Sonar como Sigur Rós es algo difícil de conseguir. Primero porque para hacer una música parecida y con su enigmática intensidad estoy al 99% seguro de que hay que nacer en Islandia, por lo que las posibilidades disminuyen hasta cero prácticamente, ya que oír un disco de los islandeses evoca directamente a la contemplación de infinitas praderas verdes salpicadas de géiseres, de frías orillas desde las que ver las ballenas saltando sobre las olas y el reflejo de los tímidos rayos de sol sobre los icebergs. Y segundo, y quizá más importante, porque la música es tremendamente bella.
«Ágaetis Byrjun» fue el disco que puso en el ojo del huracán al grupo, gracias sobre todo a su elección como teloneros de Radiohead para la presentación del controvertido «Kid A», pero también al eficaz boca-oreja y a una promoción basada en cuidadísimos videoclips, ya clásicos, del inesperado hit «Svefn-g-englar» y «Viôrar vel til loftárasa». Sabiendo como las gastan Birgisson y compañía, podemos adivinar que ninguna de las dos es una simple canción pop, sino que son extensas composiciones progresivas de más de 10 minutos que buscan el impacto emocional mediante la paciencia y la atención del oyente. Y esta estructura de canción, evidentemente, se extiende a prácticamente todo su cancionero.
En este segundo disco ya están totalmente presentes todas las constantes de la música de Sigur Rós: tiempos largos (la media estaría en unos desconcertantes siete minutos), que huyen de las prisas y se toman todo el tiempo del mundo para llegar a donde desean, aunque eso implique que la voz aparezca cuatro minutos después de comenzar el tema o que haya minutos enteros de ruiditos electrónicos; elaboradas y preciosas orquestaciones que por una vez no están de mero adorno y encajan perfectamente en las complejas estructuras musicales; y, como no podía faltar, una evidente pretensión de sonar lo más grandioso y bello posible, cosa que extrañamente se cumple casi a rajatabla a lo largo de los más de setenta minutos del disco.
«Un buen comienzo» (traducción del título del disco al español) marcó el inicio para Sigur Rós como una de las bandas fundamentales del nuevo siglo; uno de los máximos exponentes de ese género tan discutido e indefinido que es el post-rock, a pesar de que ellos prefieren seguir volando a su aire componiendo su extraña música de forma natural, que resultaría artificial si proviniese de cualquier otro.