Cuarta visita de la banda de Chicago Russian Circles en prácticamente cuatro años: primero en la misma Ritmo y Compás junto a These Arms Are Snakes, luego solos en Siroco, el año pasado de gira conjunta con Boris en Caracol y de nuevo solos pero repitiendo la sala de su debut en la capital. El resultado en todos ellos – salvando que en la anterior no estuvimos presentes por coincidencias festivales – sigue siendo igual de interesante e impactante, aún teniendo los mismos desaciertos.
Antes de que el trío de post-metal volviera a salir a hombros de Ritmo y Compás tocaba ver que se habían traído de teloneros desde la lejana San Francisco. Se trataba de Deafheven, unos chavales imberbes con muchas ganas de hacer ruido pero algo desatinados a la hora de hilar canciones. El género ruidoso podría ser comparado con una especie de mezcla especial entre el noise y el shoegaze más alternativo pero con un deje de screamo y black metal algo desajustado.
Los largos pasajes instrumentales eran a veces inspirados momentos de progresión, pero otros eran puro ruido desbordado y fortuito. Aún así habría sido mejor que escuchar a su cantante berrear por encima de las canciones, sin demasiado tino. Ahí es dónde el batiburrillo se acercaba demasiado al screamo y al black metal más vulgar. Al menos quieren marcar diferencias, pero a un servidor no le convenció nada de nada.
Sin embargo luego salieron a escena Russian Circles ante un sold-out tan caluroso como el pre-verano primaveral que nos asola y la cosa pasó a jugarse en otra liga. «Empros», el nuevo disco del combo norteamericano, mantiene el nivel discográfico de una banda que aún siguiendo fiel a su estilo es capaz de sacar lo mejor de si mismos, aunque al mismo tiempo eso signifique que la fórmula va permitiendo poca revisión. En directo la cosa sigue en pie mejor aún, sobre todo porque los tres miembros de la banda son muy buenos en lo suyo: la pegada del sudoroso batería Dave Turncrantz y la guitarra precisa de loops y efectos de Mike Sullivan están cada vez más a gusto con el bajo y teclados del ex-Botch Brian Cook. Abusan en cierto modo de ese manido invento del post-rock/post-metal de subidones y bajones, pero siempre que esté hecho con el buen gusto de canciones como «Harper Lewis» o «Youngblood» (las dos únicas canciones que sonaron de «Station») la cosa está para pocas quejas.
De entre su cancionero más actual seleccionar más o menos bien con sólo un repaso a un tema de «Geneva» (la del mismo título) y recogiendo temas acertados de «Empros» como «309». De «Enter» echamos de menos mucho más que ese «Carpe» inicial y como bis supieron regalarnos una soberbia y potentísima revisión de «Death Rides A Horse», pero es inevitable recordar que tienen demasiados temas de sendos discos en la cartera y que el concierto fue excesivamente corto.
Cada pasito que dan en la capital les hace más grandes y suponemos que para la próxima no servirá con una Ritmo y Compás, sobre todo porque cada vez son más y más jóvenes los que pueblan las primeras filas (y con mucha pasión).