Desde los comienzos, Love Division han sido una banda obsesionada por plasmar el amplio universo del rock n roll en su música. Desde los clásicos de los 60 y 70 hasta los de los 90 con los que probablemente crecieran, el rock más tradicional y el que fue llamado alternativo, cambiando entre hard-rock, punk-rock y medios tiempos. No sorprende por tanto que, en la desafección reinante en estos himnos para la generación perdida, sea el grunge el caballo ganador.
Estamos ante un disco por tanto más melódico, más variado, como lo era la dispersa escena de Seattle y con la rabia, la nostalgia por la revolución que pudo ser y nunca fue y la rebeldía pese a todo, como ejes fundamentales. Este album conceptual se abre con una bonita intro que nos lleva directamente a «Chain of Command», dominada la tensión de los Pearl Jam de mediados de los 90, que se cruza finalmente con la obsesión desesperada de Nirvana. A partir de aquí sigue la senda por el punk-rock tanto en «Nowhere Fast» como en «Big Night» que suena como unos Bad Religion entregados al baile garajero.
Parte de lo que hace las canciones de Love Division tan agradables es que nos reconocemos en ellas. Quizá captemos unas influencias y otras no, pero a quienes tenemos ya una edad nos suenan tan familiares como los grupos, riffs, melodías y tonos de voz con los que hemos crecido. Así, el ecuador se entrega a un rock n roll más espaciado en el que Pearl Jam casi siempre tienen cierto eco, ya sea cruzados con la carga emocional de unos Manic Street Preachers en «The Art of Lost Love», con un tono más relajado en «Long Way Home» y recuperado el punk californiano y recurriendo a los Foo Fighters más rockeros en «Case Study».
Tras el medio tiempo afectado de «Resistance!» llegamos a uno de los temas más ambiciosos del disco. Y es que en «The Unkept Promises of Communism» se despegan del rock más clásico para tejer épicas que van desde la apertura y cierre acústicos a los riffs furibundos, las orquestaciones y los cortes de voz de diferentes lideres decisivos en la deriva de aquellos movimientos políticos. El efecto musical es el de unos Ministry de última época si estos hubiesen elegido profundidad melódica sobre ruido. La elegantemente arreglada «Twilight» y la discreta «We Ain’t Going Down» tratan de acercarse al fin del disco con una visión algo más positivista tras dicho cenit y lo dejan a punto de caramelo para el bonito cierre «End in the End».
«Anthems for the Lost Generation» es una colección de canciones dedicadas al idealismo casi por completo perdido, quizá un requiem por la humanidad. Rock directo con letras a la altura, políticas, humanistas, que si bien no denota gran originalidad, sí que derrocha sudor y honestidad.
