/Crónicas///

Pistoletazo de salida para el ARF 2011, un año de aniversario en el que la organización ha querido echar el resto y se le han complicado las cosas. Aún con todo, resultó un cartel lleno de lo más granado de diferentes variantes dentro del rock, pioneros que llevan una vida dedicada a esto, las bandas más consolidadas de la actualidad, regresos, bandas pocas veces o ninguna vistas por estos lares, etc. Estaba todo dispuesto, ahora tocaba disfrutarlo.

Comenzaron la jornada del jueves Bizardunak. Con sus letras descaradas tocando temas candentes de la política vasca y navarra desde el humor más ácido y su sonido totalmente alineado con The Pogues abrieron el festival ante los beneplácitos de los más fiesteros y para incredulidad de los rockeros más serios.

Pronto llegarían Eels. La verdad es que es una pena que una banda con la trayectoria de los de Mark Oliver Everett tuviera que tocar a horario tan temprano, algo que siempre devalúa la propuesta y encima en un día tan dedicado al metal. Visto lo visto después nos quedó claro que efectivamente merecían un mejor slot, viendo desastres como el de Rob Zombie. En fin, ciñéndonos a E y su compañía de barbudos, dieron un concierto eléctrico en el que tuvieron importante hueco la pareja dedicada a los instrumentos de viento, aunque en algunos temas se volvían cómicamente y quedaban quietos cual maniquíes.

Divertidos sobre el escenario (hasta el batería se arrancó a cantar un tema) tiraron de clásicos como «That’s Not Really Funny», «Novocaine for the Soul» o una «I Like Birds» interpretada en tono veloz y punk-rockero. Canciones insignes que alternaban con otras de menor relumbrón pero similar efectividad gracias al buen rollo que desprendían sobre el escenario. Y aunque nos dejaron sin la monumental “Mr. E’s Beautiful Blues”, el buen sabor de boca no lo quitó nadie.

 

DIFERENTES CARAS DEL HARD-ROCK

Llegaría luego el turno de la superbanda Black Country Communion. A ningún fan del hard-rock más clásico pudo defraudar en directo la comunión de Glenn Hughes, Joe Bonamassa, Jason Bonham y Derek Sherinian. Si bien se trata de revisionismo puro y duro, interpretaron con solidez un repertorio que recorre los caminos por los que han pasado sus bandas, del hard-rock al blues, el progresivo y las fases tempranas del heavy metal. Todo ello con un sonido meritorio, la solidez instrumental que se les supone y un Hughes derrochando voz que hasta se marcó una versión de su época en Deep Purple.

The Cult visitan las tierras vascas con cierta asiduidad en los últimos años. Es por ello suponemos, que los británicos fueran relegados a tocar antes de un Rob Zombie más simplón y menos propio de un festival rockero. Y es por ello también que podemos comparar para decir que el jueves no fue el día de la banda, especialmente de Ian Astbury. Disperso a todos los niveles, la banda tuvo que prescindir de su carisma y salvar la papeleta con las armas que le quedaban, el siempre solvente Billy Duffy a la guitarra y un puñado de temas históricos como “Fire Woman”, “Sweet Soul Sister” o “Love Removal Machine”, entre otros clásicos infalibles de su repertorio. Algunos siguen en Mendizabala buscando al enigmático “Señor Piso” al que tanta referencia hizo Astbury.

FLOJERA METÁLICA

Por suerte para la dignidad de The Cult el espectáculo que estaba a punto de suceder iba a reemplazar el agridulce sabor de su actuación por otro mucho peor. Difícil de calificar como concierto, el espectáculo de Rob Zombie tan sólo pudo aprobar en estética, con sus telones de filmes clásicos de terror, sus disfraces y su esquelético pie de micro. Esquelético fue también su sonido, desangelado y poco definido, capaz de lo inimaginable, que los compases de temas como “More Human Than Human” o “Supercharger heaven”, clásicos de White Zombie, dejaran impasibles a mucha gente.

Cuando a ello se suman las más que evidentes carencias vocales de Rob para ejecutar unas tareas de lo más simples, continuamente evitando sílabas, lanzando pregrabados o intentando que cantara el público, eso no hay quién lo salve, ni una banda de mercenarios del más alto nivel como John 5 o Ginger Fish (ambos tuvieron espacios para sus solos) pueden conseguir que “Dragula”, “Scum of the earth” o “Superbeast” se acerquen a la inmediatez melódica y bailable del estudio.

Sinceramente, nadie salvo los más acérrimos de su figura esperaban algo grande de Ozzy Osbourne y no nos equivocábamos. La edad hace mella y, aunque conserva en un estado bastante bueno su atípica voz, su presencia escénica es un poco cómica o penosa, depende el humor con el que te lo tomes. Dando extrañas palmas desacompasadas, movimientos del catálogo de Chiquito de la Calzada y el detalle de la pistola de agua que se sacó casi al principio así de repente para no volverse a saber. “Entrañable” fue el adjetivo más repetido para referirse a este abuelo del heavy metal.

Respecto a la banda, es clave no hacer comparaciones con la etapa mítica de Black Sabbath, ni aún cuando se tocan «Paranoid» o un «Iron Man» destrozado por Ozzy coreando la música. Sonaban competentes, aunque resultaba muy ridículo ver al guitarrista ondeando su pelo al ventilador como si se hubiese quedado anclado en los 80. Brillaron entre su repertorio las populares “Bark at the Moon” o “Crazy Train”, pero fue un concierto del que sólo los más fans guardarán buenos recuerdos.

KYUSS TRIUMPHS!

Kyuss Lives! estaba en todos los puntos de miras. La gira de John García hacía escasos meses, aunque correcta, desató opiniones de todo tipo y lo que está claro es que distaba mucho de lo que se espera de Kyuss. Este paso más allá resultó mucho más satisfactorio siendo. El mismo García parecía más motivado aquí y a la voz no falló. Su presencia escénica no era muy allá, con su típica pose de agarrar al micro y mover la pierna de lado, pero si se le veía ya en el atuendo que esto era cosa seria. Demasiado seria tal vez para Nick Oliveri, al que casi somos incapaces de reconocerle tan estático y callado. La diferencia de Brant Bjork a las baquetas sí que se notó y sólo nos faltó claro, escuchar el verdadero sonido de guitarra de Kyuss, ya que repetía con ellos Bruno Fevery, que ya acompañara a García en la primera toma contacto con este clásico repertorio. Mejoró, pero siguió siendo el punto chirriante de la formación.

Un público ansioso de Kyuss se dedicó a corear y saltar desde el minuto uno hasta el final, independientemente de si sonaba rock revolucionado de “100 Degrees”, munición para headbangers como “El Rodeo” o por supuesto uno de los temas de hard-rock más emblemáticos de su década, “Green Machine”, redondeando un setlist perfecto. Sólo nos queda la espina de no ver a Josh Homme subirse al camaro para cruzar el desierto con el resto de sus compañeros. Aunque, quién puede culparle, viendo a sus QOTSA en tal forma como veríamos al día siguiente.

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23 de junio de 2011