En las primeras horas de la tarde del sábado en Eibar había poco indicio de que ese fin de semana se celebrase un festival en la Ciudad Armera, al margen de unas pocas pulseras y camisetas delatoras por los bares de poteo. Quizá integrar el festival en el casco urbano, por ejemplo con un concierto en la plaza -había una fiesta de gimnasia rítmica a golpe de reggaeton a escasos metros del autobús de subida- sería un reclamo para esa parte de la ciudadanía que no está muy puesta en el cartel, pero podría interesarle probar. Al fin y al cabo, hablamos de un festival lleno de propuestas underground y nadie nace «estudiado».
Back to the roots (of rock n’ roll)
Al acercarse la hora de la primera actuación, fuimos testigos de un pequeño rifirafe de la organización con el personal de autobuses, que no consideraba que hubiera que subir a la gente al recinto hasta no alcanzar una cifra determinada que hiciera el viaje rentable, por así decirlo. Se solucionó y pudimos llegar sin problema antes de que la primera banda, los locales Comité Eléctrico, hiciera acto de presencia con una sólida y clásica propuesta de blues rock n’ roll en castellano ante amigos y fans, algunos bien uniformados con camisetas de la banda.
A continuación los madrileños Doble Capa se presentaron en formato dúo instrumental, batería y guitarra cigarbox evocando sonidos de blues arrastrado en los que introducían sin rubor tintes metálicos o cambios de ritmo más experimentales. No es que contaran con una audiencia loca -tampoco estuvo mal para esas horas en un festi de tantas bandas- pero agradecieron con mucha efusividad la asistencia, algo que fue la pauta entre la mayoría de las bandas del festival. Mud Candies tomarían el relevo con esa propuesta de bluegrass fresco, con guitarra, banjo y contrabajo y animado por una poderosa voz femenina.
¿Blues-math-rock? Doble Capa en acción. FOTO: TAOM
Psicodelia como puedas
A continuación vendrían dos propuestas psicodélicas de relumbrón. Primero, The Soulbreaker Company, que sufrieron algún problema de sonido pero aún así dieron muestra de su dilatada carrera. Personalmente y como ya suele ser habitual, ganó en su vertiente más rica en teclados siderales que en la más puramente hard-rockera. Un concierto más breve de lo deseado, con su cantante escénicamente muy entregado y dedicado repetidamente a que la injusticia de Alsasua no caiga en el olvido. Causa que también los madrileños Melange (y más bandas) hicieron suya a lo largo del festival, por cierto. En cuanto a lo musical, Melange también viven en unos años 70 perpetuos, aunque despegan su sonido del rock más clásico para flotar por ambientes del psych-folk, el kraut o incluso el jazz. Una propuesta embriagadora, pero quizá no tan festivalera, ya que no se enfoca tanto a la pegada como al ambiente.
Un nuevo-viejo rock euskaldun
Pero como hay para todo, los locales y veteranos Kokein arrasaron a continuación con su rock alternativo potente y melódico. No es de extrañar no sólo por lo de ser profetas en su tierra, sino porque también son dignos herederos, a su modo, de una vía abierta por Berri Txarrak para ese rock euskaldun que un día quiso escapar a los estrictos cánones del metal. Y aunque la cantante saliera a escena con un vestido de fiesta, poca tregua dieron a la caña, siendo el mejor calentamiento posible para lo que una mayoría del público esperaba.
Berri Txarrak, mundua ikusi nahi zuten. FOTO: TAOM
Berri Txarrak son historia, de la música euskaldun y mucho más. Y es uno de los pocos casos que puedes definir como «historia viva» sin ser un cuñado de manual porque efectivamente, siguen consiguiendo cosas. Por eso, sus conciertos tienen mucho de nostalgia, pero no dejan poso amargo. Sobre todo porque ellos son conscientes de lo que el público quiere y en Eibar, tras muchos años sin pisar la localidad, estuvieron de lo más acertados. El setlist no sólo tuvo fogonazos del pasado esperadísimos, desde las catarsis de «Zertarako Amestu?» y «Eskuak» a momentos que en Euskal Herria son más míticos que el txikiteo, como botar con «Ikasten» o machacarte las cervicales con «Oihu».
En la montaña rusa de temas nuevos y viejos, dos guiños a la parroquia local: una «Denak ez du Balio» con el batería de Kokein (y compañero de David como cantante en Cobra) y una versión de «David eta Goliath» de Su Ta Gar, emblema musical de la localidad y una banda que si ahora parece muy alejada, tuvo mucho que ver en los primigenios Berri. Un lujazo de directo de ese grupo de rock tan «normal», que muchas veces lo damos por sentado.
Triatlón punk
Eran de esperar las dos cosas que pasarían a continuación. Terminados Berri, muchos asistentes empezarían, a diferentes ritmos, a emprender el camino de vuelta a casa. Al EzDokFest le quedaba una potentísima recta final con el punk-rock como denominador común en una ruta Madrid-Alicante-Galicia que sería un lujo poder ver de seguido. Primero vendrían Biznaga con su veta canalla y urbana, que recuerda desde Eskorbuto a Paralisis Permanente. Bajo un telón que rezaba «Esto es un simulacro», como reza uno de los hits subterráneos de su segundo largo, comenzaron a soltar con bilis temas de ambas obras que han devuelto el punk con letras en español a un sitio de relevancia en el pop que nadie pensaba que fuera a recuperar. Mala hostia hacia la sociedad, pero buenas palabras para el País Vasco. Eibar fue aquella noche una ciudad tan buena para morir como otra cualquiera.
Biznaga ya se están buscando un pisito en Eibar. FOTO: TAOM
Con más melodía y punch directo, les sucederían en formato trío los alicantinos Futuro Terror, expertos en los himnos de corta duración, aunque con su último disco el repertorio se ha abierto a cosas diferentes como la balada ramoniana «Aelita» o el kraut navajero de «Espíritu», hitos de un tercer álbum con el que se han visibilizado más, aún siguiendo fieles a un estilo poco vendible. Otra banda sin duda cuyo hábitat natural es la pequeña sala, pero que en un festival de este cariz tiene también todo el sentido del mundo.
Y tras dos propuestas vitriólicas cada una a su manera, parecía muy acertado cerrar con el cachondeo ácido de Cuchillo de Fuego. Les dejamos entrar en nuestro espacio de co-working y hasta cerrar con esa particular celebración de las hazañas de la casa real que es «Forforcio» cayeron una retahíla de grooves cavernosos, riffs afilados y letras chocantes saliendo de una garganta retorcida. Y aunque, como era de esperar, la mayor parte de la audiencia ya había huido a la seguridad de sus hogares, fue un fin de fiesta memorable de bailes dislocados y muchas sonrisas.
Tras este feliz bautizo, ahora sólo queda saber si el festival tendrá continuidad. La gestión del EzDokFest en su primera fecha fue más fluida que la de festivales clásicos que están en mente de todos. Aquellos son mucho más complejos, sí, pero también cuentan con casi dos décadas de experiencia a sus espaldas. Es para felicitar a unos y también para repensarse qué ocurre en el negocio en general.
Por lo demás, algo ha despertado en Eibar y aunque nos consta que el bar EzDok seguirá programando conciertos más recogidos, sería deseable que su andadura festivalera no acabara aquí.
LEER CRÓNICA DEL VIERNES: Belako, Toundra, Viva Belgrado, Vulk…