Hay 2 tipos de fans de Black Country, New Road atendiendo a la recepción de su magnífico debut, «From the First Time». Están quienes se enamoraron de tal audaz sucesión de altibajos de post hardcore, post-rock y noise rock y entendieron que estábamos ante una banda única, llamada a pasar a la historia junto a algunos de sus referentes en aquel disco, como Godspeed You! Black Emperor o Slint. Y por otro lado están quienes tomaron nota del hype, escucharon y reconocieron que lo ofrecido era bueno, pero quizás no definitivo.
Este preámbulo viene al caso porque el segundo disco de la formación londinense es uno de los que más expectativas ha desatado en la escena alternativa en muchos años. Los oyentes del primer grupo esperábamos lo nuevo con tanta excitación como miedo. Los adelantos, con su tono de elegantísimo indie folk, hicieron crecer ese miedo. Durante un tiempo, confieso haber vivido una suerte de negacionismo del segundo álbum de BC, NR. Sabía que estaba ahí y sabía que era muy bueno, pero no lo suficiente. No era el debut, la escucha no era igual de explosiva y todo el hype, al que ahora se sumaba la prensa mainstream, olía al típico efecto rebufo del mundo artístico. Ya sabes, el Oscar que se le da a un actor por «la siguiente» debido a que cuando hizo su interpretación verdaderamente buena no se le supo reconocer.
Al igual que «For the First Time» pasó para mí de ser un disco sorprendentemente bueno a una suerte de obsesiva banda sonora de la pandemia, «Ants From Up There» ha pasado de ser el disco de madurez exprés de una banda a un bellísimo canto de cisne de esa banda tal y como la conocemos. Al poco de editar el disco, el cantante y letrista Isaac Wood anunció que dejaba la formación por cuestiones de salud mental. Esta decisión dejaba a la deriva a la gran esperanza blanca del rock indie y ponía muchas cosas en perspectiva.
Ante todo cabe decir que «Ants From Up There», editado apenas un año después de su debut, supone una de esas evoluciones que ya rara vez se ven. Mientras en el rock de décadas pasadas era habitual ver bandas mutando su estilo de manera contundente disco a disco, ahora prima el ir refinando una fórmula ya ganadora. En este sentido sería fácil acusar de entrada a la tribu londinense de un intento de alcanzar el mainstream. Al menos el mainstream indie que alcanzaran Arcade Fire con «The Suburbs». Y así podría ser si solo atendemos a momentos pop tan redondos como la estampida folkie de «Chaos Space Marine». El caso es que puede que no haya tanta disgresión eléctrica, pero por el contrario se regodean en pasajes instrumentales, silencios y crooning agonizante. Es un disco que demanda paciencia y ese tiempo del que nunca disponemos. En cierto modo, es el antidisco de estos tiempos de playlist para el gym.
No lo digo por decir. El disco es todo un viaje que termina en dos canciones muy largas que (finge sorpresa), recogen los momentos más épicos de toda la escucha. La primera es «Snow Globes», un simple pero efectivo post-rock orquestal cuyo tono lastimoso es matizado por un solo de batería en goblin mode. Tras 9 cinematográficos minutos de alcanzar un clímax orquestal y apagarlo lentamente, cualquiera daría el disco por felizmente cerrado. Ellos no. Aún queda un imposible engendro de 12 minutos que concilia su refinado estilo actual con la esquizofrenia de su debut. Comienza con un folk lento orquestal que de repente se apaga y da paso a la tensión. Asoman autorreferencias a su anterior tema que enloquecen y explotan en algo totalmente distinto, concretamente en un guitarrero retazo de emo 90’s, entre American Football y Archers of Loaf, para finalmente volver al drama y despedir la obra cruzando a los Neutral Milk Hotel más graves y los Arcade Fire más épicos.
Antes habremos disfrutado del torrente emocional de «Concorde», con un Wood tan acongojado que parece que se vaya a quebrar de un momento a otro y una «Bread Song» que consigue aunar su inquietud paranoide con la nueva riqueza melódica que han abrazado. La única pega que le pondría a la escucha del disco es un ecuador que comienza una «Good Will Hunting» quizá demasiado abstracta para el concepto general. Pero sobre todo «Haldern» y «Mark’s Theme», preciosos temas que sin embargo y precisamente por carecer de esa composición más clásica que protagoniza el disco pueden acabar en una escucha derivativa hasta que llega la resplandeciente «The Place Where He Inserted the Blade», una fiesta melodramática con piano y saxofón.
Es inevitable, sobre todo dada la marcha de Isaac Wood, que «Ants From Up There» quede como un hito de la música indie de 2022 aunque realmente su sonido, no tenga nada definitorio de este momento. Ni siquiera su pertenencia a la nueva escena londinense tiene significado musical (puedes convencerte poniendo este disco al lado del «Hellfire» de sus colegas Black Midi). Pero que no le quepa duda a nadie de que merecerá ser ese hito porque realmente es una obra de profundidad y sensibilidad como pocas se ven en la música popular. «Ants From Up There» brilla por lo que es y no solo por la nostalgia de lo que pudo ser.