La programación matutina del sábado era bien jugosa y esto nos hizo despegarnos pronto de la sábana pese a saber que la jornada sería larga. A primera hora, McEnroe emocionaron en La Ribera con ese preciosista slowcore que les hace uno de nuestros grupos más singulares. Después llegaría el turno de León Benavente que, muy encendidos, se pegaron un gran baño de masas al sol en el kiosko del Arenal. Por último, Juventud Juché contaron con una afluencia más discreta en Jardínes de Albia para quienes estaban por disfrutar de su ruidoso post-hardcore. Los tres grupos tocarían también el recinto horas después, pero así nos evitábamos el solape además de tener la oportunidad de verles en marcos que a mi gusto son más adecuados que un propio escenario de festival.
La tarde iba de féminas que por cierto han estado más representadas este año o esa impresión nos dió. Primero Soledad Vélez dio muestras correctas de electropop y después Courtney Bartnett se presentó como la promesa del indie de guitarras. Quizá aún haya altibajos en su repertorio pero el sonido con mordiente, la entrega y los visuales entre fumetas y naif hizo que valiera la pena.
FOTO: Óscar Tejeda
Optamos después por ver el hardcore-punk de los ingleses Bad Breeding más que nada por lo de ser una rareza dentro del cartel. La asistencia fue, como era de esperar, baja, pero el conjunto le puso actitud hooligan. Algo cliché tal vez, pero es lo que hay.
Y así llegábamos a uno de los momentos esperados del día. Aunque se retrasaron muy pronto, con luz de día, tocaban Tame Impala en Bilbao. ¿Tirarían por repertorio viejo o antiguo? Pronto descubrimos que daba igual, todo el setlist seguía la línea extática de «Let It Happen» sobreponiendose con mucho los beats a sonido atronador sobre las guitarras de los que en teoría los australianos eran unos esperados revivalistas. Por momentos se hizo muy pastoso. Pudimos comprobar a continuación como los teloneros de su gira Jagwar Ma, tiran a la electrónica con menos complejos y si bien no tienen los singles de Kevin Parker, en lo suyo no hay trampa ni cartón.
La poca fortuna siguió con unos Foals algo sosos, incapaces de revivir la magia de sus hits en directo. Tan sólo hacia el final del concierto empezaron a mostrarse medianamente vibrantes. Si son unos de los recien ascendidos a la condición de cabezas de cartel de festival y su entrega es siempre tal, quizá no se lo merezcan.
Cansados de bluffs internacionales, apostamos seguro con Triángulo de Amor Bizarro, una de nuestras debilidades desde siempre. Tampoco fue su mejor concierto, tirando en ocasiones al caos excesivo. Y tampoco nos cantaron su ya muy querida versión de Beach Boys en galego, pero por lo demás nos explotaron los sesos como siempre. Aún llegábamos a tiempo de ver algo de Wolf Alice, último concierto de rock en una carpa saturadísima y sobre el que sacar conclusiones sería precipitado.
En definitiva, una jornada de cierre más bien discreta para un festival que funcionó bien en lo musical y sin mucho caos organizativo aparte de los clásicos derivados de la subida al monte en autobús. Hace un par de años se lanzó el globo sonda de que tal vez habría que cambiar la ubicación pero a la luz de la edición de este año, con nuevo acceso al camping, escenario electrónico, etc. no parece algo que esté en la agenda ahora mismo.
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