Una gran fiesta redneck se acercaba a Bilbao. Se trataba del doble cartel compuesto por Nashville Pussy y Supersuckers. Los primeros de Atlanta, Georgia, los segundos de Arizona emigrados a la que fue la ciudad del rock en los 90, Seattle, pero ambos compartiendo gustos por el hard rock de raíz americana, los sombreros de vaquero y la parafernalia sudista. La cita era de las importantes para la parroquia rockera y así se demostró llenándose el Kafe Antzokia. Aunque hay que contar con la reducción de aforo, que ya un lleno no supone lo mismo que antaño también hay que decir que en plena semana santa sigue siendo un logro de todas formas. Se quedó gente fuera pero nos alegramos de poder disfrutar de conciertos multitudinarios de rock en esta emblemática sala de la capital y no tener que desplazarnos como casi siempre a Barakaldo.
Ahí estuvieron Nashville Pussy, animales (y animalas) de escenario en el sentido más paleto del término. Ya se sabe, dos melenudos barbudos y sus chicas, de ademanes casi más masculinos y que no tienen reparos en enseñar sus encantos al enfervorecido público de las primeras filas. El frontman de la banda Blaine Cartwright y su pareja Ruyter Suys ambos con los papeles de voz y seis cuerdas daban la cara y otras cosas. El sonido pudo ser mejor, pero un repertorio de cañonazos de rock sureño de alto voltaje y una actitud arrolladora sobre las tablas salvan cualquier imprevisto. Con «Go Motherfucker Go» se ganaron incluso a la parte más reticente del público.
Los Supersuckers que venían celebrando nada menos que 20 años de carrera aunando punk-rock n roll y country eran sin duda el plato estrella de la noche. El sonido mejoró para ellos, pero no se puede hablar ni mucho menos de un concierto redondo. Para empezar su repaso por la historia del grupo pedía a gritos más paradas en sus dos primeros discos y desde luego la versión-destrozo que hicieron de uno de sus temas más redondos, «Creepy Jackalope Eye» no ayudó en este sentido. Por suerte tuvimos una estupenda «Luck» pero no mucho más, incomprensible para una banda cuyos mejores temas se concentran de forma dramática en aquel «The Smoke of Hell». Que les costaría meter aunque sea temas de minutaje tan anecdótico como «I Say Fuck» o «Sweet N Sour Jesus».
Himnos más recientes como «I Want The Drugs» o sobre todo la festiva «Pretty Fucked Up». Pero no contentos con momentos de tempo más lento como «Paid», la banda siempre mete su cuña country, lo que supone ciertamente un bajón en el tono punk-rock de la velada. Al menos se ve que ellos lo disfrutan y así lo transmiten, pero casi sería mejor que empezaran tocándose este tipo de temas y dejaran toda la tralla para el final ya que supone un gran bajón de intensidad. Porque no nos engañemos, por mucho que les apasione, tampoco son una maravilla haciendo country. Pero para ser justos, los vaqueros de Seattle triunfaron por todo lo alto gracias a otros temas emblemáticos como «Supersucker Drive by Blues» o «Born With a Tail» y al carisma de la banda, muy particularmente a Eddie Spaghetti y sus poses de ‘guitar hero’, sin realmente serlo. Además, el repertorio fue bastante extenso, por lo que no puedo decir sino que fue una gran noche de rock, pero pudo haber estado mejor.