Para un aficionado de la música ya con cierto background (sí, viejuno), cuando le dicen que se va a montar otro festival, una palabra le flota en mayúsculas y en WordArt dentro de un bocadillo con forma de nube: pereza. Como todos sabemos, una ardilla puede cruzarse la península ibérica saltando de escenario en carpa dance. ¿Quiere esto decir que sobran festivales? No, lo que falta es muchísimo riesgo en ellos.
Por eso, la creación del EzDokFest fue buena noticia por múltiples razones. La más evidente, barriendo para casa, es que ese cartel lo podríamos haber firmado nosotros. Talento 100% estatal (bandas vascas, madrileñas, andaluzas, valencianas, gallegas…), rico en estilos dentro del rock alternativo pero sin intención de rascar público por los flancos más fáciles (indie-pop, perroflauteo y metal, grandes pilares del negocio en España) y, como pudimos pulsar, llenando un vacío para una localidad como Eibar y pueblos aledaños. No hemos dicho aún que el festival parte del bar EzDok, que lleva un tiempo ya animando la agenda eibarresa y se ha liado la manta a la cabeza con esta aventura.
Una experiencia piloto que llegó muy rodada
La premisa era buena pero ante todo, prudencia. Primera vez que se monta un festival con todos los requerimientos de logística, seguridad, gestión del público, tiempos… veníamos dispuestos a tener manga ancha con una experiencia piloto así. No hizo falta, casi todo fue como la seda. Baños abundantes, una barra fluidísima, personal muy agradable, foodtrucks con buena oferta… tan sólo unos leves problemas a la hora del acceso a primera hora en ambas jornadas que, al haber planteado una buena antelación, no afectaron al programa. ¿Puestos a poner pegas? Los titubeos previos sobre si sacar o no entradas de día o si poner o no los horarios. En este tema, finalmente se la jugaron y cumplieron a rajatabla.
Total que allí subimos y esperamos a las ambulancias para inaugurar el EzDokFest. Sabíamos que era en unas instalaciones deportivas en el monte pero la estampa nos pareció envidiable. Estábamos en un campo de hierba artificial (todo un acierto, porque la lluvia nos visitó) encajonados en un valle. Ballenas flotando no había, pero ese ambiente natural casi místico del cartel, merced a las hileras de pinos y niebla, estaba presente. Muy acertado emplazamiento, además sin viviendas a la vista y al que subir eran unos 5 minutos en bus (a pata había buen repecho y sólo se atrevían algunos gudaris).
Next. El Branding. En principio, somos muy anti-tokens en los festivales. Ya sabéis, lo del cambio de pasta por fichas del propio festival. Que si cambio mucho, cambio poco… calcular lo que vas a consumir, etc. Pero mira, mientras sea a euro el token y con precios redondos (el mamoneo que se ve con estos temas para arañar céntimos en algunos festis, es digno de denuncia en consumo), todo bien. Además las fichas estaban personalizadas con el logo del festival, igual que el vaso, igual que la botella de agua (?)… había merch del festi también. La idea de que estaba cada detalle muy cuidado era patente y nos consta que se redobló el esfuerzo para que las bandas estuvieran a gusto también.
Viernes: la cosa marcha
Pero vamos ya a lo artístico que se nos hace tarde. El viernes, por razones de propia agenda de la banda, abrían Vulk, cuarteto de Bilbao entregado a un revival post-punk que no es el que te imaginas. Centrados en las descargas atonales de Wire, con un chorrito de las melodías de guitarra de Pixies y una actitud a cara-perro más propia del hardcore, estrenaron temas de su recién editado segundo álbum, de caracter algo más reposado y con huecos para cambiar el inglés por un euskera que les sienta bien. Una propuesta áspera y amenazante para abrir un festival que empezó punki y acabó punki.
Le seguiría el incansable y siempre mutante en lo que ofrece Joseba B. Lenoir. Esta vez apareció con una formación de quinteto, acompañado a la otra guitarra de Miren (MICE) y también con dos baterías. Aprovecharemos para recalcar, aunque ojala pronto deje de ser necesario, que era una banda de rock con mayoría femenina. Una presencia femenina que también el cartel ha querido en cierta medida garantizar y desmarcarse así del fenómeno macho-rockero de otros festis cercanos que todos tenemos en mente. En todo caso, frente a la sequedad severa de Vulk, Joseba y su troupe nos sumieron en una densidad sonora hipnótica y muy disfrutable.
Llegaría después la más festiva llamada de Dead Bronco, a medio camino entre el hillbilly y esa imaginería del metaleo sureño que va de Phil Anselmo a Hank Williams III. Personalmente no soy fan de estas propuestas tan basadas en el aspecto escénico y en forzar lo redneck, pero hay que reconocer lo mucho que hacen por levantar los ánimos de la gente en los festivales. Sobre todo de los que no son tan ratas de audioteca como nosotros.
Belako dándolo todo bajo la lluvia Foto: TAOM
A continuación llegó, al caer la noche, el cabeza de cartel. Y esto también es algo que moló bastante del EzDok, que los mayores reclamos tocarían a horas tempranas con todas las implicaciones (para mí, todas positivas) que ello tiene. Aquí estamos años después de que dieran la sorpresa y Belako siguen siendo un fenómeno al que no vemos techo. Su última obra es densa y resbaladiza, pero en directo, haciendo un guiño a cierto líder de extrema derecha, «yo sólo veo punk». Recién llegados del extranjero, el cuarteto ofreció un bolo sin concesiones, enfocado en la pegada y con los sintes pregrabados, de modo que Cris pudo bailar y saltar todo el rato mientras la lluvia alcanzaba su momento álgido. A estas alturas ya incluso se dejan hits fuera que ni echamos de menos, porque «Render Me Numb» o «Lungs» suenan como clásicos.
Nocturnidad y rock instrumental
Le cedieron el testigo a los co-cabezas, Toundra. Propuestas muy diferentes pero con un denominador común que es el reconocimiento que están alcanzando fuera de este país a veces bastante hostil al rock. Eso y el trabajo, claro. Toundra se enfrentaron con «Vórtex» a la difícil expectativa de superar un paréntesis en su carrera como fue el debut de Exquirla junto a Niño de Elche. Han regresado con temas que frenan en cierto modo la expansión progresiva de «IV» para volver a implosionar hacia la pegada de sus comienzos. La verdad es que eso en directo no importa mucho, pues los temas nuevos se funden bien con el repertorio de diferentes épocas y quedó patente que hay un sonido Toundra dónde hace 10 años decíamos post-rock o post-metal. La única pega fue que las guitarras estaban muy abajo en la mezcla en la primera parte del concierto (siempre desde nuestra posición), haciendo que su arena-rock instrumental fuera algo menos triunfal de lo que debería.
Toundra haciendo el saludo del rock Foto: TAOM
Las dos propuestas que venían después podríamos decir que surgen un poco a rebufo de similares movimientos. Jardin de la Croix son prácticamente contemporáneos de Toundra y siempre se enfocaron a un aspecto mucho más técnico. Conscientes de que marear instrumentalmente es impactante pero puede tener los días contados, han intentado caminar hacia melodías más memorables. Así, los pianos fueron un novedoso pilar en su directo que ayuda a desengrasar la atención respecto de otras señas de identidad más clásicas, como el tapping extremo.
En cuanto a Viva Belgrado, siempre he pensado que son en cierto modo hijos, entre otros, de las propuestas de Toundra y de Berri Txarrak, lo que hace más curioso la presencia de las 3 bandas en un mismo festival. No les habíamos visto desde hace un tiempo y esperábamos alguna sorpresa como que se tocaran ese polémico «Guillotinas» con el que quisieron poner punto final a la época «Flores, Carne». Pero no, su directo es el mismo de siempre. Y lo decimos con algo de decepción, pero sólo porque les hemos visto muchas veces. A buen seguro que no se quedaron indiferentes los que vieron a Cándido arrancar el concierto a grito pelado y sin micrófono, para luego más tarde hacer sus números de seudorap o culminar con las tremendas catarsis de «De Carne y Flor» o «El Gran Danés».
Viva Belgrado en pleno momento de intensidad Foto: TAOM
Pena nos dio no poder ver a Nerabe y su prometedor espectáculo de motocross, que tenían un papelón cerrando, como banda de corta trayectoria y sonido más melódico y bailable que los grupos que les habían precedido. Pero los rigores de la edad y de los checkouts de los hoteles hacían recomendable ir a dormir si quería sobrevivir a las 10 horas de jornada que nos esperaba el sábado.
LEER CRÓNICA DEL SÁBADO: Berri Txarrak, Melange, Cuchillo de Fuego, Futuro Terror…