Con “Blacanova”, su homónimo debut, los sevillanos se hicieron su particular hueco dentro del indie nacional; acaparando varios de los mejores asientos reservados al shoegaze de nueva generación. Tomando como punto de partida lo que bandas como Slowdive o Mercromina habían hecho ya unas décadas antes, el sexteto no tardó en crearse una personalidad con una clara obsesión por una cierta poética siniestra tanto en las letras como en el artwork del disco y los audiovisuales que los acampañaban, además de por la creación de bellas atmósferas en su música.
Lo lúgubre y bizarro sigue teniendo cabida en torno al arte que rodea a “¿Cómo ve el mundo un caballo?”, su segundo trabajo. Ya el niño con ojo de sapo de la portada o el caballo despiezado en collage del libreto rezuma a mitología ‘blacanoviana’ al 100%; esa que gusta de monstruos de feria e híbridos imposibles. Lo mismo puede decirse de los textos, que siguen contando hechos de lo más terribles, de fuerte componente simbólica o al menos estética. ‘He visto al perro suicidándose en el lavabo’, ‘un viejo se masturbaba al ver cómo la sangre brotaba’, ‘podrás darme pan con cuchillas de afeitar’… son sólo algunas líneas tomadas al azar, de extraña belleza, aunque estremecedora.
En cuando a lo más importante, la música, continúa por las líneas maestras ya trazadas, aunque se han pulido ciertos aspectos oscuros. Digamos que se ha expandido; aunque siga manteniendo de referencia el sonido con el que se dieron a conocer, esto es guitarras etéreas, ambientaciones melancólicas, y el característico juego de voces entre Armando e Inés; se nota una decidida orientación más pop en temas como el primer sencillo, “Checoslovaquia”, “El abrigo” o la muy rockera “A-92”.
Pero las señas de identidad, como decíamos, siguen estando claras y firmes. Blacanova no es un grupo que vaya a lo fácil por mucho que sus melodías sean memorables. La distorsión sigue estando ahí en “El pulmón artificial”, al igual que el gusto por la balada fantasmal en “Cine de verano” y “Los Remedios”, o los ambientes alucinados cercanos al slowcore en “Poltergeist” o más orientados al recitado como “La Migala”. “Invertebrados”, como culmen del disco que es, es un perfecto hit de rock onírico que vuelve a abrir puertas entre la realidad y universos más allá del sueño.
A pesar de cierto baile en la formación (sale José para dedicarse a I Am Dive, entra Cristian), Blacanova han conseguido que su álbum de reválida sea un disco la mar de consistente, cuidado al detalle, con trasfondo y alejado de los sonidos más convencionales que muchas veces son erróneamente denominados ‘independientes’. Porque la independencia en este país crece y se nutre realmente gracias a grupos como este, que llevan la libertad artística por bandera.