Es algo bastante usual que cuando se ha alcanzado el grado de leyenda dentro del mundo de la música se viva de los éxitos del pasado y de dar conciertos nostálgicos que contenten a los fans de toda la vida. Esta técnica te permite seguir manteniendo al menos una vida de semilujo, pero a la larga también puede motivar que se te adjudiquen adjetivos tan poco atractivos como ‘dinosaurio’ o ‘rancio’.
The Cure hace ya muchos años que alcanzaron este estatus, pero aunque es cierto que se lo toman con bastante calma a la hora de sacar nuevas canciones y discos, y que ya es prácticamente imposible esperar de ellos un nuevo ‘Disintegration’, al menos han seguido publicando material nuevo de interés como los notables ‘Bloodflowers’ (muy reivindicable este) y ‘The Cure’, disco en el que incluso fueron capaces de introducir un par de clásicos contemporáneos: The End of the World y Taking Off.
Ahora bien, el dejar pasar el tiempo y pensárselo bien no significa necesariamente que el resultado vaya a ser tan bueno. Ya sucedió con el aburridillo ‘Wild Mood Swings’ y vuelve a suceder un tanto con este ‘4:13 Dream’.
Quizá el gran problema de este ya decimotercer álbum sea que bebe demasiado de su predecesor, pero sin alcanzar las cotas de este y dejando un leve regustillo a descartes del disco de hace cuatro años. Esto se nota ya de primeras en los singles: The Only One, The Perfect Boy y Freakshow son buenas canciones pero que ni de lejos alcanzan el nivel de hits de antaño, ya que carecen de esa gota de genio que las hace reconocibles a la primera. Y no, no me he olvidado de Sleep When I’m Dead; lo único que pasa es que me parece de lo peorcito que haya compuesto nunca Robert Smith…
En fin, que lo de buen disco a ‘4:13 Dream’ no se lo quita nadie, cosa que no impide que sea uno de los peores discos que haya parido el payaso triste de los pelos raros. Así que esperemos que el material más ‘oscuro y difícil’ que surgió de las mismas sesiones de grabación y que se guardó para otro hipotético disco le salga algo mejor. Porque si no, pasaré a las pocas semanas y volveré a poner en mi reproductor un ‘The Head on the Door’ si quiero tararear las canciones y chasquear los dedos, o un ‘Pornography’ si quiero suicidarme. Usted verá, señor Smith.