Curioso marco el del Museo de Reproducciones artísticas, una reformada iglesia incrustada en el también curioso barrio de San Francisco bilbaíno. Ahí tenían la suerte de tocar Triángulo de Amor Bizarro. Y digo suerte porque una banda dada a la rareza debería apreciar este tipo de detalles como tocar entre columnas y con una gran estatua de fondo.
Abrieron Simca, que empezaron escrupulósamente puntuales. Supongo que el personal encargado del museo no está para seguir la costumbre de empezar los conciertos de media a una hora más tarde de lo anunciado, lo cual siempre agradecemos. Y ahí empezaron a desplegar uno tras otro un repertorio curtido en años en el cruce del hardcore DC con el rock alternativo. Suele ser este un estilo que deja indiferente a casi todo el mundo menos a los enamorados de los sonidos noventeros, que solemos estar en un polo opuesto. Por si fuera poco, la banda se encuentra dando unos últimos conciertos antes de dejarlo definitivamente. Pero esto no olía a despedida, ya que si algo destaca en ellos es que a pesar de esa veteranía, verles en el escenario no dista mucho de ver una banda nueva a nivel de actitud.
El sonido del lugar eso si, no le fue bien a su equilibrio entre melodía y aspereza y sonaron más ruidosos de la cuenta, pero le pusieron ganas y humor, pese a que se daba esa paradoja de cuando un grupo más veterano telonea a otro más joven y con muchísimos más seguidores. Parte del repertorio tampoco acabó de cuajar o tal vez simplemente no me era familiar y sin embargo se echó en falta algún tema del pasado reciente como «Fenix», pero terminaron con la infalible «The Hole», el que pasa por ser su tema más redondo.
VIDEO> Simca @ Museo de Reproducciones (Bilbao)
Triángulo de Amor Bizarro sigue siendo una banda con mucho escepticismo a su alrededor, lo cual no cabe en la cabeza cuando tienen dos discos tan rotundos y un directo tan eficiente. Quejarse de que hacen ruido es como quejarse de que Ramones no son virtuosos. Precisamente lo que uno espera de ellos en directo es más ruido aún que en disco y desde luego que lo consiguen, aún sacrificando a veces alguna melodía de guitarra o sintetizador. Porque hay que decir claramente que si algo sobresale de los TAB actuales son los ritmos, más concretamente la animal pegada de su nuevo batería, primitiva pero precisa. Esto les otorga una dimensión que les acerca aún más al rock y les aleja del indie más lánguido.
En cuanto al repertorio fue muy equilibrado entre sus dos discos y hay que resaltar que en general, se les mucho más convencidos y enérgicos asaltando los nuevos temas. Supongo que es normal, habiendo sido compuestos con la actual formación. Empezaron abordando lo que ya son pequeños clásicos como «¿Quienes son los curanderos?» o «Mal como efecto de mala voluntad». Pero como decimos el show empezó de verdad con el fanatismo kraut-rockero de «El radar al servicio de los magos» o «El culto al cargo». Y es que canté él o ella los temas que mejor supieron fueron los de mayor aridez y acento rítmico.
Por otro lado los temas más reposados como «Estrella Azul de España» proponen una necesaria tregua al ruido. Esta faceta la destrozaron absolutamente con «Super Castlevania IV», en la que Isa pasaba el tiempo golpeando con una baqueta a destiempo intentando hacer perder el ritmo al batería. No sólo no lo consiguió sino que nuevamente, fue el músico que más atención logró. Aunque no sería justo no hacer mención a la otra nueva incorporación a los sintes. Muy sereno, casi gélido sobre el escenario se dedicaba a aportar su extra de capas de ruido y a coger puntualmente una guitarra de un pulcro azul celeste y blanco que hacía un contraste de lo más divertido con su camiseta de Eskorbuto. En cuanto a Rodrigo poco que decir, sigue siendo el alma e Isa, la imagen y la actitud, entre juguetona y chulesca.
En general el resumen es que la nueva faceta más ambiental pero de mayor empaque del grupo nos hipnotizó realmente en directo. La propia «Año Santo» fue otro de los grandes momentos de la noche, por encima de tracas de hits que vendrían luego como «De la monarquía a la criptocracia», «El himno de la bala» o «El fantasma de la transición». Nos gustan todas las facetas de la banda, pero parece injusto que haya quién les reduzca a los temas más ajustados a los patrones del indie-rock nacional. Además que incluso en la faceta melódica han conseguido reventar esos singles con el desenfreno eléctrico de «Amigos del Género Humano» o «La malicia de las especies protegidas», en vivo tan grandes como en disco.
Hay que mencionar lo atípico que es un concierto de TAB. Por un lado tienes a un sector de incondicionales de los conciertos de rock de la zona. Por el otro a cantidad de gente que no se la ve tanto, seguramente selectos cazadores de las tendencias indies más destacadas que les recomienda su revista de confianza. Y en contraste con unos quietos y otros moviéndose al ritmo frenético de la banda, un grupo de modernas bailando todos los temas del mismo modo que si estuvieran viendo a un grupo de indie-pop de guateque, como ajenas al ruido. Vamos que lo mismo daba que les tocasen para cerrar los repetitivos y alienantes ritmos de «El baile de los caidos» que el tono verdaderamente garajero de «El Crimen». Terminaron, se dejaron el ruido puesto y salió el batería a quitarlo indicando que no había más, cosa que ya intuíamos viendo el exhaustivo repaso a ambos discos, aunque sabiendo que andan ya preparando un tercero, había esperanza de que probaran algún tema nuevo. Para la próxima.