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Arcade Fire – The Suburbs

Arcade Fire - The Suburbs portada
Mercury/Merge, 2010
Productor: Markus Dravs & Arcade Fire
Banda: W. & W. Butler, R. Chassagne, J. Gara, T. Kingsbury, S. Neufeld, R. R. Parry

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8.7

Ya comenzamos a soñar ante la posibilidad a finales del año pasado: en 2010 habrán transcurrido tres años desde Neon Bible, por lo que toca álbum nuevo de Arcade Fire. Ciertamente no es algo común últimamente el seguir tan a rajatabla la pista de una banda, ya que de un tiempo a esta parte, con la marabunta de álbumes que la red nos ofrece mediante libre acceso, pocos grupos pueden gozar del lujo de que todo su público potencial, en este caso la esfera indie al completo y un buen pedazo de la mainstream, esperen con expectación y hasta ansiedad su nueva obra. Pero los de Montreal forman parte de tan reducido reducto (¿quizá únicamente junto a Radiohead y, puede que, Animal Collective?) por méritos propios desde el pelotazo que supuso su ya clásico debut Funeral.

Tal como habíamos presagiado, no nos equivocamos con nuestras cábalas: en pleno Agosto, como queriendo aparecer de tapadillo mientras los modernillos/hipsters rondaban por la playa tomando caipirinhas y escuchando su ipod al sol, aparecía por fin la portada del coche familiar aparcado frente al chalé, destinada a ser icono del indie contemporáneo. Semanas antes, un esquivo single, ‘The Suburbs/Month of May’ se había paseado por algunas tiendas de discos independientes en formato vinilo físico, y como digital en la página web del grupo, paliando apenas las ganas del personal de nuevas canciones. Pero ya con el disco en el ordenador o en las manos, sólo quedaba dar paso a la decepción que pudiera suponer el primer traspiés de una carrera corta pero inmaculada, o la continuidad de la gloria.

Buenas Vibraciones en lugar de Malas: ‘The Suburbs’, la canción, suena más gloriosa como primer tema del álbum que como single aislado. Una forma dulce de comenzar: sonido limpio, más inmediato y terrenal, los nuevos Arcade parecen querer sonar más accesibles, menos torturados. Pero siguen siendo quiénes son y la épica y la grandilocuencia no tardarán seguro en aparecer. En todo caso, estribillo matador ‘something I can’t believe it/i’m moving past the feeling’, que suena más nostálgico que trágico. Los Suburbios, chalés, utilitarios, niños corriendo, tardes eternas… los canadiense recuerdan su infancia y la de gran parte de los de su generación. La muerte queda de lado por una vez.

Así que ya estamos más que preparados para lo que se avecina: ‘Ready to Start’, segundo single, es el siguiente pelotazo; hit instantáneo y de lo más rockero que los Butler y compañía hayan compuesto nunca. La cosa sigue; los temazos se suceden uno tras otro: ‘Modern Man’, primer momento de pausa con falso in crescendo; la barroquísima ‘Rococo’, abrumadora por sus arreglos, que continúan de manera frenética con los violines de ‘Empty Room’; para echar el freno unos instantes en el muy ‘springsteeniano’ medio tiempo ‘City With No Children’.

Se me viene a la cabeza el término ‘realismo épico’, leído en algún sitio poco antes mientras alcanzo el primer tercio del álbum. ¿Acaso las andanzas de siete niños de las afueras merecen esta epopeya? La primera dupla de dos no da tregua en este aspecto: ‘Half Light I’ y ‘II (No Celebration)’, esta última con los sintetizadores asumiendo protagonismo por primera vez en una canción del grupo, y que vuelve a unir el siempre presente fantasma del de Nueva Jersey con un nuevo gusto por el pop sintético. Inaudito hasta ahora; triunfo sin fisuras.

‘Suburban War’ es otro momento de melancolía, quizá la pieza más triste del disco, la que pone el toque fúnebre que no debe faltar nunca en un disco de los québécois. Muy al contrario que ‘Month of May’, que es un puñetazo de vitalidad, de rock del bueno del que este álbum viene bien plagado.

Pero, ¿es que acaso no hay bajones en este disco de dieciséis temas y sesenta y cuatro minutos de duración? Pues no, ya que las canciones que en un principio parecían bajar un poco la calidad oídas de primeras, medios tiempos ambas, ‘Wasted Hours’ y ‘Deep Blue’, se muestran como ejemplos notables a las pocas escuchas. Incluso la primera de ellas se me ha hecho especialmente encantadora mientras escribo esta crónica.

Llegamos a la recta final con un nuevo crescendo que nos depara parte de lo mejor del conjunto. ‘We Used to Wait’ fue la elegida para acompañar al videoclip interactivo que ha sacudido la esencia del videoclip contemporáneo, como ya hiciera el de ‘Black Mirror’ en su día. Valiente decisión, ya que se trata de un tema más oscuro y reflexivo que los dos sencillos predecesores.

La cosa sigue más bien trascendental al comienzo de la segunda y última pareja del álbum, ‘Sprawl I’, que es casi una intro orquestada al culmen por todo lo alto que es ‘Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)’, lo más rematadamente pop que la la banda haya enseñado al mundo. Irresistibles líneas de teclados new wave de nuevo, acompañando a la aguda voz de Régine, para un tema por el que mataría cualquiera de las divas del pop que intentan acercarse al mundillo indie por cuestiones de moda.

Y, finalmente, con una fantasmal revisitación al tema inicial cierran el álbum, dandole carácter cíclico y rematando su naturaleza conceptual. Parece como si aquellos antiguos chiquillos, ya crecidos en apariencia pero que parecen defender la inocencia con toda su alma, quisieran pasarle el relevo a unos nuevos púberes. ¿Habrá alguien merecedor de recibir el testigo? Por ahora, y vistas las buenas notas sacadas, parece algo difícil.

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1 de enero de 2010