Superadas dos obras elogiadas y mastodónticas a partes iguales, como “The Chemistry Of Common Life” y “David Comes To Life”, y logrado un éxito inimaginable para una banda hardcore de importantes connotaciones contraculturales, la papeleta para Fucked Up en su cuarto disco no era un plato de fácil preparación. Precisamente todo el conflicto interno sufrido por sus dos líderes, el vocalista Damian Abraham y el guitarrista y compositor Mike Haliechuk, es el tema en torno al que gira un disco que, a un servidor, se le antoja como de transición. Y eso no quiere decir que estemos ante un disco malo, hecho con desdén o poco importante para los de Toronto. Todo lo contrario. Seguramente este es el disco en el que de forma más sincera han volcado todo aquello vivido a lo largo de una década en la que han pasado de ser la típica banda que editaba singles con la misma facilidad que una sala okupa programa conciertos, a crear una ópera punk y actuar en conciertos amparados por la MTV (como ocurrió en Madrid hace unos años). Con todo este contexto, y con la incerteza que los años proporcionan a este tipo de combos hardcore-punk, se presentaba “Glass Boys”, un disco muy disfrutable, pero del que se podía haber esperado algo más.
De primeras hay que destacar que a priori la elección de un track list convencional de diez temas y 43 minutos, parecía el paso lógico e ideal tras el faraónico “David Comes To Life”. El problema, si es que se le puede considerar como tal, llega cuando el potencial de esos diez pildorazos de indie punk agresivo resulta desigual. Así, el disco empieza de forma brillante con “Echo Boomer”, un trallazo de cinco minutos que tras un minuto de intro estalla ante nuestros oídos con la receta habitual del gruñido de Abraham en primer plano, y unas guitarras a medio camino entre el indie rock y el hardcore. Hüsker Dü, vamos. Especialmente interesante vuelve a ser el trabajo rítmico de Jonah Falco a la batería, el cual impulsa esa peculiar forma progresiva que tiene Fucked Up de evolucionar sus canciones, y que tanta influencia del mejor Washington posee. Observamos también menos capas de guitarras, hecho éste que se acrecentará más adelante hasta dar forma, seguramente, al disco más básico de los canadienses. En “Touch Stone” se aprecia un elemento que también cobra fuerza en “Glass Boys”, como es cierto clasicismo en las melodías de las guitarras que casi pueden recordar a bandas que, como The Hold Steady, poseen una forma más añeja de entender el punk rock.
En “Sun Glass” cobran importancia los coros que tantos ríos de tinta provocaron en el pasado, aunque aquí no se hacen tan evidentes como, por ejemplo, en aquella genial “Queen of Hearts”. Guitarras de clara influencia Masciniana por aquí, otro poco de Fugazi por allá y rápidamente el arranque de “The Art Of Patrons” para seguir confirmando que Fucked Up han sacado un cuarto Lp claramente menos ambicioso y más rockero que sus predecesores. Y si había alguna duda, los ramalazos psicotrópicos (solo incluido) y el órgano setentas de los dos últimos minutos de “Warm Change”, ahí están para confirmarlo.
La cara B comienza con una de las mejores piezas de todo el disco, “Paper The House”. Himno de puño en alto que, aunque hablando de ellos parezca una obviedad, aquí cobra su mayor significado. Las guitarras y coros que acompañan de forma magistral al burro de Abraham en sus proclamas, ofrecen una rabia y visceralidad que tratan de continuar en “DET”, pero que se pierden en unos modos pesados que no le sientan tan bien al sexteto. La sonada colaboración de J.Mascis le viene de maravilla a “Led By Hand”, y su característica voz le da un poco de aire e hipnosis al minutaje antes de “The Great Divide”, penúltima pieza del Lp, y más importante por la fuerza reflexiva de su lírica que por la innegable pasión con la que la despacha su vocalista.
Para cerrar Fucked Up dejan el tema más largo del disco. “Glass Boys”, que da título al disco, se muestra emocionante y sentida, y las guitarras llenas de épica que comanda Haliechuk vuelven a alcanzar aquí sus mejores cotas de calidad. Los coros melódicos vuelven a hacer aparición dando paso al piano que concluye este cuarto trabajo que los coloca aún lejos de todos aquellos hardcoretas que les retiraron hace tiempo la palabra, pero también a mucha distancia de las hordas de nuevos tendenciosos que se les acercaron por pura inercia mediática. Es decir, ¿los deja en tierra de nadie? Puede ser. Pero también puede que precisamente sea éste el lugar idóneo para estar hoy. Un lugar a partir del cual crecer en el futuro hacia donde la banda, y únicamente la banda, desee. Por supuesto, les seguiremos los pasos.