Finalmente y con cansancio pero más ganas llegaba el sábado, que se esperaba agobiante por la figura de Neil Young y todo el gentío que conlleva, parte de él ajeno al 99% del resto de grupos del festival. Como buen visitante de la capital catalana hice mía la filosofía del aprovechamiento del viaje y el abono y por la mañana asistí a los conciertos gratuitos del parque, un gran invento para ver a algún grupo que te fue imposible ver el día anterior. Lo único malo aunque bueno en pos de la democracia es que al ir cambiando de uno a otro escenario era imposible apalancarse siempre en silla y con el calor mortal del mediodía barcelonés se pasaba mal.
|De parc en parc|
La cosa, después de los conciertos para niños (otra de las propuestas que hace único al festival) a los que no llegué, empezó la cosa en clave folk con los madrileños Hola a Todo el Mundo, grupo que tenía por más plano y estuvo bastante animado dentro de su estilo, muy elegante y auténtico, sin rastro de la artificiosa modernidad que les presuponía. Ay los prejuicios, que malos son, pero es que menudo nombre. Siguió por estos derroteros pero más desnudos y pop con la candidez de Alondra Bentley, otra local que en este caso no me convenció del todo. Ya con la actuación de Ponytail el «madrugón» y paseo a Parc Miró había merecido la pena y es que estos niños hipervitaminados viven su peculiar música de forma que da gusto verles. En especial su cantante, que más que cantar grita, sonríe de continuo y hace extraños sonidos. Muy divertidos y muy merecidamente aplaudidos.
Con los Bowerbirds regresamos al folk elegante y bonito, pero se hizo larga su actuación tal vez por estar de pie a pleno sol. A continuación Crystal Stilts despertaron una impresión parecida a la del festival, mejor si cabe al ser un concierto más íntimo en un ambiente más distendido. El setlist obviamente muy similar y su teclista de nuevo, haciendo sus comentarios. Y por último Sleepy Sun, a los que no conocía pero me habían hablado bien de ellos, lo que junto a la pincelada que pude ver de su actuación el día anterior, me hacía tener muchas ganas de verles y desde luego que me sorprendieron muy gratamente. Muy hippies ellos con sus pinturas y sus adornos, desplegaron a pleno día esa mezcla de blues-rock con mucho aire psicodélico y setentero. Se meten mucho en el papel tanto en las partes más hipnóticas como cuando desatan su furia ‘hard’. Crearon un ambiente brutal, lo que para las 14:00 de la tarde no está mal.
|Sun walk with me|
Con el ajetreo, comer algo y pasar por el hostal no conseguí llegar más que al final de The Lions Constellation, prometedor proyecto de gente de Tokyo Sex Destruction que suena a Stone Roses, Smiths y demás nombres de culto del pop-rock inglés. Como digo, estaban terminando y atronando a base de distorsión, pintaba como un gran final a un concierto poderoso así que espero poder verles pronto de nuevo. Tras pasar por el circo del travestido Ariel Pink y su mezcla sonora un poco indigesta para esas horas, decidí apostar por el también desconocido para mi Chad Van Gaalen, músico canadiense que le da al folk pero que fue más rockero de lo que parecía en principio, no estuvo mal.
Lo siguiente marcado en mi horario era Jesu. Justin Broadrick se presentó tan sólo con un compañero al bajo y él a la guitarra y el macintosh con el que ponía las bases rítmicas sobre las que sus riffs. Puede que su propuesta en discos tienda cada vez más al amable shoegaze, dejando noise y drone cada vez más atrás, pero en directo desde luego quiso sonar duro e intenso. Y todos hicimos headbanging al sol en medio de un extraño clima irreal procurado por el humo a plena luz del día. Justin y su naturaleza inglesa también lo notó, sudando de mala manera y aunque podría haber sonado algo mejor en especial la voz (la cuestión es si el músico lo hubiera deseado o no), un buen concierto aunque corto, sensación acrecentada por lo estirado de sus piezas y el solapamiento entre ellas.
|Neil Young, el antes y el después|
Las estrategias para coger sitio para Neil Young ya estaban en marcha y se notaba en el concierto de Jayhawks. De hecho fue sorprendente la imagen a primera hora con decenas de fans apostados junto al precinto que prohibía entonces el acceso al escenario Estrella Damm. Como les tenía recientes del penúltimo Azkena no me importó tan sólo asistir a sus últimos hits, como «Miss Williams’ Guitar» por ejemplo y sobra decir que lo bordaron. Pero a quién si tenía ganas de ver era a Th’ Faith Healers, una experiencia muy interesante ya que la banda pese a ser veterana es treméndamente anónima, especialmente en nuestro país. De ahí que en primeras filas podrías ver a un buen puñado de ingleses disfrutando como locos y también como alcohólicos, por qué no decirlo. Un gran acierto del Primavera ponerles en su punto de mira, ojala vuelvan porque estaban muy en forma, muy en especial su pelirroja e hiperactiva cantante y el batería. Se dieron a su pasión por el kraut rock incluso más que en disco promoviendo las repeticiones hasta dejarnos la cabeza loca. A (re)descubrir.
No me voy a atrever a hacer una crónica detallada de Neil Young por dos razones. Si bien me parece una figura ejemplar, no era mi «cabeza de cartel» del festival y estoy seguro que habrá muchos fans que lo supieron vivir y narrar mejor ya que a mi tanta multitud me impide meterme en un concierto. Ciertamente la turba fue impresionante pero la disposición del escenario, orientado a una zona por la que no es necesario pasar para llegar a ningún punto clave del festival, no lo hizo muy problemático. Tito Neil, haciendo gala de su maestría sobre el escenario, hizo lo que quiso con un público entregado y dio lo que tuvo toda la pinta de concierto ejemplar. Si acaso decir que hacer versiones de Beatles con el repertorio propio que tiene es algo que denota humildad pero también poco fundamento y que la duración (por lo visto) fue notablemente menor de la esperada, por supuestos temas de la hora de salida de su avión.
Bueno, otra razón de que no me extienda con Neil Young es que le abandoné para ir a Oneida que prometían ser un monstruo en directo. Pero no me esperaba ni de lejos una salvajada como los 45 minutos obsesivos de tema inicial que se marcaron. Música machacona y cacofónica de la mejor clase, con sutiles progresiones que ya temíamos iba a ser el concierto en su totalidad. Pero no, cambiaron de tercio para entonar un tema más melódico que parecía su ruidista versión del punk melódico y acabaron con otro paranoico de repetición, esta vez con la voz como leitmotiv. El galardón a mejor concierto del sábado va para ellos.
|Ruidos agradables|
Fue imposible quedarse a Liars ya que Deerhunter empezaban en breve (dañinos solapamientos los del sábado noche) y había que ser testigo del directo que sucede a uno de los discos más aclamados del pasado año. En efecto, «Microcastles» marcó la pauta con sus hits a caballo entre el indie-rock y el shoegaze, canciones que en directo le hacen a uno sentirse bien de un modo extraño. Por tanto, muy buen concierto para una de las cabezas de pelotón del indie actual, que tuvo que lidiar con la coincidencia de su final con el comienzo de unos de sus maestros, Sonic Youth.
Sobre los neoyorkinos se puede contar todo y nada. Hacen honor a su leyenda y por muy fervientes defensores del ruido que sean, lograron que todo sonase de forma milimétrica. Sus guitarras sonaron feas, como ellos gustan y la muy protagonista voz de Kim Gordon idem, pero nada se les escapó al control y los matices de sonido fueron tremendos. Y si fue un placer ver al cuarteto, más lo fue verles con el ex-Pavement (aunque esperemos quitar pronto el prefijo) Mark Ibold en sustitución de Jim O’Rourke que hasta ahora había sido el quinto jóven sónico. Clásicos como «Hey Joni», «‘Cross The Breeze» o «Bull In The Heather» fueron diseminados en el setlist con abundantes temas de su último disco The Eternal en lo que obviamente fue un concierto de presentación, muy alejado de su última vez en el festival protagonizando un Dont’ Look Back. Esto podría haber supuesto una decepción pero cuando su último disco suena tanto a ellos mismos y además es así de bueno, las pegas sobran. «Sacred Tricksister», «Anti Orgasm», «Leaky Lifeboat», «Antenna», «What We Know» y «Calming The Snake»… vamos, la primera mitad del disco, cayeron como clásicos de toda la vida. Terminaron con una clásica «Expressway to Yr. Skull» que me hizo recordar aquel famoso documental de los noventa donde salían con un tal Kurt Cobain.
Y para finalizar pues que mejor que bajar de la nube con una dosis de gamberrismo. Pues para eso estaban los Black Lips, haciendo de las suyas y soltando grande temas de sabor clásico aunque maltratados por un ruido diferente al que sacan en disco, mientras se besaban entre ellos, se tiraban al público o se sacaban la chorra como el que no quiere la cosa. Vamos, que se ve que la madurez aún no les ha llegado y que son bien aptos para cerrar la sección rockera de un festival de madrugada. La cantidad de guiris borrachos por metro cuadrado iba a tono además con su hooliganismo. Aquí ya empezó el deambule por los escenarios a ver que propuesta de electrónica menos zapatillera encontrábamos y posteriormente el gran incidente del festival. Se acabó la cerveza y claro, como la gente tenía sus tickets sacados se empezó a acabar todo lo demás, total, que al final el Primavera Sound perdió muchos puntos organizatívamente por este tema. Con la tontería, Zombie Zombie, que parecían una propuesta interesante, se esfumaron aunque después DJ Coco, uno de los promotores de todo el tinglado, estaba en el ATP pinchando muy buena música incluida de algún grupo que todos esperamos que recalen aquí el próximo año (¿he oído «Gold Soundz»?).