Sé que a los discos hay que darles una escucha meditada antes de emitir una reseña. Pero siendo una banda tan insigne como los Pixies y en una dosis tan pequeña, no he podido resistirme y frente al aguafiestismo fácil, creo que merece la pena sacar la cara a los Pixies de 2013, aunque poca falta les haga. Hablo del nuevo EP que los de Boston, han sacado así, de la noche a la mañana. Sin adelantos. Sin teasers. Sin virales. Sin sello. Sin Kim Deal. Sólo cuatro canciones que nos han caído repentinamente sin que pudiéramos crearnos expectativas previas. Es una sensación refrescante y que vuelve a hacer excitante el escuchar un disco (o EP) por primera vez. El cuarteto, ahora con Kim Shattuck (The Muffs) a bordo, ha sabido utilizar su relevancia para hacer lo que les ha venido en gana y ya sólo por eso cabe felicitarles.
Eso sí, con la noticia de que ya podíamos comprarnos el disco, llegaba el vídeo del single «Indie Cindy». La verdad es que mirando los bautizos de los temas la cosa pintaba francamente mal. «Indie Cindy, What Goes Boom…», menudo miedo. Con esas ideas para títulos de las canciones, cómo será la música, pensé. Pues «Indie Cindy» es, rara. ¿Qué adjetivo hay más apropiado para Pixies? Hilada por una melodía de fondo, se adentra en un complicado rock garajero de traspieses rítmicos sobre el que Black Francis se dedica a soltar su perorata de manera libre con aires entre Mark E. Smith y Jeffrey Lee Pierce. Un clima salvaje que da paso a un luminoso estribillo pop que será el gran beneficiado de todo el caos y ruido de las estrofas.
No vamos a negar que hay en estas canciones algo diferente. Francis siempre fue la cabeza pensante de la banda, pero no es lo mismo serlo a finales de los 90 cuando se trata de tu proyecto musical vital, que en 2013 tras una dilatada carrera en solitario. La sensación de que este es un disco de Frank Black & The Pixies está ahí. Aún más cuando escuchamos la estruendosa «What Goes Boom» que tiene tanto unas guitarras muy Pixies como una obsesión eléctrica y coqueteos hard-rock más propios del trabajo de Black en solitario. Tremendamente contundente, intercalando los estallidos casi metaleros del estribillo con la ensoñadoras estrofas, promete ser una nueva favorita en directo.
Indudablemente estas canciones están más cerca de un «Teenager of the Year» que de un «Surfer Rosa», pero ante todo hay que saber de qué grupo hablamos. «Another Toe in the Ocean» es una canción relajada marcada por esos bajos tan suyos (tan de Kim Deal en realidad) y que muestra a una banda más clásica que nunca, basada en unas melodías muy californianas y sus consiguientes aires playeros rematados con coros y riffs vaporosos. Es pegadiza al extremo y suena inmortal. Terminando en orden inverso, la más chocante es «Andro Queen», que abre el disco con voz filtrada y un tono épico, casi más propio de, por ejemplo, Arcade Fire. Como canción se queda un poco a medias y desde luego es la menos asociable con la banda que conocíamos.
Pero, pensemos en la efímera y sin embargo sólida carrera que los Pixies llevaron en su día, en la evolución en cada uno de sus discos y en la riqueza interna de cada uno de estos. ¿Podemos decir que tenían un sonido tan definido como para acusarles ahora de desviarse de él, cuando probablemente si hubieran grabado otro disco en su día, hubiera vuelto a sorprender? Pensemos también en el seguimiento de la banda, que quizá cuente con el culto más numeroso y a la par heterogéneo de la música alternativa. Rockeros, amantes del pop indie, partidarios de lo eléctrico y experimental… Pixies es la banda rarita que acabó haciéndose con los corazones de casi todo melómano. Sólo bajo ese prisma cabe juzgar sus nuevas composiciones.