instrumento principal se muestra entonces como una de las principales añadiduras para el sonido de la banda, y aunque el tema se hace algo largo, aún parece que les funciona. De inmediato regresamos al blues pantanoso en “Some Trouble”, acechándonos la sombra de The Black Keys hasta que el inconfundible lamento de Stephens nos sirve de brújula y seña de identidad. Empezamos a notar ya a estas alturas una perdida de personalidad respecto a anteriores trabajos, así como un menor ingenio instrumental que les lleva a centrarse en riffs pesados demasiado reconocibles.“My Man Go” confirma el bajón convirtiéndose en una balada folk-rock clásica (eso sí llena de reverb y con los pedales enchufados por lo que pudiese pasar) de casi seis minutos que no funciona tan bien como en el pasado lo hacían temas de gran longitud como “Waves of Grain”, “The Train That Stole My Man”, o “Threnody”.

Para el tramo final “Katy Kruelly” recupera su folk-country fresco y sugerente del pasado, y nos recuerdan claramente a los Two Gallants de siempre. Pero dura poco, pues rápidamente volverá a aparecer la monotonía en la pseudoexperimental “Heartbreakdown”. “Murder the Season/The Age Nocturne” atrae parte de nuestra atención con un arranque de fiereza y distorsión hacia la mitad del tema, si bien no termina de lograr la redondez de los mejores momentos del inicio. Para acabar, “There’s So Much I Don’t Know”, vuelve a tener al piano como el gran protagonista en un tema de tono apesadumbrado que cierra con emoción el nuevo álbum de los californianos.

En “We Are Undone” se echa de menos algo de su divertido costumbrismo western, se añoran las harmónicas de antaño, también cierta actitud tabernaria, así como algo más de cercanía, y pese a que el oscuro misticismo lírico siempre fue algo propio del dúo, ahora sus canciones se inclinan de forma demasiado clara por la pesadumbre de lo tenebroso. En definitiva, algo más de luz no le habría venido mal a un disco que, todo sea dicho, ya desde su portada y su título avisa del concepto del mismo.

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1 de enero de 2015