Una semana y un día antes del concierto de John Fogerty en suelo hoyanco comentábamos en estas líneas el problema grande que hubo durante el concierto de Los Enemigos y Kiko Veneno en el Hipódromo de la Zarzuela de Madrid: largas colas para comprar tickets, largas colas para comprar bebidas… Bien, pues eso justo es lo que ocurrió también aquí en el festival que nos ocupa, un Músicos en la Naturaleza 2014 que fue un auténtico éxito en lo musical de la mano del californiano Fogerty, pero con numerosas críticas en cuanto a cantidad y disposición de elementos básicos (barras, tickets y, sobre todo, escasez de baños), así como muchos problemas para entrar al recinto por escasez de efectivos (cosa que no sucedió por ejemplo con un gran número de efectivos gestionando plazas de aparcamiento y tráfico en general). Algo que con tantas ediciones a sus espaldas deberían haber supuesto, pero de cuyo «sold-out» aprenderán de cara a futuras ediciones.
Pero comenzar así la crónica no es tampoco justo, sobre todo para los que nos gusta centrarnos lo más posible en las canciones y en los músicos que en cualquier otra historia que contar. Ahí sí que creo que la amplia mayoría del público que se desplazó al majestuoso y apropiado recinto del concierto (en plena Sierra de Gredos) es donde quedó altamente satisfecho. Y eso que el comienzo fue poco halagüeño con una primera telonera que se añadió con poca antelación al cartel. Hablamos de una Rebeca Jiménez, hermana de la actriz y también cantante Lucía Jiménez, que pasó claramente inadvertida ante un público mayoritariamente interesado en los aíres clásicos del rock.
Hasta al bueno de Rosendo le costó lidiar con eso como segundo telonero de la velada, y desde luego que tablas aquí sobran. Quizás fuera porque la mayoría de gente seguía en la cola pidiendo bebida, o quizás simplemente porque al sector más estricto de seguidores de la Creedence Clearwater Revival no le hacía gracia tener a Rosendo Mercado encima del escenario repasando algo de su cancionero más reciente durante toda la primera parte de concierto (a excepción de «Listos Para la Reconversión»). Luego con su habitual honestidad y un sonido que atronaba (parece que en las primeras filas la sensación fue otra) se metió a propios y extraños en el bolsillo: «Sorprendente» de Leño, «Masculino Singular», «Flojos de Pantalón» y la infalible unión de «Agradecido» y «Maneras de Vivir»… Al fin y al cabo es lo que este buen hombre de Carabanchel lleva 42 años haciendo. Convencer con honestidad.
Lo de John Fogerty fue todo lo contrario, pues convenció desde el minuto uno de concierto con una vigorosa versión de «Travellin’ Band» con algo un poco pobre de sonido hasta la entrada de una «Green River» sensacional. Si decíamos que Rosendo lleva haciendo lo mismo toda su vida, a Fogerty hay que tratarlo de otro modo, al menos en lo que respecta a este rejuvenecimiento de banda. A John se le ve no sólo con ganas y fuerza encima del escenario, sino que encima parece encantado de rodearse de una formación eminentemente joven que dota a la banda de mucha pegada. Tanta es la confianza de John Fogerty en su banda actual que se permite ceder el protagonismo siempre que hay oportunidad, sobre todo en la figura de su ya inseparable compañero baterista Kenny Aronoff, que desde 1997 ha sido la perfecta columna vertebral para los movimientos de rejuvenecimiento sonoro de Fogerty en vivo (y del legado de Creedence Clearwater Revival por extensión). El otro al que dejó protagonismo fue a su hijo Shane (ojo a su banda Hearty Har) que a pesar de su juventud dio un aire fresco a los temas clásicos de su padre.
Dicho esto no podemos decir mucho sobre el repertorio porque habla por sí sólo como lo que es, pura historia de la música. Un espejo e el que tantos se han mirado que tenerlo delante, con un sonido claro y nítido, entre los acogedores arboles de la Sierra de Gredos, es un lujo al alcance de pocos. Si seguimos por dónde lo dejamos antes tenemos que destacar el habitual recuerdo a «Who’ll Stop the Rain?» y el habitual comentario relacionado con Woodstock, para posteriormente seguir con la pura pasión blues de «Born on the Bayou» y la del folk de «Lodi» y «Lookin’ Out My Back Door» con una sorprendente y excelente versión de «Ramble Tamble» en su faceta extendida: más rápida, progresiva y aguerrida que nunca.
Quizás el momento valle del concierto vino cuando a John le dio por repasar (muy poco, la verdad) su carrera en solitario y dejar las canciones de Creedence de lado con «Hot Rod Heart» y «Mystic Highway» quizás deslucidas por unos videos algo horteras en las pantallas de algunos estereotipos norteamericanos que no venían mucho al caso. Rápidamente tiró de versiones clásicas para levantar el animo general con una coreadísima «Susie Q» y una divertida «Midnight Special» que fue redondeada con otro clásico de Lead Belly como «Cotton Fields» que pidió alguien del público y el siempre infalible «New Orleans» de su adorado Gary «US» Bonds. Si para redondear mentamos que los momentos de lagrimilla de «Long as I Can See the Light», «Lookin’ Out My Back Door» y «Have You Ever Seen the Rain?» aparecieron en escena es fácil imaginarse que la noche fue redonda.
La voz de John no es quizás la de hace unos años pero mantiene el tipo mucho mejor que cualquier jovencito trasnochado a sus 69 años. Tras un set muy generoso, que cerraba con un «Fortunate Son» que recordaba más a la versión algo más veloz de Pearl Jam que a la más bluesera de los propios Creedence, quedaba un cierre final de tres temas con los que corear al unísono (desde la celebración de «Rockin’ All Over the World» hasta la pura pasión de «Bad Moon Rising» y «Proud Mary»). El recinto acotado por árboles y montañas fue el mejor escenario posible para un concierto que vuelve a antojarse histórico. Pura historia del rock, claro, pero también de la historia de la música en general.