Parece mentira que hayan pasado ocho años desde aquel «We Were Dead Before the Ship Even Sank», último disco de la banda de Issaquah, Modest Mouse. Lo parece, sobre todo, porque al acabar la escucha de los casi 60 minutos de duración de “Strangers to Ourselves”, uno se queda con la sensación de que los de Isaac Brock han vuelto prácticamente en donde lo habían dejado, y aunque a esto habrá quién le ponga alguna objeción, yo soy más de la opinión de que ya es más que suficiente. Modest Mouse van a su bola, de eso no hay duda. Y no la hay desde el mismo momento en que vemos que lejos de esa tendencia de hacer discos de corta duración más acordes con los tiempos de inmediatez que hoy corren, ellos se despachan en este Lp nada menos que quince nuevos temas.
Si su tónica habitual siempre fue la de hacer discos ambiciosos y de gran minutaje (todas su obras tienen entre catorce y dieciséis pistas), ahora que han estado tantos años sin publicar material no iban a volver para sacar un disco de ocho canciones como cualquier grupete de indie rock al uso de esos que salen a diario en la sección de reviews de Pitchfork. De esta forma, estamos ante una obra que hay que degustar largo y tendido, y canciones y detalles tiene para ello.
Los hits bailables que en su día les auparon a la fama de la mano del funk y la música disco más bastardas, tienen su momento de la mano de «The Ground Walks, With Time in a Box» o “Ansel”, y aunque no son tan redondos como aquellos «Float On» o “Dashboard”, si parecen suficientemente cumplidores como para cubrir la cuota radiofónica de la banda. Luego está «Wicked Campaign», que se erige como una de las mejores canciones del disco gracias a su perfecta conjunción de pequeñas dosis de electrónica, épica y guitarras. Y junto a ella amplían paleta de la mano de sus habituales cadencias tabernarias (“Be Brave”), o de los arrebatos eléctricos que pueblan a sus anchas en temas como «Lampshades on Fire», la cual nos muestra a los mejores Modest Mouse de siempre con su punto justo de accesibilidad y atrevimiento. Su faceta más folk, delicada y ensoñadora nos llega con “Coyote”, sin olvidar tampoco la bella «Strangers to Ourselves», pieza que abre y da título al disco.
La cuota de poderío noventero también queda cubierta gracias a “Shit in Your Cut“, «The Tortoise and the Tourist» o “The Best Room”, en las cuales unas juguetonas guitarras nos recuerdan el amor que, al más puro estilo Doug Martsch, sienten por las luchas afiladas entre éstas. Y no faltan tampoco esos momentos más extravagantes que tanto gustan al sexteto, saliendo victoriosos de ellos en algunos casos, como en la circense y disparatada “Sugar Boats”, y convirtiéndolas en lastres para el conjunto en otros, como en esa especie de parodia de la radiofórmula actual llamada «Pistol (A. Cunanan, Miami, FL. 1996)».
Estamos, por tanto, ante un disco donde la variedad y la libertad creativa siguen siendo la línea clara seguir, y esto, unido al permanente estado de gracia vocal de Brock, ya debería ser bastante para comprender el regreso de Modest Mouse como una de las mejores noticias del año. Seguramente no estamos ante su mejor trabajo, ni tampoco ante uno de los más arriesgados, pero decir que no siguen coronando los primeros puestos del indie rock, sería no ser justos con unos de los grandes supervivientes de todo aquello que hoy para muchos es solo revival.