En su segunda jornada, el festival vio resentida su asistencia durante las primeras horas por la coincidencia con el fútbol, cosa que se fue subsanando con el fin del partido y conforme llegaban los primeros conciertos fuertes del día. Aunque el Sábado también pecó de irregularidad, nos encontramos con algún concierto excelente y otro bastante controvertido…
THIS IS BLUES EXPLOSION!!!!
Después de ver un rato a los reggaes Rocker Boots, que no terminaron de cuajar por el desmotivado público de primera hora y los continuos fallos a la hora de arrancar sus canciones; y a unos Lori Meyers que fueron recibiendo al público post-partido con las canciones de su reciente “Impronta”; nos fuimos a ver a lo que para algunos entendidos fue la gran actuación de Territorios 2014: The Jon Spencer Blues Explosion.
Tras una espera que se prolongó más de la cuenta debido a algún problema con el micrófono, elemento que juega un elemento fundamental en la actuación de los neoyorquinos por su uso del reverb y las continuas proclamas de su líder, subió por fin el power trío. Y al instante siguiente todo se incendió: Jon Spencer estaba sobre el escenario y a esta bestia parda del rock no había quien la parara, acompañada siempre por la presencia más estática pero no carente de carisma de Judah Hauer al bajo y Russell Simmins en su característica posición ante la batería.
La experiencia JSBX se basa en jugar con la esencia del rock’n’roll bajo una peculiar forma: en sus conciertos no parece haber pausas, finales, ni comienzos. Es un medley casi constante, un cóctel de trozos de sus canciones, un poco de “Flavor” por aquí, otro de “Bellbottoms” por acá, a ritmo endiablado y en perpetuo clímax. Lo que en otras bandas podría resultar en un desastre en ellos queda impecable por la entrega de su líder, un frontman como pocos sigue habiendo a día de hoy, experto en mantener la euforia del público; por el magnetismo en conjunto que destila el grupo, apiñado en el centro de las tablas; y qué narices, por lo bien que suena todo y lo bien que tocan. Mejor concierto del festival.
Tras la descarga eléctrica, sabíamos que nada iba a igualar el nivel de los americanos. Nos acercamos a donde tocaban Él Mató a Un Policía Motorizado, psicodélicos argentinos que se han ganado el corazón de buena parte de la escena indie de aquí (un volumen importante de público abarrotaba el escenario Cadena Ser) justo para ver a J que apareció para cantar con ellos su última canción. Buenas vibraciones en lo poco que vimos; su peculiaridad seguro que les hace seguir creciendo por aquí. Siguieron en el mismo escenario los franceses Dub Inc., que con una afinada mezcla de dancehall y, como bien indica su nombre, dub, de fuerte raíz africana, reunieron a muchos amantes de estos géneros y a casuales por igual. Nosotros, tras un rato, nos marchamos a presenciar la actuación más controvertida de todos Territorios 2014…
SOMBRAS Y LUCES DE TRIANA
Es muy complicado tocar el legado de Triana, tótem indiscutible del rock andaluz y aún más en concreto en su Sevilla natal, sin fastidiar a una cantidad considerable de seguidores. Para muchos, el mero hecho de no sonar IDÉNTICO a las grabaciones de Jesús de la Rosa y compañía ya suponía una herejía irreparable, por lo que, a tenor de las escasas canciones oídas los días anteriores en la radio, la cosa podía levantar ampollas. El clima ya estaba caldeado por lo tardío del slot, situado casi a las 3 de la mañana y que aún se retrasó media hora más por lo complicado del montaje escénico, así que cuando salió la banda conformada por gente de Maga y Antonio Lomas (Lori Meyers, Grupo de Expertos), acompañados de nuevo por J a las voces, se abrió la veda a las protestas.
Básicamente, el líder de Los Planetas hizo lo que hace siempre: cantar con aparente desgana, desentonando y a veces casi ni pronunciando. Pero no con un tema propio, sino con “Recuerdo de una noche”. Esto ya supuso una astilla para una parte importante del público. Y poco después vino otra, con un deslucido Antonio Luque, eminentemente ebrio, desbarrando al entonar la delicada “Sr. Troncoso”. Lo que fue el culmen para muchos, que abandonaron echando pestes del homenaje. Una pena, porque a partir de entonces, con otras voces, el directo mejoró y siguieron varias intervenciones buenas, como las del propio Miguel Rivera o la de Noni en “Todo es de color” y “Una noche de amor desesperada”; sorprendentes como el arrebato punk de Antonio Arias; o respetuosas como el “Hijos del Agobio” de Niño de Elche y el cierre con “Abre la puerta” de La Argentina. Pero a pesar de todos estos buenos ejemplos y de la bonita despedida con todos los implicados sobre el escenario, acompañando a Eduardo Rodríguez Rodway, único superviviente de la formación original, el daño estaba hecho y muchos no quisieron, o no pudieron, ver la parte buena del asunto.
Tras despedir al legado de Triana, nos marchamos a casa. Como apunte final, me gustaría reflexionar sobre una reveladora estampa que vi en uno de mis diversos movimientos por el césped del Monasterio: el lleno absoluto de Ska-P, el mayor conseguido en la historia del festival según nota de prensa oficial. Éstos y Reincidentes, que también atrajeron lo suyo, pueden suponer la avanzadilla para un nuevo perfil de grupos y asistentes de Territorios, cercanos a lo que supone la experiencia de un Viña Rock. Con esta apuesta se acabarían, al menos en parte, las acusaciones de tibieza e indecisión estilística por intentar contentar a todo tipo de público, pero podría perderse a su vez en riesgo y prestigio crítico. Por ello, quizá ahora más que nunca, el festival se encuentre ante la decisión más importante de su trayectoria. Una que igual pasa por apostar por una dirección concreta, sea la que sea y pese a quien pese.