Sr. Chinarro y Sevilla, amor y odio, frustración y atracción. Aunque parezca que Antonio Luque reniegue de su ciudad natal y urbe que enmarcó los tres primeros lustros de de su carrera musical en pro de su adquirida ‘malagueñidad’, es innegable que sigue habiendo una relación muy estrecha entre el artista (y personaje), su música y el público; sobre todo aquel, ya veterano, que lo ha visto crecer desde los tiempos de «Pequeño circo» (1993). O al menos eso parece decir el lleno absoluto, otro más, que se vio en el CAAC con motivo de su ya incontable nueva actuación en la ciudad.
No era una más. Chinarro disolvía la banda con la que llevaba girando siete años, Jordi Gil, Javier Vega y Pablo Cabra, justo para entrar a grabar un nuevo álbum que se anuncia doble, al igual que el tibiamente recibido “¡Menos samba!”, y para quién sabe qué planes de futuro con respecto al directo. Inicio de una nueva etapa, algo por otro lado habitual en la carrera de Luque, experto en renegar de su obra anterior y en cambiar de tercio cada cierto tiempo.
Pero aún había que cerrar la anterior y quizá por ello, empezando, como ya lo hiciera en su concierto de Territorios 2011, con “Ni lo sé ni lo quiero pensar”, una de las mejores piezas del excelente “El mundo según”, basó su repertorio en ese álbum y los posteriores, “Ronroneando” y “Presidente”; con apenas espacio para tiempos anteriores. Curiosamente, su último trabajo quedó representado escuetamente por “Brasilia”, la sincera “La ley de Murphy” y poco más.
No hubo ocasión esta vez para rescates de los noventa como la usual “Quiromántico”, y de hecho hasta el bis no cayó nada del aún no muy lejano “El fuego amigo”. Pero seguro que los fans, sobre todo los de última hornada, convertidos durante su época más desprejuiciada y, sí, ‘alegre’, agradecieron poder escuchar durante un buen rato muchas de las mejores canciones pop que se han hecho en el país en los últimos años: “El gran poder”, “Del montón”, “Vacaciones en el mar”, “San Borondón”, “Tímidos”, “El lejano oeste”…
A Antonio, descamisado hacia la mitad y muy parlanchín, que bromeó bastante y hasta saludó y dedicó algún tema a amigos entre el público, se le vio a gusto a pesar del tremendo calor. La banda se mostró perfectamente compenetrada, fruto de todos esos años tocando juntos, y en conjunto, actitud, canciones, sonido y buen ambiente resultaron en un concierto muy eficiente; que apartó aún más lejos el recuerdo de aquellos desplantes en directo de pasados difíciles.
Tal fue la buena acogida que, tras una hora escasa y dada la insistencia, el cuarteto volvió, empapado en sudor, a rescatar “El rayo verde”, la canción más antigua que tocaron esa noche. Fin de ciclo, tocaba a reglón seguido vacaciones y luego afrontar nuevos panoramas musicales. Ignoramos si seguirán una senda continuista o no, pero lo que sí sabemos ya es que echaremos de menos esta formación, la mejor en directo que ha tenido Sr. Chinarro.
