No es tarea fácil encarar la reseña de un disco como “m b v”. Podría intentar ser lo más objetivo y desapegado posible y analizar sus virtudes y defectos como las de cualquier otro álbum de los que salen a puñados todas las semanas, o incluso días. De hecho, probablemente sería la forma más justa de hacer una crítica, no ya de este trabajo, si no de cualquier otro. Pero la leyenda, el contexto, la emoción, el sentimiento se imponen, y al menos yo no soy capaz de deshacerme de ellos a la hora de escribir estas líneas en concreto.
La historia es ya bien conocida por todos: “m b v” es el tercer larga duración de My Bloody Valentine, primero en veintiún años de silencio discográfico tras un “Loveless” aupado como la obra máxima del shoegaze y uno de los discos más definitivos de todos los tiempos. La losa pesa sobremanera, sí, pero ha pasado demasiado tiempo como para no exigirle a su creador, el cual siempre se las ha dado de esquivo y de perfeccionista por otro lado, por lo que no puedo sino atacar cualquier análisis de su nueva obra sin piedad alguna.
Menos mal que el álbum de fondo azul y titulado con las siglas del grupo es un disco excelente. Y también continuista. Kevin Shields nunca dijo lo contrario, que fuera a crear otro disco revolucionario y se le comprende. Si ya es difícil hacer una obra maestra del tamaño de “Loveless”, más aún es subvertir las normas de la música contemporánea como lo hizo con aquel disco. Repetir la hazaña sería quizá cosa improbable y por ello el irlandés ha optado por retomar su carrera en el mismo punto que la dejó.
Esto puede acarrearle críticas más o menos justificadas, ya que si el sonido sigue por más o menos los mismos derroteros y no sabemos cómo de antiguas son estas canciones ¿realmente necesitaba tanto tiempo? Misterios del arte, dejémoslo ahí y entremos de una vez en materia. El comienzo con “She Found Now” nos lleva inevitablemente a algún punto impreciso de principios-mediados de los noventa. No es el golpe que supuso en su día “Only Shallow”, ni mucho menos, pero ahí está el ruido blanco, las voces apagadas, la melodía subyacente aunque más en primer plano que en tiempos pasados… todo suena familiar y bueno en este medio tiempo.
“Only Tomorrow” es uno de los tema POP del disco, de melodía tarareable y con la voz muy presente de Bilinda Butcher. Nos vamos dando cuenta con “Who Sees You”, a pesar de ser una de las canciones que más apuestan por el rock del conjunto, que todo suena en general más relajado que hace dos décadas, normal por otra parte, cuando sus artífices están ya en la cincuentena o a punto de entrar. La sensación se sigue acrecentando con la bonita “If I Am”, con la voz dominando sobre la distorsión de fondo y guitarras acústicas perfectamente audibles.
Pero es “Is This and Yes” la mayor revolución de “m b v”. La depuración melódica llega al culmen del minimalismo y toda guitarra, todo ruido desaparecen y nos encontramos ante un tema puramente ambiental guiado por ambientes creados sintéticamente. La línea continúa con “New You”: sobre un ritmo de bajo se superponen varias capas de sintetizador, loops y programaciones que configuran un tema hasta cierto punto incluso bailable.
El último tercio comienza muy rock con la apabullante “In Another Way”, en la que un obsesivo ritmo programado (o batería filtrada, es difícil saberlo) lleva el protagonismo sobre las capas de distorsión y los ambientes tan propios de la casa. Tampoco aquí oímos la voz de Shields, que parece haberle dado casi todo el protagonismo en este aspecto a su compañera. “Nothing Is” reincide en estos aspectos, tratándose básicamente de la repetición de un riff hasta la saciedad con ligeros matices en la presencia de la percusión y algún aporte electrónico.
Finalmente, las programaciones se hacen su hueco, al igual que sucedía con la inmortal “Soon”, en “Wonder 2”. Hasta cierto punto es un reflejo de aquélla, aunque sin el componente rítmico y más presencia de lo digital. Y así termina “m b v”, un disco que, a pesar de todo lo mencionado anteriormente que pueda achacársele, sale triunfador con las escuchas. Por lo que debe congratularnos que Kevin Shields y compañía se hayan decidido a publicarlo por fin, ya que al arte, si es bueno (muy bueno), es atemporal y no entiende de fechas.