Ciclo curioso el de los Conciertos del Festival de Cine Europeo. Bajo el gran reclamo de la gratuidad, algo muy poco común en Sevilla para bolos de cierto nivel, la organización del evento se ha esforzado en traer a la ciudad varios grupos que no suelen pasar por aquí; algunos de carácter muy poco comercial que entran en confrontación con el teórico ambiente ‘festivo’ que se le intenta insuflar a este evento celebrado diariamente ya de madrugada tras las proyecciones.
Así, en una noche tan poco proclive como la de un Lunes, la Casa Palacio Monasterio, salón de celebraciones convertido para la ocasión en improvisada sala de conciertos, acogió a un público bastante numeroso como si de fin de semana se tratase, algo difícil de conseguir en tal día en otras circunstancias. Las ganas de charla, las cervezas de más y la euforia de haber visto decenas de sugerentes películas chocaron, como decíamos, con el apocalipsis desatado desde el pequeño escenario por el dúo asturiano.
Y es que, a pesar del carácter más accesible y hasta ‘bailable’ de su nueva obra, “Salsa de cuervo”, el directo de Fasenuova sigue siendo una especie de exorcismo, en el que se invocan poderes telúricos que recorren las vetas de granito que parten desde su Mieres natal y, que por fin, llegaban hasta Andalucía. Un ritual puramente electrónico, que sonó mucho mejor que el ruidismo rockero de Disco Las Palmeras!, que tocaron unos días antes en el mismo espacio.
El peso del show cayó sobre Ernesto Avelino, auténtica bestia sobre el escenario y uno de nuestros mejores frotmans, que parece extraer su voz directamente de la tierra y escupirla, a tenor de los gritos y rugidos que soltaba con frecuencia y sus convulsos bailes, que a veces parecían motivados por auténticas oleadas de dolor o locura. Pero no hay que dejar de lado los violentos beats lanzando por Roberto Lobo, base rítmica que lo mismo sonaban sugerentes y hasta elegante en nuevas composiciones como “Cristales de cobalto” o “Soldados del Futuro” que se acercaban a terrenos más puramente industriales o hasta a aquello que se conoció como ‘digital hardcore’.
Naturalmente, no se olvidaron de temas de “A la quinta hoguera”, con el tema título, “Cachito Turulo” o “Rojo y Né”, redondeando así una velada atípica, en la que unos cuantos observábamos absortos la ceremonia chamánica, mientras el resto se dedicaba a hablar y a crear un molesto ruido de fondo en general. Lástima que esto lastrara la experiencia, pero al menos por fin hemos podido tener a esta pareja tan especial por el sur.