Algo así como un medio lleno alto en Kafe Antzokia para recibir las nuevas canciones de McEnroe en directo, algo que no está nada mal para una banda tan personal, ni aunque sea en casa.
Primero saldrían a escena Joe La Reina. La verdad no me fiaba yo mucho de un grupo de origen donostiarra (afincado en Navarra) con esa pose de vivir tanto el folk americano, menos aún tras haber visto su pretencioso video de presentación. Me sigo sin fiar de casi cualquier propuesta de neo-hippies con pitillos, la verdad, pero de lo que importa, de su música, hay poco que objetar. Con un cantante muy Bob Dylan tanto en imagen como en voz y una presencia de la batería mayor de lo normal (casi se diría que el batería es el frontman, a nivel escénico), el quinteto desgranó con fuerza y buen rollo en sus caras lo que parecen ser los temas que formarán parte de su EP de debut, folk-rock al galope animado con coros.
En cuanto al ya sexteto getxotarra, salía después a escena en formación de bajo, teclista, batería y tres guitarras, una de ellas la del propio Ricardo, cantante, letrista y verdadero alma del grupo. Serios y solemnes en su música, simpáticos sobre el escenario, arrancaron invocando a los extremos del post-rock y dejando ver como juegan con la calma y la intensidad tanto vocal como de guitarras. Y eso que la banda va dejando atrás el guitarreo, buscando ambientes más sutiles pero también más directos y melódicos. Soy de la opinión de que en «Las Orillas» no sólo se han superado sino que se consolidan como uno de los mejores grupos nacionales. ¿De indie pop o de sadcore? No sabría decirlo, pero desde luego con una capacidad de transmitir que no muchos consiguen.
Así, desde el primer momento cayeron esos temas nuevos que ya percibimos como himnos. Hablamos de ese fondo shoegazer de «La Cara Noroeste» o «Mundaka» (que contó con el trompetista de Manett) . Incluso aunque a veces el murmujeo del público sonaba por encima de sus momentos más calmados, la banda no se dejaba vencer y continuaba con esas historias personales arropadas de melodías y ruidismo controlado. De hecho, el que la banda sólo se desate con las guitarras en 3 o 4 momentos puntuales de todo el concierto es una virtud que le viene muy bien a su directo. Lo mismo que ese compaginar el nuevo cancionero (que cayó entero) con el antiguo, su directo es más ágil y dinámico que nunca.
Una de las nuevas componentes de la banda es el teclado de Olivier, que se ausenta para algunos temas, aunque siga contribuyendo, alguna vez le vimos sumándose a la percusión. Y como decimos el concierto fue, sobre todo, una celebración de ese «Las Orillas» en el que se hicieron enormes temas más cálidos como la hermosa «Las Mareas» o la descorazonadora «Vistahermosa». Mezclas esto con pasados hits como «Los Valientes» o «Tormentas», esos temas finales con remates más salvajes y un Ricardo más gesticulador y tienes uno de los recitales más emotivos de nuestro panorama. Y en alza.