La segunda jornada del BIME Live 2017 venía con un cartel también atractivo, aunque más orientado al reclamo masivo. La dupla british de Franz Ferdinand + The Prodigy prometía ambiente puramente festivalero, sin olvidar a Vitalic para los más aficionados a la electrónica. Poca broma, pues el público casi se duplicó en número frente al viernes.
Pero en la letra pequeña reside a menudo la grandeza. Y si de algo le vale a uno ser un resabido de la música es para, además de escribir con pedantería de vez en cuando, tener la certeza de que no se te pasen desapercibidas actuaciones como la de Melange a primera hora. Y es que los madrileños, curtidos en algunas de nuestras mejores bandas underground como Lüger o Rip KC, ofrecen una psicodelia expansiva, que no se basa tanto en la contundencia sino en el viaje. Siempre hay con este tipo de propuestas miedo de que en directo no cuenten con la necesaria fluidez, pero la banda hizo valer ese cancionero hippiesco en el que cabe folk de aquí y de allá, instrumentales herederos del surf, sonidos cósmicos y etéreas y cálidas voces. Apertura de festival gourmet.
Melange FOTO: Oscar L Tejeda
Hay muchas cosas que los festivales no aportan frente a la experiencia de las salas de conciertos. Pero podemos decir que pasar de algo tan solemne como Melange a los «perrea, perrea como Laika» y «dórica, jónica, corintia, corintia, corintia, corintia» de las impresentables Las Bistecs, es de las buenas. La pareja de autobautizado «electro disgusting» se presentó con dos djs sobre el escenario, atrezzos hinchables y aparatosos vestidos. Una puesta en escena perfecta para hacer el cafre, poner a unos a botar y dejar a otros tantos incrédulos.
El camino estaba allanado para el post-punk gamberro de corte nihilista/artie de IDLES. Emisarios del hastío urbano, el quinteto ya dio muestras de su caótica puesta en escena en el pasado Bilbao BBK Live. Alternando entre la dejadez y la hiperactividad, la pose a cara-perro de su vocalista con la tontería que llevan encima algunos de los músicos. Atonales, ruidosos pero juguetones, siguen con sus bromas de «we are The 1975», lo que significa que, o se acuerdan de su última vez en Bilbao (tocaban The 1975, que fueron blanco de sus mofas ya entonces) o tienen una seria obsesión con dicha banda. En cualquier caso, un directo que no revienta esquemas pero divierte y mucho.
IDLES FOTO: Oscar L Tejeda
DELICATESSEN POP Y PROG-ROCK
Nos escapamos a ver un rato a Delorean terminar un homenaje a Mikel Laboa del que no hemos oído grandes cosas, pero no nos dió para conclusión -veremos qué tal la inminente edición en disco- y volvimos a comprobar que BNQT era una superbanda de lo más particular. A decir verdad, dudo que mucho del público supiera de qué iba aquello, pero ahí estaban Fran Healy (Travis) y Jason Lytle (Grandaddy) acompañando a Eric Pulido y sus Midlake. Ellos fueron la alineación esa noche, pese a que faltaba Ben Bridwell (Band of Horses) y Alex Kapranos salió puntualmente ya que Franz Ferdinand actuarían justo después. Con tanta cabeza podemos imaginarnos lo que es, una banda dispersa en las aguas del pop y el folk psicodélico con buenas canciones no obstante. Reafianzan su propio repertorio con versiones de sus bandas, entre las que a nivel de hit destacaron singles de Travis, como «Sing», aunque a nosotros nos ganó el corazón «Hewlett’s Daughter» de Grandaddy. Una pena no escuchar nada de ese último disco de los de Lytle, cuya presentación se vio truncada, quizá para siempre, con el deceso de su bajista.
De todos modos, teníamos que hacer rápido fundido al prog aflamencado de Exquirla. La expectación era alta y la cosa no defraudó. «Para Quienes Aún Viven» es un capítulo excitante en la carrera tanto de Toundra como de Niño de Elche y sus directos, que los han ofrecido con cuentagotas y en un entorno un tanto hostil como es el festivalero, son el cenit de esa colisión. Con un Paco mucho mas solemne y restringido al guión de lo que suele ser en solitario y una banda a plena marcha épica, el quinteto no necesita muchas liturgias para emocionar, tan sólo esas poses de guitar-heroes tan de los guitarristas de Toundra en contraste con el cantaor y sus movimientos a cámara lenta. Las cambiantes dinámicas de «Hijos de la Rabia» o el tortuoso avance de «Un Hombre» con sus aullidos finales son de los momentos más vívidos del BIME 2017. Encima se marcaron un bis con la descarnada «Canción de Amor de San Sebastián» en la que pensábamos que el cantaor se iba a sacar la camisa y todo. Me ha dado un escalofrío.
Exquirla FOTO: Tom Hagen
VERBENA EN LA PLAZA DEL BEC
Volviendo a la realidad, teníamos a Franz Ferdinand alternando temas nuevos de textura más sintética con clásicos en lo que es un directo efectivo aunque no muy excitante ya. Mientras, en Gaua, nuestro dj vasco estrella, El_Txef_A abría fuego en los sonidos techno más implacables. Estabamos esperando a The Prodigy, las luces y las sombras de la histórica banda de Liam Howlett. De carrera tan notable como irregular, The Prodigy tienen una gran baza que es su repertorio y un gran lastre que es… también su repertorio. Absolutamente todos los temas que sonaron extraidos de su último «The Day is My Enemy» fueron para tirar por el desagüe. Por suerte los intercalaron con otros hits de todas sus épocas, saliendo a matar con «Breathe», soltando después «Omen». Su directo sigue la línea festivalera de espectáculo ante todo. La banda se arropa de batería y guitarrista, aunque no haya necesidad real y adopta un falso flow hip-hop a base de que Maxim Reality vaya repuntando casi cada estribillo con sus monosílabos, algo un poco irritante. Nosotros por lo que estamos es por los sintes asesinos (que deberían haberse impuesto más a los graves) de «Voodoo People» y «Poison» o por la ingenuidad rave de «Everybody’s in the Place». Los bises fueron la gloria con «Their Law», «No Good» y «Take me to the Hospital». Es imposible no pasárselo en grande con ese verbenón, pero es un verbenón.
Tras esto nos quedaría la sobriedad por mero contraste de Vitalic. Su luminoso y colorido espectáculo ODC, con cuadrados giratorios que se iban desplazando, era curioso pero demasiado contenido para un post-Prodigy, mientras que su sesión fue pasando de lo más contemplativo a terrenos más agitados, rescatando alguno de sus viejos hits. Sin ser nuestra taza de té, fue un fin de fiesta agradable, aunque algo templado, antes de quedar a merced de Viktor Ollé, uno de esos djs de indie/electrónica que ofrece lo que la gente busca sin devanarse muchos los sesos, unos temazos pop-rock camuflados entre beats y ocasionales mashups. No en vano es uno de los protagonistas de Crappy Tuesdays, la continuación de los Nasty Mondays de Apolo. Sin desmerecer el trabajo, un servidor prefiere los temazos sin aditivos.
Y por qué no, finalizar la crónica con lo que hicieron todos los asistentes antes de enfilar a sus casas. Es decir, devolver el vaso (cuya fianza costaba 2,50) y reclamar el dinero sobrante de la pulsera. Si bien en anteriores ocasiones nos hemos quejado sonoramente, esta vez toca decir que el cashless funciónó genial y el «momento sisa» de las comisiones es cosa del pasado, nos devolvieron hasta el último céntimo. Una buena noticia que ayudó a redondear un BIME con aristas que se pueden salvar para conseguir un festival verdaderamente carismático.
VER VIERNES: Einstürzende Neubauten, Orbital, Bill Callahan, Royal Blood…