/Crónicas///

El viernes la cosa empezó con Damien Jurado. Tenía ganas de estrenar el Auditori y parecía esta una actuación que no fuera a deparar demasiado mogollón. Estaba muy equivocado al llegar y ver una cola bastante grande y serpenteante cuando ya suponía que llegaría con la gente dentro. Total que se produjo un retraso importante y cuando entramos el concierto ya había comenzado, cosa incomprensible. Al menos sirvió para ir comprobando lo pesado que es el acceso a tan ilustre escenario, con varios controles de seguridad y demás. En cuanto a lo estrictamente musical, el joven de Seattle tuvo una actuación impecable e incluso diría que brillante. Él sólo con su guitarra llenó un auditorio que siempre impone más que tocar al aire libre para gente charlando y birra en mano. Por si fuera poco, se mostró encantador y bromista, lo que puso el contrapunto a su folk no exento de ganchos melódicos bien sólidos.

Al salir, el paso por el Pitchfork obligaba a quedarse a ver terminar a los Crystal Stilts, especie de jóvenes Jesus & Mary Chain liberados de oscuridad. Y es que aunque su música suene como si estuvieran entre nubarrones, su directo es más bien divertido, sin pasarse, pero bueno. Eso sí es su teclista y no el pelirrojo cantante, el que hace de frontman y enlace con el público. Me sorprendió (y decepcionó) que no tocasen uno de sus temas para mi más carismáticos, la propia «Crystal Stilts», en especial no teniendo un repertorio muy amplio que se diga. Durante el tiempo que vi a Jason Molina y los suyos, Magnolia Electric Co. parecían cumplir de maravilla en ese alternative country del que son tan importantes como los Jayhawks que tocarían al día siguiente.

|Primavera Girls|

Radicalmente distinta la propuesta de Bat For Lashes que contó con el escenario grande a su disposición. El marco es definible entre lo kitsch y lo inquietante con una cabeza de ciervo, figuras de ángeles, guirnaldas plateadas y demás parafernalia para adornar el show de Natasha Khan y su talentosa voz, cuya carga de nocturnidad chocó frontálmente con el hecho de tener que tocar a la luz del día. Decidí tras un tiempo, picar de una propuesta un poco más animada, la de Los Punsetes, que dieron en el Vice una actuación donde no faltaron sus pequeños hits indies como «Dos Policías» o «Pinta de Tarao». Su pop de lírica retorcida brilló incluso a la luz de la tarde e impresionó al tiempo el estatismo mortuorio (con vestido a juego) de su cantante. Peculiares, como no podía ser de otra forma.

De vuelta al Pitchfork presenciando brevemente como los Sleepy Sun creaban su climas setenteros, seguía el poderío de las mujeres con las risueñas Vivian Girls, unas chicas que se dedican a hacer un garage-pop bastante fresco y natural, con un toque amateur que desde luego, conservan en directo. Una espontaneidad que les lleva a hablar mucho con el público como si dieran un concierto entre amigos o a intercambiar sus instrumentos. Total, tampoco es que ninguna de ellas sea precisamente virtuosa con el suyo. Desde luego, dieron lo prometido.

Llegarían después unos Spiritualized que se prodigan mucho por España. Aún a riesgo de sonar cafre, la ruptura de Jason Pierce con las drogas ha supuesto también la ruptura del timón de la banda. Porque si bien nos emocionó enormemente con la muy cuidada puesta en escena de sus ‘acoustic mainlines’ hace un par de años, la mezcla de rock y gospel que elaboró en el Forum cuajó en momentos muy puntuales y en los que muy mal habría que hacerlo para fallar. Como ejemplo, «Come Together» sonó imparable, pero «Think I’m In Love» fue un total desperdicio al que asistimos impotentes. Por si fuera poco, los temas nuevos fueron interpretados con muy poca sangre y en definitiva el concierto fue regular para lo que nos tenía acostumbrados. Jason decídete, o te entregas de lleno a la música negra o a la electricidad, pero haz una de las dos cosas bien y no ambas de suficiente raspado.

|MBV: Si me engañas dos veces sigue siendo culpa tuya…|

En fin, terminando lo de Pierce y compañía tocaba ir a la previsible cola para My Bloody Valentine, aún con ticket de reserva. De camino, se vio a los Pains of Being Pure At Heart sonando genial y mucho más rockeros y contundentes que en disco. Kevin Shields debería pagarnos una entrada para verles en su próxima gira por aquí. Total, que salí del recinto y llegué a la cola del Auditori cuya primera dificultad era ver donde terminaba ya que era un continuo sumatorio de gente, una experiencia un tanto kafkiana. Allí nos repartieron tapones de nuevo y los que estuvimos el jueves los aceptábamos de buen grado por lo que pudiera pasar. Bueno, pues esta segunda oportunidad que le di a MBV para sorprenderme con un sonido más cuidado se volvió en mi cara cuando vi que hicieron el mismo set y de las mismas formas. Y el sonido si que lo cuidaron, si. Se cuidaron de dejar sordos a los que aún no lo estaban del día anterior. La sensación volvía a ser la misma… curioso y desde luego en un festival como el Primavera con tantos atractivos lo mismo me dan unos MBV más (en serio) pero tanta gracia tampoco le veo a la broma. También acabaron igual, con 15 minutos de ruido sin ningún cambio que por supuesto decidí no tragarme. Aún así no llegué más que al final de Throwing Muses, una banda que realmente me dolió perderme porque pintó a conciertazo.

Desconsolado, decidí ver un rato a Jarvis Cocker. De acuerdo, es uno de esos artistas al que todo el mundo presta atención por Pulp, pero esta realidad no es del todo justa ya que su carrera en solitario es bastante interesante. Pero donde hay que convencer, sobre el escenario demostró un carisma increíble que me recordó, salvando mucho las distancias aunque no geográficas, a una mezcla de Ray Davies y Morrisey. Simpatía, entrega, teatro… bueno, en el caso de Jarvis, príncipe del pop dramático, hubo mucho teatro, mucho movimiento y mucha actitud rockera. Un torbellino de energía a valorar más si cabe cuando se le vio por el Parc Forum con bastón, por lo visto andaba lesionado y salió con unos calmantes dispuesto a darlo todo.

|Kanada is not dead|

Tras degustar un poco de la propuesta de Jarvis tuve que largarme al Vice para una propuesta algo más radical. El de Fucked Up era el concierto más punk del festival, al menos en un sentido clásico del término y mi reciente descubrimiento de esta banda provocó amor a primera escucha. Afortunadamente al estar en el escenario más apartado y ser una propuesta digamos un tanto extrema para parte del público se pudo estar muy a gusto pese a las horas de la noche. Y cuando digo muy a gusto digo en el pogo que se montó, el momento más divertido y sudoroso del festival. Y es que Pink Eyes la montó y bien montada, como por otro lado es habitual en él, pero quién imaginaba que iba a poder hacerlo en un festival. Los de seguridad no, desde luego, que se dedicaron a cortar el rollo durante toda la actuación, que así calculando rápidamente, contaría con el frontman entre el público más del 50% del tiempo.

Y es que poca atención podía reclamar el resto de la banda cuando los fotógrafos disparaban desde el foso para el lado contrario para captar las peripecias de esta osezna y semidesnuda (cuando no totalmente) figura del hardcore-indie siendo levantada, sobada y sus canciones coreadas por el público. Por si fuera poco y aunque en un concierto así tampoco sería algo criticable el que la voz no estuviera a la altura, lo estuvo e incluso sus rugidos eran más fuertes. Por otro lado su setlist que fue impecable no olvidó ni hits nuevos como «Twice Born» o «Black Albino Bones» ni viejos como «Baiting the Public», «Crusades» o «Police». La experiencia más descontrolada del festival y con esa agradable sensación de los conciertos de hardcore, a la vez peligrosos y amigables. Además se acordaron de Eskorbuto. Concierto del día y más de estos géneros para otro año, el festival lo pide a gritos.

A pesar del buen sabor de boca, no hubo mucho tiempo para regodearse, ya que estaba Dan Deacon con su panda de freaks en el Pitchfork desplegando su artillería de electrónica de juguete, teclados, samplers, xilófonos y demás cacharrería imposible, proponiendo surrealistas juegos a la audiencia. El sonido no fue todo lo brillante que lo escuchado en «Bromst», pero aún así una muy divertida propuesta. Sin embargo y más viniendo de donde veníamos, no pudimos sino echar en falta esos alardes de frikismo vistos en youtube de los conciertos de su anterior gira, abajo, con el público rodeándole y haciendo unos duelos de bailes que ríete de los de La Hora Chanante.

Y antes de la proliferación total de los DJs, aún quedaba un plato fuerte. Bloc Party parecían un tanto fuera de lugar en el cartel de este año, tal vez una propuesta la suya demasiado comercial, máxime cuando no pasa por sus mejores horas ni creativas ni en cuanto a alabanzas de la crítica (incluidas las publicaciones patrocinadoras del festival). Pero al César lo que es del César, el cuarteto inglés sabe montárselo en directo, tiene un repertorio lleno de hits y tienen a Matt Tong, un batería que vale por toda la banda. Buen concierto, claro que queda cada vez más patente que su primer disco es a la vez su cara y su cruz porque todo el mundo espera a que toquen esos temas que les dieron a la fama mundial.

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29 de mayo de 2009