Apenas regresados del Primavera Sound, tocaba acercarse para ver en sala a ese grupo que casi nunca vemos en el Primavera Sound, pese a que siempre está. en efecto, Shellac extendían esta vez su gira por la península y llegábamos a tiempo para su fecha bilbaina en un Kafe Antzokia que, como ya diría Bob Weston, se conocen ya bien.
Un tweet de la sala nos alertaba de que estuviéramos a tiempo para ver al telonero. Un tal Romain del que nada sabíamos y fue la revelación de la noche. Este simpático y comunicativo gascón, apareció con camiseta de Mastodon para ofrecer sin embargo una experiencia más cercana al drone y el post-rock ruidoso con raíces folk y nombres flotando como Om o Godspeed You! Black Emperor. Pero para entenderlo habría que hacerse una idea de ese engendro un tanto arcano que tocaba, una mezcla de las virtudes de una zanfona, con extremidad de guitarra eléctrica y posibilidad de tocar también con arco. A esto le sumaba la percusión que invocaba con los pies.
Pese a que tuvo ciertos problemas de sonido por los que se disculpó (o no hubiéramos notado nada), sacó de esa poderosa hormigonera giratoria unos cuantos mantras llenos de gravedad psicodélica, oscuridad exótica que parecía venir de civilizaciones remotas. Y no hablamos de minimalismo, él solo conseguía sonar imparable, con muchos matices y confieso, dado mi desconocimiento del instrumento, que no tengo ni idea de cómo ni por dónde sonaba todo aquello. Un concierto tanto místico como muy cercano en la comunicación con el público, ya que se empeñó en leernos textos que había pedido que le escribieran en euskera, entre ellos también el agradecimiento a Shellac por dejarle tocar antes.
Cuando Shellac salieron a escena pudimos apreciar que la sala se les había quedado grande esta vez. Es normal, pero buen indicativo de que por mucho empeño en que una marca popular como Primavera Sound ponga, un grupo así no se puede poner simplemente de moda. Al final cae por su propio peso y el post-hardcore y math-rock de los de Chicago no es un plato para cualquiera. Más hardcore que otra cosa hubo en el concierto, sólo que con la ausencia total de pogos.
Con la tensión de «Prayer to God» y con las luces encendidas e inmóviles, comenzaron un setlist que no varió mucho de lo que suele ser su show, salvo por los temas nuevos que tocaron. A camino entre la experimentación y ese cachondeo seco tan suyo, pudimos ver que la banda sigue a lo suyo y que, pese a que les encontramos cada vez un poco más viejos (esa barriga de Albini desbordando su guitarra atada a la cintura), su música parece anclada en la época en que ayudaron a definir nuevos sonidos.
No faltaron tampoco himnos post-hardcore como «Steady as She Goes» o el ya mítico show de Albini recitando «The End of Radio» mientras Todd Trainer recorre el escenario haciendo sus peripecias (en este caso con una celebrada casualidad en la que una baqueta lanzada rebotó en el techo y golpeó un platillo) y Bob Weston pues…. toca el bajo secuenciadamente mientras marca la duración dando pasos en diversas direcciones. Tampoco faltó la clásica ronda de preguntas que como de costumbre fue poco aprovechada ni la invitación de Albini a charlar después. Son gente de costumbres estos Shellac, algo curioso dada su rareza. Se les ha visto mejor y se les ha visto peor, pero siguen ofreciendo algo peculiar.