Habiendo visto a Marky Ramone con anterioridad tocando clásicos de los Ramones quizá no hubiéramos prestado mucha atención a este nuevo paso del batería por nuestro país con similar planteamiento. Sin embargo, una de las figuras más interesantes del pop-rock de los últimos años se subía al carro como cantante y la curiosidad aumentaba varios enteros, aún cuando ya sabíamos que no iban a interpretar ningún tema de este último.
La cosa se ciñó a los Ramones, un repaso inmejorable en tres bloques con descanso entre ellos, pero que durante cada uno no registraron tiempo ni para un suspiro, Difícil se hacía aplaudir siquiera un segundo según la banda, comenzando casi siempre con el característico «one, two, three, four!», iba enlazando tema tras tema rindiendo el mejor homenaje posible.
Hasta el normalmente payasete y fiestero Andrew W.K. se ciñó al guión. Si, sus muecas y algún que otro baile serían toda una revolución frente a la estática pose por la que se conociera a Joey Ramone, pero bien sabe cualquiera que si un concierto de Andrew W.K. hubiera sido, este hubiera interactuado con el público de todas las formas posibles y hasta en eso estuvo recatado. Apenas siquiera puso el micrófono de nuestro lado para algún coro que otro, bien a sabiendas de qué papel ocupaba y más importante, el de quién. Imaginamos que como cortesía a esta labor, quizá no a la altura de los melódicos de Joey, pero con innegable presencia escénica, pincharon «It’s Time to Party» antes de empezar y «Party Hard» para finalizar. A ver si más pronto que tarde se anima con una gira española con sus propias canciones.
No hubo speeches, no hubo grandes presentaciones ni batallitas ni agradecimientos, pudo un cancionero que comenzó con «Rockaway Beach» y triunfó en todo momento, en los del punk-rock más fresco de los inicios y en los del rock n roll algo más de estadio de su madurez. Más de una treintena de canciones de chicas, playa, rock n roll y adolescencia disfuncional que nunca jamás pasarán de moda, siendo el «Do You Wanna Dance?» original de Bobby Freeman, «Sheena is a Punk Rocker», «I Wanna Be Your Boyfriend» o «Beat on the Brat» algunas de las más brillantes del primer bloque.
Si acaso a tenor de esta retahíla de hits, se esperaba mayor calidez por parte del público. Un martes en época estival propició que el Kafe Antzokia registrara algo así como un medio lleno largo, lo que a su vez resultó en una sala con bastante espacio y por tanto, poco proclive al pogo. El estatismo reinó, tan sólo con bailes sin moverse demasiado del sitio, manos en el aire y eso sí, un gigantesco karaoke acompañando a Andrew (un par de espontáneos salieron al escenario en diferentes momentos) y en el que como decimos hubo de todo, himnos como «Rock n Roll Highschool» y «I Wanna Be Sedated» o momentos más lentos y melódicos aptos para que el público diera el do de pecho como «I Believe in Miracles» o «Pet Sematary».
Fue un repaso a hits, pero tampoco purista y así tuvieron hueco temas como el «R.A.M.O.N.E.S.» de Motörhead, la versión del «I Don’t Wanna Grow Up» de Tom Waits y aún más reciente, la de «What a Wonderful World» que popularizara Louis Armstrong y figurase en el disco póstumo de Joey Ramone. Esta última cerró el setlist antes de finalizar con la esperada «Blitzkrieg Bop», en la que sí que la sala se convirtió en un pogo circular.
Supongo que era lo que tocaba, pero da un poco de pena que un repertorio así quede reducido a escuchar y bailar una sola canción como si no hubiera mañana. Para continuar con esta estampa rara, trs irse la banda el escenario pareció convertirse en un museo en el que los asistentes luchaban por hacerse un hueco junto a la batería de Marky para la foto de rigor. Vamos que estuvimos en un gran concierto y sin embargo pareció que salíamos de un parque temático de los Ramones, aún más viendo a la tropa del famoso licor de regaliz que auspiciaba el evento repartiendo chupitos.
Siempre he sido reacio a las bandas de tributo, pero en este caso no se me ocurre una banda de versiones de los Ramones mejor que la que lleva su propio batería, que además ha ganado con sus nuevos músicos respecto a la que vimos hace unos cuantos Azkenas y que con esta unión suponemos que efímera, de Andrew W.K. roza la excelencia.