A priori parece algo injusto que, cuando John Doe comparte cartel con Slim Cessna’s Auto Club, sea la veterana figura del punk reconvertida a folk-rockero a la que le toque abrir una sesión doble dominada por los sonidos de raíz y la tradición musical americana. Una vez visto los conciertos de ambos lo entenderíamos perfectamente.
Porque John Doe dió un sublime concierto de country-rock, con partes más o menos rockeras, pero siempre rebosando elegancia, autenticidad y un clasicismo para nada aburrido. Decir que alguien que lleva tanto tiempo en este negocio se distingue por su clase llega a ser un tópico, pero es que es así. Él lleva en esto de unir country y folk al rock durante muchos años, pero su música se enmarca dentro de la coyuntura actual en la que el estilo es plenamente aceptado e incluso alabado, entre el Johnny Cash de los últimos tiempos, Neil Young y las melodías de la América profunda de los Drive-by Truckers.
Cantando sus historias con su guitarra y arropado siempre por las voces femeninas de su corista, ofreció un concierto ciertamente animado basado en su último Keeper, ondeando entre temas divertidos como «Never Enough» o «Jump Into My Arms» y tonos más oscuros como «Handsome Devil» con otros pertenecientes a su antiguo repertorio. Todo ello acompañado de una banda más que competente, que terminaba de configurar un bajista, un batería y una teclista.
Después, salió la tropa de Slim Cessna’s Auto Club a escena y comprendimos inmediatamente por qué los de Denver merecían el puesto de titular de la noche. Y es que, aunque el sexteto no hubiera dado la talla musicalmente, que la dio y mucho, su sóla presencia escénica basta para comerse a cualquier artista que le venga detrás. Pobre John Doe si hubiera tenido que tocar tras estos locos. A destacar para empezar los contrastes de una banda compuesta por una mitad estática y una mitad completamente loca. Entre los primeros, batería y contrabajo, por razones obvias muy pegadas a su instrumento. También aquí el peculiar teclista con actitud calmada tocando con parsimonia y pasotismo patrones sin complicación que destacaba por un atuendo muy alejado del resto (sombreros y hebillas de vaquero, etc); ¡un chandal!.
Y luego teníamos la otra parte, la que daría juego. En un papel más discreto Dwight Pentacost, que se pasó gran parte del concierto con una guitarra de doble mástil con perturbadora imaginería religiosa (un holograma con la virgen y jesucristo). En cualquier otra banda, este elemento junto a la frenética disposición del barbudo, que también cogió el banjo para algunos temas, hubiera sido el centro de atención. Pero es que aquí teníamos a la pareja de oro, Slim Cessna y Munly Munly que aparecen en escena como si fueran dos personalidades diferentes de la américa profunda. Cessna, con sus gafas su barba y su gorra, parece un redneck cualquiera, mientras que Munly, con ese pelo engominado y ese atuendo riguroso negro parece poner el toque más oscuro y de predicador. Pero esta percepción se pone patas arriba cuando ambos coordinan coreografías que rozan lo esperpéntico para una banda de esu estilo o se enzarzan en teatrales conversaciones, ya sea abrazados o uno en el escenario y el otro entre el público, etc.
Y es que no faltó la interacción con la audiencia a casi cualquier nivel posible, incluso rozando el acoso a algún que otro fotógrafo y en este sentido algunos pobladores de las primeras filas de la fecha bilbaina dieron mucho juego a la pareja. Lo que hace todo este show más surrealista es que, pese a su tono evidentemente humorístico, su semblante no esboza sonrisas. Si reverencias ante el público, que uno ya no sabe si son reales o parte del show, todo toma un ambiente de irrealidad muy peculiar.
Todo esto supongo que quedaría en una pachanga sin más, pero es que sonaron ridículamente bien, con “This Is How We Do Things In The Country”, «Americado» o «He, Roger Williams» muchísimo más contundentes que en disco con lo cual les colocamos ya en la lista de mejores conciertos del año y estamos bastante seguros de que contaremos con la palma de una mano los que lo superen. No se qué ocurre en España con las bandas de Denver que siempre las descubrimos tarde. Nos pasó ya con 16 Horsepower/Woven Hand y esta pandilla de freaks lleva años ya en la carretera. Eso si, teniendo en cuenta que hace escasos meses habían estado en El Balcón, estamos seguros de que a la próxima, no se estará tan holgado en el Kafe Antzokia. Eso si no les vemos antes en algún festival.