Las anteriores veces que Cult of Luna habían visitado Bilbao fueron en el marco del Kafe Antzokia. Lo céntrico de esta sala frente a la Sonora, el entorno de crisis y un domingo con partido del Athletic, no eran los mejores ingredientes para pensar en un éxito pero el notable lleno demostró que los de Umea son todo un referente, pese a que los más avezados ya sabían que poco de su pasado íbamos a escuchar esa noche, lo cual no deja de ser una decepción para muchos.
Desde Asturias, el trío Humo presentó su cd-demo y con ella su propuesta a volumen atronador. Rock instrumental que desde algún momento drone se elevaba a texturas metálicas de marcado carácter ochentero que se alternaban con psicodelia. Puede que tengan un hueco para cierta identidad propia pero también nos pareció que tienen que rodar un poco más su directo, escuchamos algún que otro atropello rítmico.
El intervalo de cambio de un grupo a otro fue excesivamente largo. Tanto que, si ya Humo salieron más tarde de la hora estimada, Cult of Luna lo hicieron casi clavando la hora de retraso. Desde aquí hemos de recalcar una vez más que los horarios hay que procurar respetarlos. De lo contrario se hace creer a la gente que podrá verse el concierto en su totalidad cuando tal vez no sea así y esto genera un efecto negativo de cara a la asistencia a conciertos en el futuro. Algo más a destacar si cabe cuando una de las mejores bazas de esta sala es su increíble proximidad al metro, no se entiende que ningún concierto acabe después de que el servicio termine.
En fin, que Cult of Luna salieron a escena en formación de 7 y al fín, esta vez sí, con dos baterías. Tan fríos y poco comunicativos como siempre, incluso siendo la Sonora una sala menos teatral y que impone menos, hicieron la intro y comenzaron fortísimos con «I: The Weapon». No, a COL no les hizo falta engrasar y este primer tema, nuevo, sonó en directo como un verdadero clásico, como una de las piezas más sofisticadas de la banda y que a servidor hasta le recuerda a una versión post-metalera de los Radiohead del «In Rainbows». Johannes desgarraba su garganta entre las filigranas de guitarra (tres guitarristas tejiendo climas machacones y progresivos al tiempo) y teclado y los poderosísimos ritmos de la formación, tan marcial como siempre.
Podemos decir que en cuestión de repertorio el comienzo del concierto fue lo mejor, sobre todo al enlazar «Ghost Trail» y «Finland», únicas piezas de su disco más melódico, el «Somewhere Along The Highway». Ambas son ya auténticos clásicos del género, como muchas otras que tienen y se negaron a recuperar (especialmente dura fue la total ausencia de «Salvation»). Como fans podemos patalear, pero una banda que se niega a vivir de las rentas siempre es algo para elogiar. Autentico maestro de ceremonias del ritual metálico, Johannes se mostró tan estupendo a la voz que cuando sus compañeros le daban alguna réplica no hacían sino poner de mayor relevancia la figura principal y su garganta, tanto en los momentos más rugientes como en los más agónicos.
Así, el concierto iría alternando piezas que promediarían los 8-10 minutos con algunas intros matizadas por una voz mucho más cálida que la de su cantante principal. La presencia del teclista se hace más y más clave (sí que entendemos el concepto de Metropolis en las nuevas canciones de la formación pero quizá nos acordemos más de otras joyas de la ciencia ficción como Blade Runner o 2001), en una orgía de efectos y secuencias que rozan lo paródico en ciertos momentos de «Vicarious Redemption».
El poder hipnótico de la formación hizo su influjo de nuevo durante hora y media en la que no hubo flaqueos ni prácticamente parones, un todo muy monolítico y conceptual al que las condiciones de sonido de la sala hicieron perfecta justicia. Y también de iluminación, necesaria para que el show de los suecos cumpla esa función gélida e irreal y esa vertiente industrial que siempre nos gusta destacar de ellos. Con «In Awe Of» remataron la jugada dejando claro lo mucho que confían en «Vertikal». Tanto que seguro que el disco ganó muchos fans esa noche. Y si, puede que nos quedáramos sin «Adrift», sin «Echoes», sin «Dim» o sin «Following Betulas», pero que siguen a la cabeza de estos sonidos, incluso ahora que la moda ha remitido, es indudable.