Y el viernes fue el día donde vi en todo su esplendor la majestuosidad del Auditorio del Fórum, un impresionante escenario que, desgraciadamente, se les quedó grande a todos los grupos. Perdiéndome, por culpa de copiosas comidas, a Ruizpantaleón y a Bracken – snif! – llegué a tiempo a ver a John Vanderslice.
Bien, Vanderslice es, aparte de un tipo humilde y muy majo, bastante buen músico y compositor, pero fue el primero a quien el escenario se le caía encima. No sonaba, la reverberación atronaba, y supongo que por ello, a mitad del concierto, cogió a todos sus músicos y se plantó en medio del público a tocar las tres últimas canciones, en el momento más mágico del festival. Sonreía, se movía, miraba a todos, cantaba a todos, y sus músicos eran felices. Muchos aplausos, lógicamente.
Earth son un grupo de post-rock con bastantes reminiscencias del grunge. Esto quiere decir que son el grupo más moroso, lento y deprimente del planeta, y el concierto, pese a ciertos problemas de sonido – acoples incómodos que se repitieron en todo el Primavera Club – fue una auténtica maravilla de atmósfera fumeta, ritmos de tortuga, ecos sobre ecos y depresión rockera. Muy grandes.
Liars, atronadores, locos, aterrizaron en el Auditorio con todo el entusiasmo que pudieron. Ahora ¿a quién se le ocurrió meter a Liars en el Auditorio? Invitaban al pogo, al destrozo, a bailar, a descontrolar, e incluso había gente a los lados moviendo la cabeza y las piernas, pero en cuanto alguien se levantaba otra persona de detrás pedía amablemente que se sentase porque no podía ver. En apenas 40 minutos terminaron su desfase, dejandonos a todos paranoicos para toda la noche.
Tras ello, marabunta al transporte público para ir otra vez al Apolo. Allí The Ponys daban clases de punk-pop jovezno y pegadizo. Pero previsible. Es decir, casi todo el rock actual bebe de lo mismo, tiene los mismos instrumentos y casi es intercambiable, pero es que Ponys parecían repetir los mismos esquemas de batería, los mismos compases en el bajo, y que practicamente solo variaban la escala y las letras. En La 2, Albaialeix tuvieron el honor de protagonizar el concierto más petardo, interminable (¡Pisaron tiempo a los siguientes!) e incomprensible de todo el festival. Más les vale depurar su voz, su sonido y su modestia si quieren salir de un círculo muy reducido, porque su visión del dream-pop con toques psicodélicos se hacía inaguantable.
Posteriormente había que elegir entre Schwarz (quienes me contaron que fueron, bastante buenos) y Von Südenfed. Uno que es muy groupie de Mouse on Mars subió a verles, para encontrarse que Mark E. Smith se había rajado (o algo parecido) y que Mouse on Mars iban a estar solos. Oh, estupendo, claro… pero su batería/vocalista tampoco estaba. ¿En qué quedaba eso entonces? En lo mismo que iban a hacer con Mark E. Smith, pero sin la voz. Si bien Mouse on Mars son maravillosos por cómo consiguen melodía y ritmos de puro ruido, el concierto – o más bien dj set – que hicieron o bien tiraba por el techno berlinés (con sólo un par de toques estupendos, como Actionist Respoke deconstruido, y alguna escapada hip hop) o bien por el ruido, con absoluta falta de capacidad para unir los temas, conseguir unirlas con el ruido que funcionaba de interludio… en definitiva, una sesión torpe, poco arriesgada, poco creativa y muy decepcionante.
Dj De Mierda se quedó en el Apolo superior recordándome bastante a las sesiones del Low, y Dj Coco se quedó en La 2 inferior sacando armas de punk pegadizo que volvían locos a los acólitos.