La de Nathan Williams fue una de las propuestas musicales más polémicas de los últimos tiempos del rock indie. Llevando al extremo los patrones del lo-fi, el sonido sucio y amateur, este chaval consiguió los parabienes de publicaciones especializadas y así llegar al gran público, dentro del circuito especializado, se entiende. Los excesos y escándalos de la gira parece que han hecho a la recién ascendida estrella undeground replantearse su carrera y efectivamente, madurar. Esta palabra para una música tan jovial y exenta de pretensión alguna como la de Wavves podría haber significado el fin, pero la verdad es que, con la ayuda de la sección rítmica del maltrecho Jay Reatard, ha conseguido dar con una colección de canciones consistentes.
De hecho la cosa arranca demostrándolo por todo lo alto. Continúa celebrando la playa, el verano, la adolescencia y la condición de loser en la optimista «King of the Beach», pop de guitarras distorsionadas y legado punk-rock. Y es que se sitúa en un punto que podemos decir que rockea (las guitarras, aunque rebajadas respecto a su garajero pasado, siguen llameando), el pop y la melodía llaman a sus puertas y los parecidos llegan incluso a unos primeros Green Day o Blink 182, a los que recuerdan especialmente en temas como «Take On The Word» o la endiablada velocidad de «Super Soaker» que obviamente podrían invadir los Estados Unidos si la MTV así lo quisiera. «Post Acid» es otra ganadora con briosos aires playeros y un toque más garajero. Y es que si bien hay cierta evolución, la simpleza sigue siendo su tesoro, un estribillo, dos guitarrazos y tres coros son la mejor fórmula hacia un buen tema pop.
La devoción por Nirvana y antecedentes se concreta en uno de los mejores temas del disco, que sin embargo lo escribe uno de los músicos (Stephen Pope.). Se trata del himno grunge del verano «Linus Spacehead», sumando los característicos riffs de marca Cobain con los habituales coros surferos. Una similar mezcla de disonancia destartalada y sonidos de la costa oeste se refleja en «Idiot». Por su parte «Green Eyes» supone el tema más clásico y limpio que haya compuesto con permiso de los aires retro sesenteros de «Baby Say Goodbye», que demuestran que su amor por los clásicos no se queda en el «Pet Sounds».
Los ramalazos de psicodelia estival los deja para la reposada «When Will You Come», tomando prestada la muy vigente secuencia de batería del «Be My Baby» de Ronettes (insertada en el camino del indie vía Jesus & Mary Chain). Junto con los ecos de Animal Collective de «Baseball Cards» forma la parte alucinógena del disco. Esta onda será retomada en «Mickey Mouse», con claras herencias de los ineludibles Beach Boys, demostrando como ahora incluso los temas más abstractos quedan más cercanos al concepto de canción. Tal vez sea en este sentido «Convertible Ballon» la más peculiar, basada en un repetitivo loop de fondo se queda a medio camino entre canción e interludio.
Tal vez no todos los fans de sus caóticos escarceos con el ruido se vean conquistados por estas nuevas canciones más formales y cercanas al pop-punk, pero desde luego Wavves se sobrepone a sus explosivos inicios con bastante acierto en busca de melodías más tarareables. Una mezcla fresca donde caben Nirvana, Beach Boys, Blink 182 y Pixies que aún le queda por mejorar pero que en pequeñas dosis resulta agradable.