La crisis agudiza en España y Portugal. La burbuja de los festivales amenaza con explotar (por segunda vez, que parece que en suelo ibérico nos cuesta aprender de los errores), pero algunos se afianzan y ganan notoriedad. Si hace unas semanas nuestro FIB, el festival español con más solera, se mostraba al borde de la cancelación absoluta su hermano pequeño portugués Super Bock Super Rock parecía mostrarse fuerte. Y de hecho, compartiendo cabezas de cartel y con un cartel incluso de menor reclamo hay que pensar en porque hubo tanto español en el festival portugués. Quizás, lo más importante, que el festival Super Bock Super Rock si está hecho para los portugueses y no tanto para los británicos como ahora se compone el cartel de Castellón.
REBELDES DE TARDE
Centrándonos en lo que nos ocupa, la segunda jornada del festival portugués, nos toca sobre todo un nombre por encima del resto. Se trata de Tomahawk, que han regresado a los escenarios y al mercado discográfico tras 10 años de lo primero y catorce desde la publicación de «Anonymous» (que nunca presentaron en vivo). Además nos llamaba de lleno otros dos nombres de calidad como los de unos Black Rebel Motorcycle Club con suficiente tirón entre la parroquia indie y la rockera y un Miguel que prometía un autentico show de rnb actualizado. ¿El resto? Nada especial.
Lo primero en aparecer en el escenario grande fue el trío californiano Black Rebel Motorcycle Club, y ciertamente hay que reconocer que demostraron que son animales de escenario aunque sus nuevos discos no han conseguido mantener el buen nivel de sus inicios. La actitud chulesca de Robert Levon Been contrarrestaba con el aire más tranquilo y rockero de Peter Hayes, mientras su baterista Leah Shapiro mantenía detrás el ritmo. Es inevitable reconocer que el cierre con «Whatever Happened to My Rock ‘n’ Roll (Punk Song)» y «Spread Your Love « fue lo mejor del show y que cualquier recuerdo a «B.R.M.C.» o «Take Them On, On Your Own» («In Like The Rose» sonó) iba a marcar los mejores momentos del repertorio, pero podemos asegurar que su propuesta sin grandes pretensiones sigue siendo recomendable. Además presentaron temas de «Specter at the Feast» e incluso añadieron una versión del «Let The Day Begin» de The Call (banda del padre de Robert, que terminó bajando entre el público al final del concierto).
EL HACHA DE «MIKEY PATTAO»
Luego vino el hacha de Tomahawk, en uno de los pocos conciertos que darán en suelo europeo este verano (primero esta tanda en julio y luego otra a finales de agosto e inicios de septiembre). Cualquiera que haya puesto un poco de interés se habrá dado cuenta ya que la unión de Mike Patton con Portugal es especial, no ya sólo por el cariño que él mismo siente hacia la cultura portuguesa y brasileña, sino porque además su público aquí crece exponencialmente si lo comparamos con el de otros países. Por ejemplo con España, dónde no pasó con su última gira con Tomahawk mientras si aterrizaba en Vilar de Mouros (como ya pasó con Mr. Bungle en Paredes de Coura o Mondo Cane en Sudoeste). Por tanto había ganas, y había unos cuantos españoles que habían aprovechado la única manera que hay de poder ver a la banda en vivo. La formación que había dado a luz «Anonymous» se ha ampliado con un nuevo bajista para este reciente «Oddfellows», nada más y nada menos que Trevor Dunn (viejo conocido de Mike en Mr. Bungle y Fantômas). Por tanto formación estelar y un repertorio que sacó a la luz casi todo lo mejor del cancionero de Tomahawk, dejando en el tintero sorprendentemente «Stone Letter» del último disco y algún que otro clásico sin sitio en la hora de duración («Jockstrop», «Pop1» o «When the Stars Begin to Fall» por ejemplo). Comenzaron bastante fuertes con «May Day», precedida con el tradicional cántico «Tomahawk Chop» a modo de introducción (justo lo que cantan los hinchas del equipo de beisbol de Atlanta), seguido sin parar de «Oddfellows», «Flashback» y un «101 North» tomado por el habitual cántico de «Porra, caralho» que a Mike le encanta cantar en tierras de habla portuguesas últimamente.
La interacción con el público de Mike está muy lejos de lo que consiguió con la gira de reunión de Faith No More, con un Patton menos charlatán y más en el sitio, aunque al mismo tiempo le vimos mucho menos parapetado tras sus teclados que en los últimos tiempos de Tomahawk. Entre las habituales gracietas presentó a la banda tras un garrafal error de John Stanier al comienzo de «I.O.U.» bromeando sobre la inclusión de un sufijo «ao» al final de los apellidos de cada miembro de la banda o se mofaba de los bostezos de los fans de The Killers en las primeras filas. Cuando comenzaba «God Hates A Coward», quizás la más celebrada de la noche, volvió a quejarse de algún fallo de Stanier para primero inventarse la letra de todo el primer tramo de canción y cerrar luego abroncarle entre risas. Genio y figura entre el buen rollo inmejorable de los cuatro. La actuación estaba quedando muy bien a pesar de esos fallos seguramente debidos a una banda que ha ensayado poco en los últimos tiempos, pero se cerró de la mejor manera posible con el tramo final de concierto. «Point And Click» es un seguro dónde el bajo de Trevor sonó mejor que nunca, mientras «Totem» (la única pieza interpretada de «Anonymous») fue quizás el momento más vibrante y sorprendente de todo el concierto. La unión posterior con la emotiva «Laredo» hablaba por si sola, dejando para cerrar una versión del «Just One More» tradicional de George Jones que Mike presentó como un «verdadero fado americano». Una buena elección, sobre todo si la comparamos con sus habituales versiones de Bad Brains que no van a ningún lado. Si bien lidiaron con un público que en su mayoría andaba poco interesado en su propuesta y mucho más en el indie ramplón de The Killers y Kaiser Chiefs, hay que reconocer que se metieron a todos en el bolsillo una vez más. Esperemos que haya algún día gira por salas ibéricas y mucha más continuidad del proyecto.
VERBENÓN Y SEGUNDO ESCENARIO
En el escenario grande sólo quedaban por tanto los conciertos de Kaiser Chiefs y The Killers, bandas que cumplen a la perfección eso de tener un buen disco de debut para luego aburrirnos con su marcha absoluta al hooliganismo de estadio de los primeros y del cliché-pop absoluto de los segundos. El concierto de Kaiser Chiefs es de todos modos un seguro de diversión, aunque es innegable que la capacidad de sorprender de los de Leeds se la dejaron en el año 2005. Ricky Wilson sigue siendo un absoluto genio escénico, sobre todo cuando cerró su concierto subido en un puesto de cerveza entre el público mientras sonaban las notas de «Oh my God», pero la sensación de deja-vu es constante. Pese a todo hay que reconocer que en Super Bock Super Rock la chavalada los esperaba con ganas. Entre una bifana y la verbena de Kaiser Chiefs comprobamos como se las gastaban en el segundo escenario los chicos de Cla durante un rato, una banda con bastante trayectoria en su Portugal natal. Es difícil hacerse una idea de por dónde iban los tiros porque entre alguna canción de aires más pop-rock interesantes sonaban otras como su éxito reciente «Asas Delta» de letra algo menos interesante.
Lo de The Killers tras su aburrido paso por DCode 2012 nos hizo no aguantar mucho más de los tres o cuatro primeros temas, gracias a cierto retraso de horarios. Primero con «Somebody Told Me» para el delirio colectivo y luego ya repasando su corto pero exitoso cancionero. No sabemos que tienen de especial, pero gustan y mucho a los chavales. Por suerte antes de esto había un plan B con el concierto de Miguel en el otro escenario un poco antes. «Kaleidoscope Dream» ha sido la carta de presentación en todo el mundo de este cantante de rnb de nuevo cuño que ha ido a rebufo de otros coetáneos como The Weeknd o Frank Ocean, con la salvedad de que la puesta de largo de Miguel es mucho más banal y lúdica que la de los otros dos. De hecho, a pesar de que el disco nos gusta bastante la actuación chulesca y egocéntrica del cantante nos pareció tan forzada que su actuación nos defraudó de lo lindo sin terminar de ver el concierto al completo. Lo que inicialmente se había puesto de largo con bailes imposibles y mucha actitud se convirtió en una monótona caricatura de si mismo, aunque si nos ponemos técnicos la ejecución de su banda y de su voz fue perfecta.
El día después Ash y Queens of The Stone Age parecieron triunfar, pero nosotros abandonamos el recinto con la habitual sonrisa que dejan los festivales portugueses. Si el día después de un festival español solemos discutir sobre el asco que daban los baños, sobre lo cara que era la bebida o sobre la mala calidad de los puestos de comida, la experiencia nos dice que nuestros vecinos saben organizar estas cosas mejor o al menos con mejores intenciones. Si no os lo creéis, os invitamos a probar.