Con un segundo álbum que se va a convertir, al menos por el momento, casi en su obra póstuma, los catalanes The Destroyed Room nos dicen adiós de forma indefinida. Sus próximos conciertos servirán para despedir a una formación que sin hacer mucho ruido ha ido conquistando desde sus primeros ep´s y K7s, a todo ese público que gustamos de mirar atrás, hacia el segundo lustro de los 90´, en busca de canciones sencillas y honestas. Punk rock, aromas clásicos y algo de emo pop han sido siempre los ingredientes con los que este cuarteto han ido cocinado su discografía de forma constante a lo largo de los últimos años, y llegados a esta despedida, la cosa no iba a ser ni para más, ni para menos.
Melodías exquisitas como las de “The Waiting” (el mejor reverso pop que he escuchado a The Gaslight Anthem hasta el día de hoy); enérgico rock and roll como el de “Highway II”; momentos más oscuros como los de “Teenage Werewolves”; o desarrollos largos y melancólicos como los de la final “Don’t Ever Change”, son las variantes que podrás encontrar en el disco con más matices y más apesadumbrado de la banda hasta el momento.
Apenas nueve canciones con las que dicen adiós (o hasta luego), y que si bien dejan un regusto amargo por ver como otra buena banda de punk rock nacional se nos va, también nos recuerdan en forma de sentidas canciones de puño en alto, que la rueda no para y que nuevas bandas surgirán recogiendo el legado de las que se toman un respiro. Embarcados a partir de ahora (esperemos) en los otros proyectos que tienen sus miembros como Wind Atlas o Zephyr Lake, The Destroyed Room dejan la cúpula de Boston Pizza Records a buen recaudo, siendo ésta algo más de media hora de punk rock puramente americano, el último regalo para todos esos seguidores que alguna vez les apoyaron de una forma u otra. ¡Hasta pronto!
