Se confirma lo que parecía obvio y es que Pixies iban a seguir explotando su regreso a la actividad discográfica en formato EP. El trío, que acaba de echar a Kim Shattuck por ridículos motivos y reclutar nueva mercenaria al bajo, ha vuelto a autoeditarse esta segunda entrega que repite el formato de 4 canciones, aunque en esta ocasión la mayoría ya las conocíamos de sus directos.
Abriendo fuerte con los riffs eléctricos y el ritmo rotundo de «Blue Eyed Hexe», los Pixies vuelven de la forma más hard-rockera posible. Tras la mala acogida que en algunos de los sectores más abanderados del indie contemporáneo brindaron a su primer EP, casi parece una venganza presentar como single esta especie de versión cafre de AC/DC con aires de boogie y Black Francis rasgando la garganta.
Quizá el número más asociable a los Pixies de siempre, «Magdalena», suena a descarte de Bossanova, con su aire melódico y a la vez fantasmal. Ese es un poco el problema de fondo, ¿queremos que una banda así se repita? Parece que ellos han sentido un poco esa presión e incluso el propio Black Francis ha intentado, según sus propias palabras hacer algo tan ridículo como suplantar «Gigantic» con otro tema con similares aires de grandeza. El resultado es «Greens and Blues», seguramente el mejor tema de Weezer desde 2001. Al margen de la broma, se trata de una pluscuamperfecta «power ballad» con toque emocional de estadios que quizá no le siente tan bien a los Pixies como a cualquier otra banda de rock.
«Snakes» finaliza el EP sin ofrecernos tampoco la rareza deseada, tomando forma de un pop con aires de spaghetti western repuntado por alguna travesura de Joey Santiago y destellos a The National. Se cierra así un segundo EP que dista de ser malo en sus partes, pero del que esperábamos más. Si bien aquí quizá los fans tengan más trozos del pasado a los que agarrarse, la calidad compositiva general no es tan sólida. Y sobre todo, empiezan a verse las sombras de este nuevo formato de 4 canciones estándar, con el que es imposible que la banda describa las prodigiosas dinámicas que poseían sus discos de estudio.