Nine Inch Nails no son lo que se dice muy asiduos a los escenarios españoles. El cambiante combo manejado por Trent Reznor rara vez nos visita, siendo los últimos dos conciertos en siete años ambos en Barcelona. Esta vez parece que esta gira si se ajustaba, tal vez por su peculiaridad de cambiar el setlist cada noche y así hacer de cada concierto algo único, jugando con un amplio y jugoso repertorio, uno de los más grandes de la década de los 90.
|Rock Destarlado|
La cita de Bilbao ya tenía pegas de antemano. El concierto se celebraba no en sala, como en Madrid y Barcelona, sino en estadio, lo que ya anticipaba un plus de frialdad y un espacio con más vacíos se sabe que motiva menos tanto al artista como al público en general. Además la acústica de La Casilla nunca fue muy afortunada por lo que uno se preguntaba si haberlo celebrado en la Sala Santana no hubiera sido lo ideal. El panorama era un poco desolador cuando The Popo, cuarteto estadounidense de origen pakistaní, salió a escena. Salvó unos pocos entregados, el público permaneció impasible y es que, aunque divertidos y bailables por momentos, otros pura cacofonía sonora y vocal.
De hecho la desastrosa apariencia del escenario, que les relegaba a tocar en un pequeño espacio con el instrumental de NIN cubierto, les iba a la perfección para su extraño collage de Franz Ferdinand y Asian Dub Foundation con teclados saturados. Como curiosidad el miembro que comenzó las labores de cantante bailarín, después se intercambió con el batería, mejorando unos puntos el pequeño despropósito. Sin embargo cayeron en gracia de quienes despidieron con generosos aplausos sus escasos veinticinco minutos.
|Humo y luces|
Para entonces la afluencia al pabellón aumentaba exponencialmente y no paró hasta la misma hora en que, tras sonar la intro “Pinion”, Reznor y los suyos salieron al escenario entre un denso humo pero sin las liturgias típicas de grupos de su caché. De hecho destacaba de esta gira que no utilizaban los visuales que han hecho de otros conciertos de NIN estampas inolvidables. En su lugar, un potente juego de luces, que puso el interés a un comienzo un tanto frío con “Love Is Not Enough”.
Afortunadamente pronto llegó una traca de singles de su primera época con “Sin”, el sintetismo de “Terrible Lie” y la locura rítmica de “March of the Pigs”, esta última uno de los temas más carismáticos de la banda que temíamos se saltaran, como ocurrió en la primera fecha madrileña. Pudimos apreciar a un Trent Reznor en plena forma, aunque se haga raro creer que esta masa de músculos dada las poses agarrando el micro sea la misma persona torturada, adicta y llena de rabia que firmó estas canciones un día. En fin, cada uno afronta la crisis de los 40 como puede.
|Remanso instrumental|
Ante la histeria colectiva había que relajar los ánimos con “Something I Can Never Have”, una de esas baladas infectas y crecientes marca Reznor explotando en el ruido final. Para ella se creó una atmósfera propicia con luces moradas y Jeordie White al piano. Y sin romperla, unas leves notas de piano a cargo del propio Reznor levantaron a la multitud que conocía la secuencia de The Fragile, la pretenciosa y sublime obra doble que hizo a NIN traspasar las fronteras del rock industrial. Tras la gravedad final de “The Frail” llegarían los ritmos marciales de “The Wretched”. Un momento emotivo que se comió a los de otros hits más obvios.
Pero hablando de hit, después llegaría la polémica y sexual “Closer” con Trent haciendo uso de una lámpara vertical que alumbraba su cara desde abajo y guiños a “The Only Time”. Y es que no cabe duda que pese al milimetrismo de Josh Freese o el buen hacer de White al bajo y Cortini a los teclados, estos son meros peones al servicio del espectáculo de un visionario. Y quién se sale de ahí corre el riesgo de no dar tan buena impresión, como el bufonesco guitarrista Aaron North cuyos movimientos se revelan a todas luces exagerados para una banda pretendidamente oscura y a ratos solemne como NIN.
|Fragilidad profunda|
El único bajón en mitad del concierto lo protagonizaría “Deep”, tema incluido en la banda sonora de Tomb Raider que a mucha gente no era familiar. Ni necesidad hay, ya que es una composición bastante mediocre dentro de la línea de la banda. Una sorpresa mucho más grata fue que la siguiera el estallido de rock bailable de “No, You Dont” y después los aires trip-hoperos de “Even Deeper” creando un momento puramente hipnótico debidamente adaptado al directo. Una hipnosis prolongada con el interludio de “Help Me I´m In Hell”, columpiando los focos que colgaban sobre sus cabezas.
El momento instrumental se extendió más si cabe con la inquietud de “Eraser” rasgada con violencia por los berridos de un Reznor pletórico. Tras esta intensidad de nuevo “La Mer” puso el reposo en otro de esos ejercicios magistrales de ambientación sonora que desembocó en el funk maquinal de “Into The Void” en cuyo final Reznor tocó una pandereta que lanzó al público. Después de levantar los ánimos colectivos con la agitación de “Wish” las sorpresas mayúsculas de la noche llegarían con la desprejuiciada versión de Queen “Get Down, Make Love” que realmente la banda pareció disfrutar y una entregadísima “Down In It”, uno de los clásicos de Pretty Hate Machine que no habían tocado en esta gira hasta entonces.
|Traca y decepción final|
El público estaba entregado y contento y la recta final llegó con la popular “The Hand That Feeds” que movió mucho demostrando que no todo el público les sigue precisamente desde sus primeros tiempos y en pura contraposición con la primera canción de su primer “halo”, la ya mítica “Head Like a Hole” que resume esa mezcla de rock y electrónica que ha hecho de ellos estrellas encumbradas de la música industrial. Prolongadísima ovación final y la banda se retira. Atónitos y a la espera del bis (por lo menos de la obligada “Hurt”), pronto descubrimos que comienzan a recoger el instrumental y al poco dan las luces. Una decepción que dejó un sabor de boca no tan bueno a un concierto colosal.
Como show es inútil buscarle pega alguna. Como setlist y al margen del tema bises, es innegable que el público echó en falta “Hurt” una canción que todos teníamos por segura y tal vez el mayor símbolo de NIN a día de hoy. Desde luego de una banda con esta trayectoria hay que demandar aún más, sobre todo teniendo repertorio sobrado y cuando se cobran 40 euros sin ningún tipo de rubor. En lo positivo, una gran banda y un sonido increíble más aún conociendo el recinto. A nivel personal agradecí el hincapié en The Fragile, bastante olvidado en anteriores conciertos. Pudieron mejorarlo regalándonos “We’re in this Together” o “Mr. Self Destruct”, reemplazando la tibia “Love is not Enough” por “Only” y “Deep” por “The Perfect Drug”, que como aparición en banda sonora, gana por un trecho.