Traerse a casa dolor de cuello y pitido de oídos en una noche stoner es como traerse un buen souvenir de un viaje. El equivalente futbolero sería algo como traerse el balón firmado tras marcar un hat trick. Apetece fardar de algo que has disfrutado mucho, y en este caso fue una auténtica obligación esto de agitar el cuello y dejarse perder por la potencia de los graves.
La sala Moby Dick gusta por muchas cosas (sonido, amplitud, precios…), pero a título personal añadimos ahora una novedad muy de agradecer: horarios tempraneros. Aún entendiendo que para alguna gente esto signifique perderse a los teloneros por definición, a otros nos viene de perlas esto de llegar a casa con tiempo para descansar. Supongo que es cuestión de puntos de vista, cosa que no ocurre cuando hablamos del aplastante sonido que disfrutaron Fu Manchu y, en menor medida, Pendejo.
Las sensaciones de los holandeses de letras castellanizadas son de todo menos claras. Su sonido de guitarras y bajo estuvo muy en la línea de lo esperado, con mucha potencia y saber hacer. Igual podríamos decir de un batería más resolutivo y eficaz que exageradamente destacado por si mismo. Sobre la voz el asunto está más encontrado: hacen gracia sus letras para bien y para mal, tanto o más como ocurre con el deje heavy castellanizado que se marcan durante todo el concierto. Así que muy buena labor de teloneros, pero ya veríamos en un concierto en solitario de mas de 20 minutos.
Fu Manchu retiraron todo el backline de los anteriores para mantener la muralla de sonido que debieron conseguir en su prueba de sonido. Eso suponemos, porque el sonido era todo lo sensacional que se podía esperar de un grupo así: guitarras potentes y graves en todo lo alto, con el hueco justo al resto de instrumentos y la voz. Scott Hill sabe lo que se hace, que son muchos años en esto.
El concierto ya sólo con eso ganaba muchos enteros a la no excesivamente apetecible oportunidad de escuchar temas nuevos, al contrario que ocurrió en su anterior y más arrebatadora obra «We Must Obey». Pero al final el setlist, a pesar de lo corto, fue un más que aceptable resumen a su trayectoria con temas tan imprescindibles como «Evil Eye» o «Hell On Wheels» y pequeños regalos como «Laserblast!», «Coyote Duster» o el «Pigeon Toe» final.
La gran pega de todo es la sensación de dejadez y pasotismo que demostraron todos, con especial mención al gesto chulesco de Scott Hill y su «No tenéis ni puta idea de lo que estoy diciendo». Pero que le vamos a hacer, aún con esa actitud nos brindaron un conciertazo de aupa de stoner-punk.