Es bien sabido que Radiohead reniegan de su álbum debut, actitud que se expande a la sección de fans y crítica que valoran más su vertiente experimental surgida a partir de Ok Computer. Bajo un punto de vista estilístico es, por tanto, al menos entendible esta postura; la banda de Oxford lleva, a su manera, más de una década explorando los territorios más recónditos del rock, la electrónica, el pop, e incluso a veces el jazz, proceso con un claro punto álgido situado en el abstracto Kid A, pero también con momentos más relajados y accesibles como el más reciente In Rainbows.
Pero bajo un punto de vista simplemente cualitativo, la verdad es que Pablo Honey lleva muchos años recibiendo un tratamiento realmente injusto. Probablemente sigue siendo su peor álbum, y quizá su sencillez y humildad se alejen bastante de las pretensiones arties de sus últimos discos, pero aún así este debut debería ser considerado como algo más que ‘el disco que contiene a Creep’: un muy buen álbum de rock alternativo.
Lo que vino después lo conocemos todos, y la mayor parte es mejor que lo ofrecido en esta primeriza colección de canciones, surgida durante el apogeo del sonido Seattle y el triunfo comercial del rock alternativo durante los noventa. Ambos factores están bastante presentes a lo largo del disco y es probable que lo lastren un tanto a la hora de escucharlo hoy en día, pero de todas formas no justifica en ningún modo esa especie de ostracismo a la que ha sido relegado este entrañable Pablo Honey; testigo de una época en la que Radiohead sólo eran ‘otra banda de guitarras ruidosas’. Oír para creer…