Tras sobreponernos al feo detalle de hacer uso de los fuegos artificiales para abrir y cerrar el disco al más puro estilo de otros grandes del nuevo indie-rock, «The Nights of Wine and Roses» penetra en nuestros oídos recordándonos a una versión algo más floja de las cualidades que nos sorprendieron del debut del dúo de Vancouver.
Japandroids dieron tan en el clavo con esa mezcla de indie y punk-rock vitalista de su debut que nos encontramos ante uno de esos casos en que de antemano sabíamos que la comparación iba a enterrar su segundo disco. No hemos más que poner los primeros segundos de «Fire’s Highway» y nos acordaremos de «Young Hearts Spark Fire» sin remedio. Pero lo superaremos y nos quedará una buena canción. Puede que su primer disco estuviera bendecido con la magia de la simpleza, pero su larga colección de singles y versiones nos han ido diciendo que se encuentran muy lejos de la mediocridad compositiva.
Aunque aquí hay algún intento de progreso, lo mejor es lo que nos suena idéntico a ese sonido evocador de veranos adolescentes de «Post-Nothing», algo de lo que aquí se encarga «Younger Us». No es bueno para la recepción del disco que sus mejores temas ya los conociéramos. Porque «Celebration Rock» encapsula uno de los grandes temas del año, el single «The House That Heaven Built». Añadiendo a su sonido épica a raudales, una producción centelleante, coros diseñados para el directo y unas estrofas muy springsteenianas, arrasa, ya se mire desde el prisma del rock o del indie.
Esto no sólo va con una cuestión de sonido, sino con una cierta madurez en la forma de composición. Si alguno de los mejores temas de «Post-Nothing» apenas tenían dos frases, esta vez Brian King ha intentado dotar las canciones de historias, de sentido lírico. Esto nos ayuda a comprender mejor por ejemplo el punk-rock narrado de «Adrenaline Nightshift».
El dúo ha proclamado también que, en vista de la poderosa comunión con el público, que tan importante es a la hora de dar réplicas a sus coros eb directo, han compuesto las canciones. Así es normal que el disco nos suene algo menos a esa encantadora dejadez indie-punk, abandonando un poco a Superchunk en dirección al rock de estadio. No podemos sino imaginarnos «Evil’s Way» y como una fiesta eléctrica entre multitudes.
Pero estilísticamente la diferencia no es mucha, más bien anecdótica. Tal vez lo más reseñable sea el coqueteo con el lado U2 de la fuerza de «Continuous Thunder» y, con mejores connotaciones, el abrasivo garaje-punk «For The Love of Ivy», que dado su origen nos recuerda a los arranques de Pixies, pero que se explica al ser versión de The Gun Club, notablemente influyentes en muchos artistas, también en los de Boston.
«Celebration Rock» es un bajón indudable respecto al estigmático debut. Aún con todo, no podemos dejar de situar al dúo canadiense como punta de lanza de un nuevo rock alternativo que nos ofrece grandes momentos cada vez más programados para el directo. Si el arena-rock de nuestra era lo protagonizasen un guitarrista y un batería, no nos íbamos a quejar desde luego.