/Crónicas///

Caspian – Erandio (19/10/2012)

7.5
Sala Sonora, 3/4 de sala
Precio: 12 €

Por fín tuvimos nuestra primera toma de contacto con la Sala Sonora, flamente nuevo espacio para la noche bilbaína situado a escasos pasos del metro. Nos estrenábamos con un concierto más que interesante con dos bandas locales, una madrileña y todo con el pretexto de una visita de un valor seguro en esto del post-rock, el combo de Beverly, Massachusetts, Caspian. La noche pintaba muy bien y todo se prometía feliz hasta que tocó el turno de los norteamericanos, que tuvieron que sufrir de unos problemas de sonido ajenos que más adelante detallaremos.

Abrirían fuego Lines, nuevo cuarteto local que nos llevó a los noventa y a ese periodo de resonancias crossover en el rock y el metal. Faith No More parece una referencia de libro entre sus pretensiones de combinar melodía y oscuridad. Sabemos en qué época estamos y que etiquetas como post-metal o sludge les van a acompañar porque es lo que toca y está de moda decir, pero lo suyo se queda en metal alternativo con toque si acaso algo más técnico o progresivo de lo normal, que se traduce en líneas de guitarra y ritmos algo más intrincados y/o machacones según el momento. En cualquier caso, sea por pericia o sonido, les queda para recrear lo escuchado en sus temas grabados y la mezcla voz/instrumentos tiene que ensamblarse un poco mejor.
 
Después 5000 rpm aportaban quizá la nota más diferente de la noche con su post-hardcore repleto de melodías y letras que, como uno de sus nuevos temas dice «invitan a pensar». Nos encontramos con otro caso de directo que no estuvo a la altura de lo grabado. Esta vez nos pareció mezcla de falta de potencia en la guitarra con una voz que no dio siempre la talla, fenómeno que empeoraba en los momentos más lentos y mejoraba enteros cuanto más se aproximaban a entornos hardcore. Se basaron totalmente en «Manifesto», un disco ambicioso en la trayectoria del cuarteto, que abunda en unos ambientes melódicos más complicados de recrear.

El ritmo del concierto acusó momentos de excesivo relajo, sobre todo para un concierto ejerciendo de teloneros, pero mejoró en una recta final gracias a los oscuros pasajes de teclados de «No Hay fruta, no hay pájaros» o «Lo que ha nacido morirá» que se acercaron más a lo que esperábamos de su directo. Nos hubiera gustado escuchar junto a ellas una «Camino Elegido» o «Expira» de su anterior referencia. En lo que no hubo duda fue en la entrega de una banda con un bajista comunicativo rayando lo gracioso, un guitarrista de vistoso peinado que bajaba a animar a las primeras filas y un cantante y teclista que hizo lo propio micro en mano. Ambos fueron levantados en el aire por amigos de la banda que contribuyeron bastante a animar su concierto e incluso hicieron algún que otro coro.

Los madrileños Jardín de la Croix, que no era la primera vez que acompañaban a Caspian fueron los inmediatos teloneros, además de ser elegidos para acompañarles en las fechas españolas siguientes, salvo Barcelona. Se tomaron su buen tiempo en probar sonido y parece que les salió a renta, ya que sonaron notablemente más contundentes que sus predecesores. Los comentarios que le hacemos a su concierto son ya recurrentes y es que no se me ocurren nuevas cosas que decir. Tienen como mínimo un directo interesante y si te adentras en su torbellino técnico disfrutarás su fiesta del tapping y del ritmo imprevisible con la misma efusividad que un seguidor del heavy metal lo da todo en primera fila con los riffs y solos de sus ídolos.

Esto es, que los madrileños son unos «tocones», sorprendieron con su propuesta totalmente desmarcada y su directo es intachable pero cuando les has visto ya varias veces, vas echando más y más en falta partes de estructura más clásica, algo de tregua y algún gancho al que agarrarte. Canciones, en definitiva. Como de costumbre fue su bajista el más animado a la hora de acercarse al público para contagiarle de su fiebre progresiva, pero más tarde harían lo propio los guitarristas y en suma, dieron otro concierto memorable que agregar a un curriculum infalible.

Poco antes de la 1 sería cuando saldría ya al escenario el plato principal; Caspian, avalados como uno de los grupos más importantes del post-rock actual, siempre excluyendo a la consabida ola de pioneros. Remarcamos la hora porque fue fatalmente determinante en la percepción del concierto. Recordamos que la Sala Sonora es una discoteca de reciente apertura que juega con el modelo de diferentes espacios/ambientes con la mala fortuna de que el espacio BAR, destinado a conciertos y la zona de electrónica se hallan contiguas y que este último espacio comenzó a funcionar justo cuando los norteamericanos comenzaban su concierto. Suponemos que fue falta de planificación por lo nuevo del asunto y que no se convierta en tónica porque la sensación fue de falta de respeto tanto hacia la banda como hacia su público.

El sonido, que se colaba constantemente por las puertas de acceso situadas a la izquierda de la sala era infernal y lo sufrimos de principio a fin especialmente en las partes relajadas de Caspian, siendo por tanto una incomodidad continua en el concierto. La gente intentaba alejarse de esa zona pero era en vano, el «pum pum pum» acompañaba cada momento en que la banda trataba de recrear una atmósfera sutil y de esta forma perdimos una barbaridad en matices, teniéndonos que conformar, que no es poco, con los clímax de sus canciones marcados por una bestia del rock instrumental que cabecea, se agita y se dobla de manera furibunda y al unísono, un despliegue físico que nos sigue impresionando en una banda de estas características.

En fin, comenzaron como el disco con el crescendo de «Walking Season» cortado súbitamente por esos ambientes electrónicos de «Procellous» y un sonido (el estrictamente suyo) que les hacía total justicia. Fueron así desgranando un repertorio equilibrado entre su último disco (sonaron cinco nuevas), algo del Tertia y un poco menos del The Four Trees, respetando siempre el orden de cómo aparecen en sus grabaciones y consiguiendo un repertorio bastante completo en el que caben momentos de intensidad guitarrera («Malacoda»), dulzura shoegaze, filtros vocales («Gone in Bloom and Bough»), catarsis sintéticas… en definitiva, un plausible fluir en el que no vamos a negar que nos quedamos con temas clásicos como «Some Are White Light» o «Moksha» pero sentimentalismos aparte, los temas nuevos muestran tanta solidez como los antiguos y casi parecen haber sido diseñados precisamente para redondear sus actuaciones. Un directo que en lo que respecta a la banda, sigue revalidando su excelente forma.

Como última reflexión, el curioso dato de que la previa visita de Caspian fuera en un local de garaje, de forma clandestina, con un calor agobiante y sin embargo fuese un concierto totalmente mágico. Esta vez, en una sala nueva, con mejor equipo a cualquier nivel, mejor escenario para la banda, etc. nos quedamos a medias. Paradojas de la vida.

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19 de octubre de 2012