El Viernes venía señalado como el día grande del festival por la actuación, por primera vez en su historia, de Radiohead. Pero aparte de este concierto, hubo mucho más de lo que disfrutar.
CARRERITAS DESPUÉS DE COMER
El Viernes lo empezamos y muchos haciendo cola a las cuatro de la tarde a la entrada del festival para poder darnos una carrera hasta un stand situado en pleno corazón del Fórum. ¿La razón? Conseguir ticket para el exclusivísimo concierto de los reunidos Lush en el recóndito Hidden Stage, seguramente el concierto con más trabas para asistir de todo el festival. Paradójicamente, una vez conseguido tan ansiado premio, bebida una cerveza y vuelto a ponerme cómodamente en la cola, obtuve sin problemas otro ticket, esta vez para la inminente actuación de Los Hermanos Cubero a las cinco de la tarde. Como era de esperar, para un grupo patrio que canta música tradicional quedaban localidades de sobra. Paradojas e ironías de tan controvertido escenario.
La pareja proveniente de la Alcarria desgranó buena parte del cancionero de «Arte y Orgullo», segundo álbum que salía en aquellos días, y su actuación sólo puede calificarse de triunfal. Se creó un clima ideal en aquel parking reconvertido en remedo de selva tropical, con la gente justa para disfrutar de los frescos pasodobles y jotas de estos manchegos, que ejecutaron de esa manera artesanal que les gusta proclamar y muy buen rollo. Sin duda, fabricaron ‘buenos tiempos’ y nos dejaron a todos con ganas de más risas futuras.
Siguieron inmediatamente otro grupo patrio pero de cariz totalmente distinto. Viva Belgrado vienen de Córdoba y lo suyo se sitúa entre el post-metal y el emo, algo conocido para buen seguidor del underground nacional. Realmente, la banda hizo atronar el escenario Adidas a horas tempranas, alternando calma y desarrollos progresivos con los característicos alaridos de su cantante, convenciendo a seguidores y seguro que ganándose más fans para la causa, alguno de más allá de nuestras fronteras.
Ben Watt acariciaba ya al personal cuando llegué al escenario Ray-Ban, que ofreció a lo largo de los tres días y en franja horaria similar conciertos de cariz delicado y sofisticado (Destroyer, Ben Watt, The Chills). El británico se hizo acompañar por banda completa en la que destacaba un invitado estelar, Bernard Butler, configurando un bonito concierto centrado en sus últimos discos en solitario.
Inmediatamente después, tiré de vuelta al Hidden Stage para ver uno de los conciertos más esperados de la jornada: Lush. Al contrario que con Los Hermanos Cubero, el espacio se encontraba lleno por los afortunados que habían pillado ticket, dando por hecho que la expectación era máxima. Y lo cierto es que la banda de Miki Berenyi no defraudó: sonaron plenamente a shoegaze de los 90 y, por tanto, vigentes hoy día. Su capacidad para hacer destacar melodías por encima de la maraña guitarrera (que a veces sonó algo saturada, fruto de tan particular espacio) quedó clara en pequeños clásicos del género como «Kiss Chase», «Light From a Dead Star» o «Desire Lines». Su frontwoman se mostró especialmente dicharachera, pidiendo opinión sobre el temido ‘Brexit’ (!), y fueron acabando con su clásico pop «Ladykillers». ¿Qué más se puede pedir?
PHEW FOR A MINUTE THERE…
Sabía que para pillar un buen sitio para Radiohead había que estar un buen rato antes en la zona de Llevant, por lo que me situé más cerca del escenario Heineken que del enfrentado H&M donde actuaba en ese momento Beirut. Para ser sinceros, este concierto lo vi casi por completo desde las pantallas y lo escuché desde la lejanía, pero aún así puedo destacar el gran sonido del escenario, que inundaba todo el amplio espacio con sus trompetas y sus melancólicas melodías. Una pena tener que ver conciertos de esta manera, pero las prioridades son las prioridades.
La expectación por el concierto de la banda de Thom Yorke probablemente sea la mayor que haya habido en el país en los últimos años. Tanta, que la opinión al respecto de lo vivido varía enormemente dependiendo de a qué distancia te pusieras y de quién estuvieras rodeado. Porque si algo quedó claro cuando comenzó el famoso quinteto es que a ellos se la suda tocar ante decenas de miles de personas: ellos tocan como si sólo hubiera unos pocos miles o menos. Como si estuvieran en sala. Y las pantallas partidas en multitud de pequeños cuadritos tampoco ayudaban a saber qué demonios pasaba sobre el escenario, la verdad.
Por ello, cuando comenzó a sonar puntualmente «Burn the Witch» y, sobre todo, «Daydreaming», a un volumen menos que decente para un escenario principal de un festival masivo, muchos nos temimos lo peor. Por suerte, hacia el quinto tema que tocaban seguido de su reciente «A Moon Shaped Pool», «Ful Stop», el sonido subió lo suficiente como para que desde varios ángulos la experiencia se volviese disfrutable. Y entonces empezó «The National Anthem» y la magia nos inundó a los que estábamos en buena posición. Clásico tras clásico de nuestra vida ante un silencio sepulcral casi inédito en un recinto con decenas de miles de personas, que propició escalofríos y hasta sollozos en momentos clave como el par «No Surprises»/»Pyramid Song», «Karma Police» (extendida por el público a coro) o la inesperada «Street Spirit (Fade Out)». Parece que la banda se mostró complacida por tal muestra de respeto y, tras un primer bis, Yorke se soltó la melena y nos regalaron «Creep», segunda vez que la tocaban en no sé cuántos años. Concierto histórico.
THANK YOU, LUCKY STARS
Salí totalmente shockeados de la zona de Llevant para ver durante un rato cómo se las apañaban Animal Collective, clásicos ya del festival. Lo cierto es que su último disco, «Painting With», no me ha parecido gran cosa, pero es justo decir que el directo de los de Panda Bear y Avey Tare ha ido mejorando con los años, alejándose de esa suerte de ensayos en vivo de hace un lustro. Su show colorista y experimental volvió a demostrar por qué un alto porcentaje de las bandas actuales se lo deben todo.
Volvimos al Heineken para ver a otros habituales del Primavera. Beach House llevan acudiendo al Fórum puntualmente con cada nuevo disco desde el referencial «Teen Dream» y esta vez, con dos obras nuevas consecutivas, no iba a ser menos. No hubo sorpresas en su recital, más allá de que ahora son un cuarteto en directo, y se repitió la estructura de pantallas blancas traseras, aunque esta vez sobrevoladas por un manto de luces ‘de estrellas’. Victoria Legrand volvió a demostrar que es una de las mejores cantantes de la actualidad en clásicos modernos como «Myth», «Take Care» o «Wishes» y hubo visos de evolución con «Elegy to the Void», en la que se acercaron a terrenos próximos al post-rock.
Después, el regreso de The Avalanches, con inminente segundo disco anunciado más de tres lustros después del primero, nos supo a poco. De las floridas y exuberantes melodías de su debut parece que han pasado a una especie de electrónica latina de trazo más grueso de referencias mucho más obvias y en la que se han perdido multitud de matices. Además, aunque lo vi desde lejos y puedo equivocarme, me parece que sólo vi sobre el escenario a dos personas. ¿Pero éstos no eran cuatro o cinco? Habrá que esperar a escuchar el disco detenidamente para emitir veredicto final…
Terminamos el día de nuevo en el Adidas con Sheer Mag, banda de rock’n’roll con la cantante más oronda que haya visto en tiempo. El concierto no pasó de entretenido, pero si pasa al recuerdo de este edición es por su escasa duración: antes de la media hora ya habían salido del escenario. Volvieron por un obligado bis, pero se veía a la legua que no con muchas ganas. No sé que primó aquí, si la poca profesionalidad o el cansancio…
Fotografías: Eric Pamies