Radio Moscow son una banda llamada a ser grande, por sus discos, por ese extremo dominio de géneros clásicos que maneja Parker Griggs y por lo que nos demostraron una vez más, en Bilbao. No llevan mucho en esto, apenas 5 años desde su debut, pero ya se han convertido en toda una sensación de los más adictos al rock de los 70 con querencia bluesera. Así que volvían a Bilbao para un concierto prototípico (y no por ello menos perfecto) de género que no podemos sino definir con clichés de jerga periodística musical.
Orgías de guitarra, torrentes de rock psicodélico y esos aires hippies de las propias pintas de la banda, los tres con melenas, un chaleco por aquí, un colgante espiritual por allá. Pero si algo nos gusta de Radio Moscow es que, incluso jugando como jugaron muy en la liga del rock de jams, no se van por las ramas. Griggs es un guitarrista especialmente dotado, pero no sucumbe al poder del sólo, de hecho muy a menudo la banda se configura como una máquina de sucio garage-rock y la parte bluesera está siempre muy presente.
Parker comandó el asunto con el cable telefónico de su guitarra que aportaba visualmente el toque retro requerido, pero no se quedó atrás un batería tan fogoso y primario que rompió baquetas desde el primer minuto. También atizó en la cabeza a su compañero bajista en uno de los momentos más visuales de la noche, cuando ambos crearon con baquetas y maracas, un mantra rítmico como colchón a las peripecias de Griggs a las seis cuerdas.
Momentos de mayor vértigo psicodélico, otros de rock más arrastrado por los deltas del blues, pero todo dentro de una monolítica y auténtica propuesta que no hace concesiones a sonidos nuevos ni modas. Y todo dentro de un setlist que fácilmente acopló pequeños clásicos de su debut con temas nuevos del aún más desbocado “The Great Escape of Leslie Magnafuzz”. Y es que si hay un trío con potestad para reclamar la atención de los seguidores de Jimi Hendrix o Blue Cheer, son estos norteamericanos.
La entrada fue algo floja para la sala, cerca del medio lleno, aún así nos alegramos de poder verles en un emplazamiento correcto, ni una sala pequeña les hace justicia, ni tampoco lo pareció en su día un gran festival (Azkena Rock). Coincidir con el fútbol siempre hace estragos, pero los presentes se mostraron encandilados con el buen hacer del trío, especialmente con la tremenda jam de más de 15 minutos con que nos regalaron como bis.
La pega del concierto es una y solitaria. Y es que un concierto en torno a la hora y cuarto se nos hizo corto. Hay veces que es difícil calibrar esto. Es cierto que, con 3 discos y los años que llevan tampoco pensaría nadie que estén obligados a hacer conciertos más largos. Lo que sucede es que la ausencia de teloneros hizo que la cosa supera a poco, por mucho que tampoco el estilo de para alargar el show con mucha más variedad, los fieles quedaron con ganas de más. Y la descoordinación con la sala, que no puso música inmediatamente al terminar la actuación alentó más la demanda, que no fue satisfecha.