Otrora conocido como guitarrista de una de las bandas definitorias del metal vasco de principios de siglo, Loan, Mikel Uraken sorprendió hace unos meses comenzando a cultivar en directo una faceta dedicada al folk-rock. Una madurez acústica que le llegó de golpe y complicada de asimilar de primeras. El tiempo ha llevado, via un Ep previo, hasta este «Folk Songs for Tormented Souls», carta de presentación de esta nueva singladura con la que ya el cantautor (aunque curiosamente las letras no sean propias) nos demuestra que va en serio.
Ya desde el propio título «Folk Songs…» parece un disco que juega deliberadamente con los clichés del género, del cantautor atormentado y las historias de la América profunda. Y a ese guión se ciñe, aunque abarca un razonablemente amplio espectro desde los tonos folk más naturalista hasta el country más hundido en la desesperanza.
Tras una introspectiva intro, comienzan las canciones con «The Hell With Regrets» en la que Uraken sorprende con un registro dulce acorde a la animada musicalidad de este folk-rock de guitarra y armónica. Los acordes se aceleran por momentos dando lugar a una imperfección que sirve para captar la atención. Buscado o no, este debut parece rehuir algunos patrones de esa perfección y la verdad es que eso hace que suene más natural; especialmente tratándose de un disco en solitario, nos podemos imaginar al músico tocando las canciones sin demasiados artificios. Parecido nos pasa con «The Day of my Funeral» y su toque outlaw, quizá el tema de mayor gancho, himno potencial pero interpretado con sencillez.
Algo menos sorprenden los momentos más oscuros y de alguna manera espirituales como «Illuminating», que se reserva ese estribillo para el final. De algún modo, este tipo folk de mayor negrura en las entrañas conjuga mejor con la música que hacía en su antigua banda. Tampoco sorprende en tono, que sí en técnica instrumental el rodeo oscuro de «Progress Strikes Again (the Donkey Song)», ni la atormentada «Death Sentence», ambas en un estilo próximo a David Eugene Edwards, seguramente siendo la influencia más palpable. Partiendo de esos parámetros «A Silver River» lucha por encontrar algún tipo de redención en los tonos más cálidos y algo similar sucede con «Dusk in the City», aligerado final con esos coros más livianos.
La transición se ha revelado exitosa en general, pero sin embargo hay algo en este todo que chirría en ocasiones. Tal vez sea el idioma, tal vez ese americanismo demasiado forzado (nos gustaría ver qué resultado daría el euskera o el castellano con sus canciones), quizá la voz no tan curtida como la de los maestros del género… o una mezcla de todo. En cualquier caso, atrevido y decidido primer paso en esto del folk-rock de un músico que proviene de algo totalmente diferente.