Hay veces que a los grupos la madurez les viene a las malas. Este ha sido el caso de los británicos Yuck que, tras ser uno de esos afortunados que rozan el cielo con su disco debut, pronto vieron su modesto castillo de naipes tambalearse. Su cantante y guitarrista Daniel Blumberg anunciaba que lo dejaba, un duro golpe sin duda para una banda aún en fase de buscar su identidad entre todas esas referencias noventeras con que nos noquearon.
Una situación así podría haber sentado la base para un disco más depresivo, encolerizado o lleno de frustración. Más bien al contrario, Yuck se muestran encantados de la vida en este segundo album de poso notablemente relajado y dulzón, rebajando la electricidad en favor del power-pop, sin cambiarse de década. Por decirlo de forma sencilla, han pasado de seguir el faro de Dinosaur Jr. a el de unos Teenage Fanclub, encontrando por el medio su personalidad actual.
Max Bloom ha tomado las riendas de la voz principal y el resultado es más amable y resulta competente. Con todo, hay que reconocer que probablemente el mejor tema del disco sea el que comparte con el tono más ensoñador de Mariko, la bajista, «Lose My Breath», un elegantísimo punto de equilibrio para el conjunto del disco. El remozado cuarteto no ha abandonado el indie-rock americano más de libro, pero «Middle Sea» es testimonial, casi parece un reclamo para que les hagan caso porque son la misma banda. En cambio «Rebirth» nos muestra como el ruido se enfoca a otros territorios más felices y sí, parece que más británicos pues aunque los Beach Boys son ley, las guitarras son puro Kevin Shields.
Aparte de eso, de lo nuevo de Yuck se puede esperar pop, pop y más pop. Puede que los acordes de «Out of Time» incluso nos recuerden a Foo Fighters, pero al final todo queda dentro del power-pop bonito, de compases perezosos y voces lánguidas («Memorial Fields», «Somewhere»). Todo ello es pasable aunque lamentablemente el final del disco encuentra un par de escollos, de esos que nos hacen torcer el morro por un disco alargado innecesariamente. El primero es «How Does It Feel» donde esta faceta pop roza lo kitsch y baboso. Y «Chinese Cymbals» que es una instrumental pretendidamente misteriosa que no aporta nada.
Así las cosas, «Glow & Behold» no hace sombra en canciones a su debut, pero sí se trata de un disco cohesionado, en el que manda un nuevo instrumento; la trompeta. De hecho un problema del disco es que la reivindican demasiado. Esto pasa desde esa bonita instrumental que es «Sunrise in Maple Shade» a «Somewhere», psicodélica y dramática pero amenizada con palmadas y como no, ese expansivo cierre. Titulado como el disco, «Glow & Behold» es un tema digno del Norman Blake más beatlemano que conduce a una épica trompeteada y finaliza en un obsesivo y chirriante riff.
Con «Glow & Behold» Yuck pierden galones en la carrera por ser el mejor grupo de indie-rock noventero en 2013 y con ello mucho impacto, pero se posicionan en el pop con mayúsculas y cogen sitio en una parrilla más atemporal.