Pese a que queríamos creer en el dúo de Vancouver de por vida, el tercer disco de Japandroids marca una evolución que hasta un tarotista televisivo de madrugada podría haber avanzado. Pero no queríamos. Éramos más felices aferrándonos a su felizmente abrasivo primer disco. O a su segundo disco, del que miramos para otro lado con algunos tics de arenarockerización porque en el fondo era un buen compendio de himnos para hacer el garrulo en directo con coartada indie.
Pero el impacto del tercer disco de Japandroids no hay buena intención que lo salve. El dúo ha recurrido a casi todos los tics de la madurez. Han buscado ampliar sus horizontes, algo muy lícito si no hubieran buscado en los lugares comunes del pop pulido y la radiofórmula. Y han apostado por ir otro paso más allá en cuanto a producciones limpias, reduciendo la pegada de la batería, incidiendo en arreglos incluso electrónicos que no dejan de resultar alienantes para una propuesta que siempre destacó por la frescura y la naturalidad de dos chavales sudando la camiseta a base de hacer ruido con instrumentos básicos.
Amarga introducción aparte, «Near to the Wild Heart of Life» empieza bien. De hecho empieza en su cima con el tema que le da título. Exultante, tiene todos los ingredientes que hicieron de «Celebration Rock» un disco para, en fin, para celebrar. La excitación al escucharlo está asegurada, ¿cuántos más momentos así nos deparará el disco? Lamentablemente, ninguno. Nos conformaremos, por ejemplo con esa agradable aproximación al croon-rock springsteeniano de «North East South West». El viraje folkie parece tener que ver con un mayor enraizamiento en el continente americano a través de las giras, que son uno de los temas principales del disco. Y es un viraje correcto. Como correctas son «True Love And A Free Life Of Free Will» o «No Known Drink or Drug». Son canciones en las que trabajan muy bien esas producciones que podrían tener lo mismo U2 que Snow Patrol y que parecen basarse en un universo lírico que tampoco es precisamente el de Dylan.
Esta espiral de creativamente destructiva madurez les lleva a tocar fondo con los efectos electrónicos de la dupla que forman la canción más corta y más larga del disco. Hablo en primer lugar de la absolutamente inane «I’m Sorry (For Not Finding You Sooner)», demasiado pretenciosa como interludio, demasiado vacía para considerarse canción. Y en segundo de la eterna, en el sentido negativo de la palabra, «Arc of Bar», que suena a 90’s pero no a los que nos gustaría. Evoca las producciones pop más sinsorgas de la época, esas que sampleaban guitarras a base de sintetizadores. Y cuando estás perdido en el tedio que con tanto empeño crean, piensas: ¿es esta la misma banda de «Young Hearts Spark Fire»? ¿la misma que incluyó un cover de The Gun Club en su segundo disco? ¿estaré envejeciendo yo igual de mal?