/Reseñas///

Happiness Project, The – A Place Where The Avenues Reach The Sea

Happiness Project
Astoria, 2008
Productor: The Happiness Project
Banda: Balty Albiol, Adrián Valle, Jose Pitarch

Géneros: , ,

8.2

Son momentos curiosos para el rock alternativo más underground. Movimientos como el hardcore han ido adquiriendo una carga de profundidad y experimentación que han provocado el surgimiento de multitud de bandas que pretenden enriquecer su propuesta con formas del rock menos directas, como los ecos del progresivo o el post-rock más enfervorecido. De ambos géneros se nutren The Happiness Project, banda que sin embargo presenta claras raíces en el hardcore y el metal.

Tan sólo 5 temas de dilatada duración pero un asequible total de 45 minutos es una de las claves de lo fácil que entra este disco, desde los efectivos y punzantes pitidos de generación 8-bit que abren Drag Me Trough the Dog’s Cage». Las murallas de distorsión nos recuerdan a los inevitables Mogwai, tejiendo melodías cálidas, de lenta evolución pero contundentes de forma instantánea. THP añaden a la mezcla las voces desgarradas tan al estilo post-hardcore, realzando el devenir de las líneas melódicas.

«Starting The Prelude» resulta más calmada y melancólica, jugando con el tono acústico para crear atmósfera y en ella se lanzan a cantar más propiamente, algo no tan común y que junto a una instrumentación limpia, les acerca a terrenos en los que el rock progresivo choca con el post-hardcore, incluso con arreglos de viento que dan un importante toque épico, alejándoles de los referentes típicos.

Como mandan los cánones del post-rock, aquí canciones en su acepción pop-rock más clásica no hay, dado el minutaje medio de 8 minutos por corte, pero si hablamos de momento álgido, en «Stendhal Syndrome» la fuerza melódica brilla con la fuerza de una estrella en ebullición. Y explota tras dos minutos de instrumentación lenta y peristente, como en los mejores momentos de Cult of Luna. Un endiablado riff acompañado de inquietas baterías es aplacado momentáneamente para volver a la templanza progresiva y sostenida, mientras el bajo golpea en letanía. Un viaje que continúa con la entrada de una voz que oscila entre la fealdad rabiosa y la puntual aunque cálida melodía, tornando así en un momento de un optimismo que eleva. Felicidad asfixiante.
Siguiendo su zigzagueo, el disco vuelve al ambiente de escalofrío en «Sun Talks», un tema que de post-rock no tiene nada y si del rock progresivo y el misterio de Pink Floyd. La canción, como siempre va desplegando las alas eléctricas y finalmente un riff aumenta el tempo a la vez que la voz imprime intensidad y gravedad. El último tema, «A Star on Earth» se reserva un hueco donde cabe la belleza pero los sonidos duros quedan más vetados. Así, misteriosos y oscuros compases guían sus primeros pasos y van creando un hipnótico viaje que finaliza el disco y les retrata como músicos que saben descargar electricidad pero también contenerse en favor composiciones más ricas y menos clónicas.

Puede que la escena post-rock/post-metal esté sobresaturada en estos momentos y que a veces separar grano de paja se hace difícil. Yo de momento y hasta que la perspectiva del tiempo haga su efecto, me guío por el que un disco me aburra o me provoque ganas de avanzar una canción o no. En el caso de «A Place Where The Avenues Reach The Sea» (bonito título, por cierto), eso no me sucede y tengo la impresión y casi certeza que estamos ante uno de los muchos casos en que pecaremos de no apreciar lo nuestro. Porque si te gustan Mogwai, Möno, Red Sparowes o Pink Floyd, dales una oportunidad, que no hay ninguna ley del post-rock que diga que si el grupo es de Castellón no mola.

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1 de enero de 2008