Llegados a su tercer largo, Blacanova dejan claro que tienen poco interés en salirse de los estrechos márgenes autoimpuestos a su música desde sus comienzos. De hecho, las paredes de su habitación sónica se han ido haciendo con el paso del tiempo más gruesas y pesadas y sus escasas fisuras se han rellenado para impedir la permeabilidad, como queriendo contener así más fácilmente todo su inquietante y ominoso universo musical.
Ya el título del propio álbum, «Regiones devastadas», parece trabajar a varios niveles de este imaginario. A nivel local y físico, recuerda a una desaparecida barriada marginal sevillana levantada a tenor de aquel infame programa de repoblación franquista y a la que parecen remitir las fachadas de la portada. Mientras que a nivel emocional, dichas ‘regiones’ apuntan al dolor, la frustración o la desolación; conceptos que parecen seguir moviendo los engranajes principales del sexteto a la hora de generar textos y texturas inquietantes.
Para acompañar tales sensaciones, vuelve a ser este disco un trabajo denso y atmosférico. Si en «¿Cómo ve el mundo un caballo?» podríamos distinguir cierto predominio de un sonido más desnudo y directo (ojo, siempre bajos su parámetros), el tema inicial «Tara» tira esta impresión por tierra. La saturación y las múltiples capas se hacen de nuevo muy presentes en ella y en otras como «El poder mecánico» o en la lánguida balada «La pareja del verano». La mayor novedad se encuentra quizá en un mayor uso del sintetizador, protagonista en momentos como la brillante «La soga».
Sin embargo, Blacanova no se olvidan de su vertiente más accesible en temas como «Despiece (de vacuno)», «Art Brut» o «De repente, agricultura», en los que obtienen grandes resultados melódicos rebajando el nivel ‘desolador’. En ellos se distingue mejor el ya característico duelo vocal entre Armando e Inés (interesante el juego entre ‘follar’ y ‘fallar’ en la segunda de las mencionadas en este párrafo), que a pesar de seguir regodeándose en historias siniestras parecen dejar de un lado las alegorías más oscuras y apostar por letras algo más accesibles.
Blacanova siguen mirando hacia adentro, encontrando en su mundo interior un campo tan rico que poco o nada necesitan de afuera. Cierto es que sus referencias siguen siendo evidentes y que sus parámetros tan rígidos pueden llegar a cansar en ciertos momentos en un disco de casi una hora y media de cinco minutos por tema. Pero por ahora les sigue valiendo para componer trabajos tan notables como este «Regiones devastadas».