/Crónicas///

Desde que decidí asistir este año al Primavera Sound un nervio continuo me acechaba. Tantos grupos, muchos amados, otros muchos interesantes, el resto desconocidos que según iba escuchándolos pasaban a una de estas dos categorías y tan pocos directamente desechables… está claro que el PS y no me pagan por decir esto, es un oasis en el erial festivalero actual. Su cartel, que cualquiera diría que por el volumen de grupos parece que esté contratado al peso es sin duda el más cuidado que encontramos en el Estado, superando al también muy querido Azkena Rock y sólo comparable en Europa con rarezas como el Dour. En fin, que una vez hechos públicos los horarios con los tortuosos solapamientos, estaba claro que había que prepararse para una gymkana indie de las buenas y apostar por unos grupos sobre otros, tónica de un festival con 5 escenarios principales que no dejan de programar, además de carpas para acústicos, etc.

|Consideraciones previas|

En cuanto a la organización fue curioso el sistema de tarjeta de «fichar» a la entrada y salida del recinto, si bien es un poco engorroso tener que hacerlo cada vez que vas y vuelves al Auditori también. Tampoco entiendo mucho el sentido de tener personas de carne y hueso leyendo los códigos de barras, cuando luego hay máquinas por ejemplo para expender tickets de bebidas (algo de lo que mucha gente se quejaba y a mi me resultó curioso). Por lo demás resaltar que a pesar del estrés organizativo que debe ser montar un festival que además no duerme (por las mañanas, actividades en el Parc Miró), los horarios fueron cumplidos por lo general con muy buena nota, a excepción del retraso seguramente implícito de la estrella mediática del festival, Neil Young.

Se trataba del primer Primavera Sound de un servidor, por lo que haré una breve descripción del marco del Parc Forum, porque lo merece. Al poco de entrar nos encontrábamos el escenario Pitchfork, un escenario correcto aunque palidece en cuanto a aspecto con el resto. Digamos que no tiene nada especial, salvo unos molestos pilares que dificultan la visión y si bien desde la entrada es fácilmente accesible, viniendo de la zona derecha del festival puedes perderte en el laberinto de la zona de hostelería tratando de llegar a él. Además el sonido, para lo que es la magnífica tónica del festival, tampoco era el mejor precisamente. Siguiendo en el sentido de la entrada y quebrando a la izquierda estaba el Estrella Damm, el escenario grande, para los conciertos más multitudinarios, gran sonido, muy adaptable a las necesidades de cada grupo, como veríamos. Campa al fondo para los más arrastrados.

A dos pasos, recto y al fondo de frente nos topábamos con la bajada al magnífico anfiteatro que es el Rockdelux, con amplias gradas, una delicia tener algo así en un festival de rock. Algo parecido podemos decir del ATP, con gradas laterales y una profundidad que hace que ver el concierto desde el camino de acceso, en cuesta arriba, sea también factible. Y finalmente, un más ramplón escenario Ray Ban/Vice, con pista de tierra/arena, cuya única pega era el paseo que había que darse, tampoco excesivo, pero marcado por escaleras, accesos enrevesados que se abrían y cerraban de forma un tanto aleatoria y el paso de una carretera. Queda claro que el PS está excediendo las propias fronteras del Parc Forum. Y lo de tener un auditorio en un festival ya es algo totalmente inenarrable, lo malo es que parece que peligra su continuidad.

Pues bien, una vez descrito el entorno paso a la crónica propiamente dicha. Me disculpo de antemano por la forma de narración en primera persona, pero es que el Primavera Sound es más que ningún otro un festival que uno se hace a su medida y en el que la objetividad se antoja incluso más esquiva que en otro encuentro musical.

|Tarde de sol y power-pop|

Como los niños buenos ahí estaba yo desde primera hora para ver primero a Veracruz en el Pitchfork, una muy potente y desgarrada propuesta para abrir la tarde con nocturnidad y ecos de los Bad Seeds, Pussy Galore, etc. Rock sucio y pantanoso con vetas post-punk. Tocaba después paseo hasta Cuzo y su psicodelia en estado puro, rock setentero inundado por los sintetizadores. Dos conciertos de valores nacionales que dejaron el pabellón bien alto en un festival que reúne lo mejorcito del indie anglosajon y un placer estos conciertos de primera hora del jueves en los que, pese a haber ya ambientillo, uno podía moverse con total libertad dentro del concierto.

Y empezaba así la traca de pesos pesados. En el mismo escenario, los australianos The Bats protagonizaron una de las actuaciones más entrañables. Puede que sus cuerpos envejezcan, pero su power-pop con gran énfasis en el ritmo, se demostró sólido y atemporal en hits como «North by north». Fue el primero de muchos grupos que no conocía previamente a figurar en el cartel del festival y que ya han pasado a formar parte de mi gustos musicales. Y después les tomarían el relevo en el RDL los esperados The Vaselines con un setlist que fue el perfecto ejemplo de concierto recopilatorio. Bueno, no es que su discografía sea precisamente abultada y son todo hits desde el trío nirvanero («Son of a Gun», «Molly’s Lips» y «Jesus Doesn’t Want Me For a Sunbeam») al garajeo de «Dum Dum» o tal vez el tema mejor recibido, «You Think You’re a Man» que incluso algún icono de nuestro tecnopop indie ha versionado. Aunque sin sorpresas, una pequeña gran fiesta pop aún de tarde.

Entre medias de una cosa y otra pudimos ver el monótono y psicodélico final de Spectrum (no es para menos cuando hablamos de uno de los cerebros de Spacemen 3) en el escenario grande o Lightning Bolt en el ATP, que desplegaron su locura instrumental ante miles de personas, una imagen que contrasta con la poca gente que fue a verles en sala en su reciente gira peninsular. Un gusto verles hacer lo suyo, al menos durante un rato, porque Yo La Tengo esperaban de nuevo en el Estrella Damm y la llamada de la veteranía me hacía desplazarme allí. El trío cumplió y demostró sin aspavientos por qué llevan tantos años en esto… porque saben reconvertirse con facilidad y pasar de números de indie ruidista y guitarrero a pop con garra y soul elegante. Elegancia es precisamente uno de los adjetivos que mejor les definen. Elegancia, escasez de pretensiones y buen humor para una banda que conserva intacto el espíritu adolescente.

|Ruido blanco, ruido negro|

Lo malo es que una vez más, no pude acabar de verles porque empezaban The Jesus Lizard que cuentan con el punto de la veteranía y el punto extra por regreso. Y regreso de los buenos, oiga, porque su noise-rock tan precursor de muchas bandas experimentales que han pasado y pasarán por el Primavera sonó potentísimo en el ATP y la banda, muy en especial David Yow, se mostró tan incisiva y acojonante como debió serlo en su tiempo. Para mi y sin ser un fan irredento, concierto de la jornada sin duda alguna, por sonido, intensidad y agresividad. Por si fuera poco y por lo que comentaron, se comieron a sus colegas que también comulgan con el ruidismo Shellac, que por lo visto el día siguiente no estuvieron a la altura de anteriores visitas al Forum. Además Yow se tiró al público unas tres veces, con lo raro que es hoy en día que las estrellas del rock tomen esos riesgos, más en festivales multitudinarios. Ojala esta reunión nos de más alegrías.

Parecía que la noche estaba en su punto álgido puesto que empezaban My Bloody Valentine para muchos, con el permiso de Neil Young, la gran baza del festival. No en vano eran los elegidos para hacer doblete al día siguiente en el Auditori. A diferencia de lo que por lo visto ofrecieran el pasado año en el FIB, parece que Kevin Shields quiso de alguna forma retar a la supuéstamente experimental audiencia del Primavera con dosis de ruidismo difícilmente asimilables para el ser humano. Comprendí entonces que el chico que me dio los tapones en la caseta de pulseras me recomendase usarlos en MBV y visto lo que peligraba mi audición los probé, pero arruinaban el escaso carácter melódico que subyacía de la mezcla de distorsión.

El gran problema no era el sonido alto en sí, sino que las etéreas voces quedaban totalmente ocultas tras las dañinas capas de sonido, convirtiendo la mayoría de los temas en una monotonía que se antojaba mínimamente agradable tan sólo a quienes en efecto conocieran las canciones, mayormente de esa obra cumbre que es «Loveless», claro. Por si fuera poco el reto, finalizaron su actuación con quince minutos de ruido blanco sin previo aviso. Pero con ellos sobre el escenario ejecutándolo, incluido el batería aporreando, lo que hacía al público dudar de si irse o quedarse a ver el final, aún con los beats abstractos de Aphex Twin pegando ya por la retaguardia. Entre unos y otro, cualquier popero despistado habría creído estar en el mismo infierno.

De este último, indiscutible genio de a electrónica que ha escrito páginas doradas en su evolución, resaltar eso, que pese a conservar el aura de culto que sin duda le lleva a tocar en festivales como el Primavera Sound o ser casi residente de los saraos de ATP, personalmente me da la sensación de estar bastante estancado. Lo malo del asunto es que cuando mejor funciona es cuando saca sus tics más conocidos, aunque no haga ni medio guiño a los escasos hits que tiene. Gran parte del atractivo de su actuación fue la visión desde arriba del escenario RDL con el anfiteatro más o menos lleno y la fuerza visual de unas pantallas en las que como siempre, jugó con imágenes retorciendo su cara y recurrió a otros temas tan truculentos y políticamente incorrectos como su música, lease procedimientos de autopsia, etc. Total que sigue teniendo su toque perturbador, pero mucho menos o es que nosotros somos menos inocentes o directamente más cabrones.

|The Wavves’ incident|

Por cierto, que como esta actuación tenía pinta de ir para largo entre medias el tiempo dio mucho de sí. Primero a pasar por The Horrors y comprobar brevemente que se vuelcan efectivamente en su brillante segundo disco al que, merced del caos que protagoniza su directo no pudieron hacer justicia al menos en sonido. Eso si, fantoches en lo estético siguen siendo un rato y el cantante sobreactúa su rollo poseído, pero se lo hacían bastante bien. Y después también pude apreciar uno de los momentos papel cuché del festival, la actuación de Wavves que acabó en tragedia para el joven Nathan, que salió un tanto descontrolado al escenario.

En su descargo tengo que decir que vamos a ver, la cosa en directo sonaba vacía respecto al disco y la sensación agradable de amateurismo se hacía más cuesta arriba, pero tampoco sé hasta que punto valen ahora la excusa etílico/química para desechar la actuación por completo. Es decir, había detalles, como que no llegase a hacerse él mismo los coros, que seguramente sobrio hubieran sido iguales. En todo caso el concierto empezó con muy buen rollo, el dúo (guitarra y batería) tocaba sus temas surf costroso que sonaban peligrosamente parecidos en directo, eso sí, entre bromas, comentarios alabando el Primavera Sound como el festival más molón del mundo mundial, baños de cerveza a los que se sometían mutuamente, etc. Hasta el momento en que no sé exactamente por qué razón, el batería se rebotó con el cerebro de la banda, desmanteló la batería y salió del escenario de malos modos. Nathan permaneció en el escenario maldiciendo y exigiéndole que volviera a salir hasta que lo mandó todo a la mierda y salió de bastantes malos humos. Todo muy raro, el resto, disculpas pedidas por la bochornosa actuación y demás, podéis seguirlo por Internet y especialmente por pitchfork, web que igual que les aupó ahora da cabida a todo el culebrón.

Sintiéndolo mucho, viendo todo el festival que quedaba por delante y evaluando las horas de sueño necesarias para sobrevivir al Primavera 2009, decidí no quedarme a Squarepusher por cuya música sentía interés pero a la vez desconocimiento. Así, con la anécdota de este año que sin duda habrá contribuido a acrecentar más si cabe la fama del Primavera Sound en el panorama indie internacional, di por concluida la jornada.

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28 de mayo de 2009